Hacía buen tiempo, y eso que aquello era difícil en Londres. Había más de un motivo para estar de buen humor: el sol brillaba en el parque, las flores estaban en su máximo esplendor y los pájaros cantaban por encima de la contaminación acústica del bullicioso tráfico de la ciudad. Cualquier artista hubiera coincidido en que era un momento perfecto para componer si ese artista no resultaba tener a un grupo de demonios ruidosos gritando su nombre hasta el punto en el que sentía que se lo iban a desgastar.
—¡Mamá, mamá, mamá! —lo llamaba una y otra vez su hijo Alec, de cinco años—. ¡Mírame, mamá! ¡Mírame! —le exigía.
—¡Ahora no puedo! —fue lo que le dijo por enésima vez Sherlock mientras caminaba con la espalda agachada y los brazos extendidos siguiendo a su hijo James de dos años, que se había decidido a correr cuando aún no tenía muy dominado aquello del equilibrio. La cantidad de banditas que plagaban su cuerpo lo demostraba.
— ¡Yo lo hago mejor, mamá! ¡Mamá, mira! ¡MAMÁ! —insistía su hijo mayor Ewan, de ocho años, columpiándose al lado de su hermano.
—¡NO TENGO TANTOS OJOS! —gritó al final Sherlock, desesperado y se levantó para mirarlos por fin, a ver si así se callaban.
Los niños se estaban impulsando con fuerza y el columpio chirriaba de una forma infernal, casi parecía una película de terror. Parecía que aquel armatoste de metal se iba a desarmar en cualquier momento y Sherlock no sabía si sentirse preocupado o aliviado por ello. A lo mejor un buen golpe en el trasero hacía que se callaran de una vez, porque ni mirándolos dejaban de llamarlo. Sherlock resopló, hastiado y tanteó con la mano para tomar del brazo a su hijo más pequeño, descubriendo con horror que no estaba.
—¡JAMIE! —exclamó Sherlock al borde de un ataque de nervios, justo para ver como su pequeño se acercaba a sus hermanos por detrás. El columpio de Ewan hacía el movimiento de regreso hacia atrás e iba a golpearlo justo en el pecho.
A Sherlock le faltó tiempo para abalanzarse sobre James y protegerlo con su cuerpo. El resultado fue que su hijo pequeño acabó siendo golpeado por el columpio y además casi aplastado por su propia madre, mientras Ewan caía hacia delante por el choque. Sangre, gritos y llantos, el pan de cada día. Todos sus niños lloraban y por supuesto que Sherlock también lo hacía.
Sherlock pensó que nada podía ser peor, pero ese pensamiento no duró mucho pues los cuchicheos entre las personas no se hicieron esperar. Cuando estuvo un poco más tranquilo tomó en brazos a su hijo menor mientras intentaba que dejara de llorar. Cada día era mucho más complicado cargarlo, pues su vientre de casi nueva meses de embarazo no se lo permitía. Los niños finalmente dejaron de llorar y corrieron hacia su madre, peleando y discutiendo porque debía abrazarlo primero. Las miradas sobre ellos se sentían lapidarias, pero las palabras lo eran mucho más.
—Qué horror —murmuró una mujer a su amiga mientras observaban la escena—. Sus hijos son tan hermosos pero muy mal educados —juzgaba ella, su amiga asintió.
—Además no está casado, mucho menos lleva la marca de un alfa. —Eso era sin duda lo que más le afectó a Sherlock, en otras circunstancias hubiera comenzado una acalorada discusión, pero ese día estaba cansado y simplemente quería regresar a casa. Sus hijos, quien había escuchado todo, fruncieron el ceño e intercambiaron miradas.
Ewan y Elec sonrieron, y sin que Sherlock pudiera detenerlos salieron corriendo en contra de ambas mujeres a quien comenzaron a gritarles y golpear en sus piernas. Ambas mujeres comenzaron a quejarse de aquel comportamiento. Sherlock sólo sonrió e hizo todo lo posible para separar a sus hijos de aquellas horrendas mujeres. Recibió un par de insultos de parte de ambas, pero no les dio importancia. Puso a James en su cochecito y decidió que era hora de regresar a casa. Entonces Ewan y Alec lo tomaron de la parte inferior de su camisa y no lo soltaron en ningún momento.
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Bendita paciencia (Johnlock/Omegaverse)
FanfictionSherlock y John pasan sus días tratando de sobrellevar su vida, pero con tres hijos y uno más en camino no es sencillo. Su relación parece deteriorarse cada vez más y Sherlock sufre por la indiferencia de John pues cree que él ha dejado de amarlo. ...