Recuerdos...

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Los siguientes dos días pasaron con normalidad, Laia robaba y usaba sus embrujo para enamorar a los demás, solo volvió a ver a Erika al día siguiente, de nuevo, por la noche.
Volvía a su casa de otro día cansado, fingiendo no darse cuenta de que una vez más, la pelirroja la seguía. ¿Porque esa chica no la dejaba en paz? ¿Que buscaba? Dudaba mucho que solo quisiese molestar. Cuando estaba a punto de abrir la puerta se giro a gran velocidad y lanzó un pequeño cuchillo que acertó justo donde quería, en el tejado, a un centímetro del pie de Erika.
-Has fallado- exclamó como si nada la sonriente chica.
-No, no lo he echo.-Erika salto y aterizo en frente de Laia.
-No has perdido tu puntería pequeña loba.
-Te lo advierto, no te he matado en honor a los viejos tiempos, pero como vuelvas a seguirme la próxima vez acertare.
Laia daba miedo, cualquiera se habría arrodillado ante ella. Menos Erika
-Zack y yo somos los únicos que nos hemos preocupado alguna vez por ti, y lo sabes-No dejaba de sonreír aunque esto último lo dijo con tristeza.
-Largate, no te quiero ver más
-Tu lo has decidido-Erika gruño, pero Laia pudo apreciar que tenía los ojos húmedos.
Esa fue la última vez que vio a Erika.

Sl tercer día se levantó y recapacito a cerca de lo que debía hacer. Si acudía estaría callendo, probablemente en una trampa. Pero...no podía evitar pensar que quizás Erika decía lo correcto, que quizás el había escapado, que quizás era Zack el que la esperaba con su sonrisa tonta y sus brillantes ojos. ¿Y si había cambiado? Y si ya no era el mismo? Y si sola la había citado para decirle que ya no la quería?o, peor aún ¿y si le quería hacer daño?. La última vez que se vieron quedó todo a medias, ni siquiera se despidieron. No, no podía hacerse ilusiones, lo más probable era que la estúpida de Erika le había mentido. Eso le decían sus instinto, a los que ella, normalmente, les hacía caso. Esa era su forma de sobrevivir, confiar en ella y en su instinto (y en Pocker por supuesto).
Por esta razón decidió no ir, así era como trabajaba ella. Se encontraba en su cama, mirando el techo. Observó el reloj, una hora, no iría, no podía. Cincuenta minutos, era lo correcto, no podía caer en una trampa. Cuarenta minutos, el instinto se lo decía. Treinta minutos, ya no hay vuelta atrás,.... Se levantó de golpe. ¡A la mierda el instinto! Se vistió y de puso una capa con capucha, cogió todas sus armas y salió, lo que tenía claro era que, si era una trampa, no la atrapará. A ella no.
Tenía que pasar por un sitio antes, llovía, llovía mucho, pero tenía que saberlo. Tenía que saber si de verdad el estaba libre. Llegó a la casa, era humilde, de madera y retorcida, siempre había ruido. Llamó, y oyó sonidos. Una niña de unos seis años abrió, era Amaia.
-Amaia, cariño, puedes llamar a tu hermano. - Laia podía tener un corazón de hierro, pero ante esa criatura, no pudo evitar sonreír.
- ¡Ross!- llamo la niña que se despidió con un alegre y rápido movimiento.
-Laia
Ross apareció por la puerta, era un chico joven delgaducho y huesudo. Al fin y al cabo eran muchos a los que sus padres tenían que alimentar. Viven en la zona pobre de la Ciudad mestiza, son ocho hermanos, y Ross el segundo mayor. Son una familia encantadora, y son los únicos que han tratado bien  a Laia pese a su peculiar aspecto y su forma de dirigirse a los demás. En especial Ross que es el único amigo que tiene la muchacha.
-Hola, Ross.- Ross era pálido y con el pelo cenizo, nariz ancha y bonitos ojos oscuros, su sonría era, realmente contagiosa.
-¿Que haces aquí?¿Necesitas algo?-La invito a pasar pero Laia le rechazo con un gesto.
-Solo venia a avisar- Le dijo-y a darte esto- le entró un paquete.
-¿Que es?
-Nada importante, es posible que no me veas en untiempo-No, no se iba a dejar atrapar, pero era consciente de lo riesgos.
-¿Que, porque?
-Tu solo ábrelo- Laia ya se iba, y cuando Ross quiso volver a preguntar, Laia había desaparecido.
-¿Que quería?- pregunto su madre por detrás.
-No sé, estaba rara.

Laia pasó por la discoteca Glamour, era súper famosa, por la extravagante gente que iba. Podías encontrarte desde personas de negro tapadas hasta el cuello hasta personas casi desnudas llenas de purpurina y borrachas, alcohol, y, sobre todo, mucha droga. El callejon estaba en la parte de atrás de la discoteca. Cruzó la pista de baile y vio como una chica siniestramente manchada de ceniza y borracha le preguntaba como se llamaba. Laia, simplemente la apartó y siguió.
Llego a el callejon, no vio a nadie, pero si lo sintió. Cogió sus largos y afidados cuchillos, uno en cada mano, y se quito la capucha, dejando al descubierto su empapado pelo blanco que le enmarcada la cara.
-Llegas tarde.
Una sombra broto de la oscuridad.

Nota de las autoras.
Lo sentimos muchoooooo
La semana pasada no pudimos publicar pero aquí teneissssss.

The two sides of LaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora