VI. Steve Stock

4 2 0
                                    

1

Aturdido. No había manera distinta para definir el estado en el que Steve se sentía. Al salir de la tienda con Lucy Collins y ver a su hija tendida en el suelo con la cara desfigurada, no podía sentir que fuese ella, Virginia. El día transcurrió como una animación para él hasta que despertó de esa ensoñación. Poco después de que feneciera su hija llegó una ambulancia. Las intermitentes luces ni lo trastocaron, vio sombras cogerla, desprender su cuerpo del pavimento, y subirla en una camilla. La metieron en el maletero de un gran coche y se esfumaron como quien con la cuña del zapato aplasta contundentemente un cigarro humeante. Voces zumbaban entre susurros y gritos en su cabeza en lenguas abstrusas mientras llamas ardientes en lóbregas sombras lo observaban. Steve, afligido, despertó sentado en el interior de la pequeña panadería junto a un apagado señor Collins. Emmett lo observó cuando la mirada de Steve Stock se fijó a sus ojos rojizos de lamento. Steve sintió ternura en lugar de rabia, y en un impulso afectuoso, lo abrazó. Emmett Collins precisaba justamente eso para recuperar el habla. Oh, parecía ese ambiente tan propio de aquel cuento de Stephen King, cómo se llamaba. Ese en el cual el protagonista va con su mujer y su perro en el coche. La mujer baja a comprar, y tras un rato de espera, ve que algo ha sucedido. Al parecer ella ha muerto, y el protagonista pasa ese caluroso día en la tienda con el dependiente y otros personajes. Entonces regresa al automóvil y descubre que el volante arde. Al mirar atrás, el perro se halla muerto asado del calor. "Ahora estás con ella, Biz" decía el protagonista de Premium Harmony. A Steve le faltaba haber olvidado al perro en el coche, si tuviera perro. La tarde transcurrió. Cuando llegó a la casa, vacía, sin alma que la habitara, se tumbó en la cama sin haberse desvestido siquiera. Nina Evans estaría con la niña, en el hospital, aunque eso nadie lo sabe. Ese día, sin que nadie se percatara, la señora Evans desapareció para siempre. Nunca nadie más volvió a verla. Quizá cumplió su sueño de viajar por el mundo sola y fenecer en la naturaleza.

2

Esa mañana Steve Stock se preparó un café. Humeante elolor de esa aromática bebida inundó la cocina. Los pájaros volaban sobre losárboles que dibujaban el paisaje, con el horizonte dominado por altas montañas,la brisa marina y el sonido del agua. Ese era un díaespléndido. Subió a un árbol que besó en el tronco, recordando quien bajo estedormía. Una culebra osó bailar serpenteando por las ramas, curvándose en forma de o. Steve, mirando al horizonte, al fin descansó. 

El Óbito de Virginia StockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora