Capítulo Dos: Errores

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Sherlock se despertó con los gritos de Ewan y Alec, minutos después los niños entraron al cuarto y comenzaron a saltar en su cama llamando su atención. Él intentó sonreírles, pero una mueca de dolor lo hizo encogerse en la cama, pero sus hijos no lo vieron, ellos simplemente no dejaban de sonreír.

—¡Mamá, mamá! Es hora de la merienda —gritaron. Sherlock asintió y con esfuerzo se levantó de la cama.

—De acuerdo —musitó para luego salir con ellos del cuarto.

~ooOOoo~

Caminaron hasta la sala y se encontró con que los niños ya habían sacado a James de la cuna y lo habían colocado dentro del pequeño corral, Jamie al verlo rápidamente extendió sus manos y Sherlock no tuvo corazón para no tomarlo entre sus brazos, aunque al hacerlo sintió que la espalda se le partía en mil pedazos. Con los niños siguiendo sus pasos fue hacia la cocina y abrió el refrigerador para encontrarse con que no había leche. Suspiró mientras cerraba la puerta, miró a sus hijos que lo esperaban expectante.

—Escuchen, debo salir a comprar leche —le dijo—. No tardaré más de quince minutos —prometió pues la tienda estaba muy cerca—. Por favor, no destruyan el departamento y cuiden a su hermano —les pidió, aunque sus palabras fueron más un ruego.

Ellos asintieron y luego de revolverles el cabello con cariño Sherlock salió del lugar con pasos lentos. Como siempre que salía solo tuvo que ignorar miradas y palabras en su contra. Para su buena suerte la tienda no estaba muy concurrida a esa hora así que compró lo que necesitaba y regresó al departamento. Preparó la merienda y luego se sentó con sus hijos en la mesa. Mientras ellos merendaban Sherlock revisó sus tareas, sonrió cuando vio que todo era perfecto, al menos sus hijos eran inteligentes y nunca tenían problemas en la escuela. Durante el resto de las horas tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para ignorar su dolor y soportar el torbellino que eran sus hijos.

~ooOOoo~

John llegó tarde, eso no era ninguna novedad. Los niños ya habían cenado y se suponía que estaban acostados, pero la realidad era muy diferente. Nada más entrar en casa John los escuchó votar y dar gritos en su habitación. James, que estaba en el corralito del salón, votaba también, agarrado a la barandilla, sabiendo lo que estaban haciendo sus hermanos y mordisqueaba su chupete. Estaba deseando salir y unirse a la fiesta.

—¡Sali', sali', quiedo sali'! —gritaba a media lengua James mirando a su padre que acababa de entrar. John negó con la cabeza y se acercó al sillón donde Sherlock se había quedado dormido y se le quedó mirando, hasta que notó un porrazo en la nuca. Soltó una exclamación de dolor. En el suelo reposaba el arma del delito, un teléfono de juguete. John se giró y le frunció el ceño a su hijo. Ese pequeño demonio para más insulto era condenadamente adorable. Había heredado los ojos de su madre y conseguía derretir a cualquiera con su mirada.

—Claro que vas a salir, pero para irte a la cuna a dormir.

James se quitó el chupete de la boca y le hizo una gracia a su padre, burlándose de él. John lo tomó enfurecido y lo sacó por la fuerza de su lugar mientras el pataleaba como un loco y le tiraba del pelo.

—Maldito demonio —musitó mientras seguía luchando contra su hijo, era el colmo que un niño de dos años lo tratara de esa manera. Decidió despertar a Sherlock quien estaba confundido, ni siquiera parecía recordar en qué momento se había dormido—. Supongo que no han cenado, ¿verdad? —preguntó John sin siquiera saludarlo. Sherlock simplemente negó—. Voy a preparar algo rápido. —Sin decir una sola palabra más puso a James en manos de Sherlock quien lo tomó sin dudarlo, pero al hacerlo sintió nuevamente un fuerte dolor en la parte de baja de su vientre, pero como siempre John no lo había notado.

Bendita paciencia (Johnlock/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora