VIII. Una carta de Virginia Stock

4 2 0
                                    

Hola, soy Virginia Stock:

Desde mi muerte, Omersthland se vio asediado de nuevo. Muchos años habían pasado desde la última vez que un suceso catastrófico había tomado posesión del pueblo. Como un destello, los habitantes volvieron a recordar las pasadas tragedias durante unos días. Tras este periodo de tiempo, se esfumaron todos esos recuerdos, junto al mío. Bien sé yo lo que ocurrió. Bien sé yo quién fue el responsable. Oh, no, el pobre Emmett Collins no tuvo nada que ver. Vivió unos días bajo la culpabilidad y el manto del llanto, lóbrego y mortecino. Y quién desearía más que yo que mientras me recordaba me viese como esa niña que le hacía sacar una sonrisa de esa curtida cara. Que me recordara y no llorase al momento. Ser la niña a la que no asesinó. Porque no lo hizo, y bien sé yo que él no fue. Cómo me gustaría acabar con este pueblo. Quebrar sus estructuras e inundarlo con el agua que por el río fluye. Matar a este pueblo maldito y a las alimañas que bajo él se esconden. Criaturas con apariencia humana que de noche lloran sus penas y se alimentan de los sueños. Criaturas que lloran perlas y flotan sobre el agua. Criaturas que matan con un beso. Enamorarse de una de ellas es lo último que harás en esta vida. Y si hubiera avisado a Jane Halloran. Esa niña no merecía ese final. Morir por un beso.

Por otra parte, Nina Evans se fue. Se fue para siempre de este infernal pueblo, pero eso la mató. El ratón que en una trampa entra, no vuelve a salir. Cogió su viejo y oxidado coche rumbo a un paradero desconocido. La carretera seguía una línea recta a través de las montañas. Era precioso contemplar el lugar donde había vivido los últimos tres años. El agua del mar se zampaba una esplanada amarillenta. Caminos de piedra nacían de esa esplanada, conduciendo a casitas con tejados de pizarra. Todas colocadas en pequeños grupos. En el medio, un campanario asomaba entre las nubes. A la derecha había un río que nacía en las montañas y desembocaba en el mar. Al lado derecho de la playa, una zona en ruinas se extendía, con lo que parecía ser un antiguo hotel abandonado. Era un pueblo realmente precioso. Quién lo querría abandonar. Nina continuó su viaje tras parar a observar por última vez su último hogar. Continuó en dirección norte hasta que la cabeza le empezó a dar vueltas. El estómago empezó a revolvérsele. Unas gotas de sangre empezaron a formarse bajo los orificios nasales. También en los lagrimales de los ojos. Sus ojos estaban hinchados. Todo acabó pronto. El coche siguió su rumbo hacia un precipicio y se sepultó bajo el mar.

Omersthland tiene ojos. Sabe lo que sucede y nos manipula. Sigo viva, bajo el río está mi morada. No puedo escapar de aquí, el pueblo bien conoce lo que hace. Mi papá murió por no hacerle caso al pueblo, él bien sabe lo que hace. Si pudiera hablarle y decirle por última vez que lo quiero, haría cualquier cosa. Aquí el tiempo no pasa. Es horrible.

Seas quien seas, si lees esta carta, recuerda: no enfades al pueblo. Hazlo por lo que más quieras, no lo enfades. Hay peores maneras de morir.

El Óbito de Virginia StockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora