Abril.

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-Joder Abril, solo nos mudamos a la ciudad de al lado, no creo que sea para tanto.

- ¿Cómo qué no? Voy a perder a todos mis amigos, papa. -Decía Abril, con los ojos llenos de lágrimas, suplicándole a su padre una última vez, sabiendo que todo caería en saco roto.

Abril era una chica normal, la típica adolescente de 17 años, a punto de empezar 2º de Bach. A su padre, Esteban, a ella y su hermano André los habían echado de su casa en Lugo y decidieron mudarse a Villalba, el pueblo natal de Esteban.

-Esta casa es una mierda, hule muchísimo a viejo y humedad, como si se hubiera muerto alguien hace poco aquí-Sentenció Abril mientras miraba fijamente a su padre a los ojos, intentado mostrarle todo su odio y rencor adolescente.

-Pues a mí me gusta, es mucho mejor que nuestro piso en Lugo, aquí por lo menos no oiremos a papa roncar por las noches-Dijo André, el hermano mayor de Abril, un joven alto y delgado, con el pelo largo y cara de pocos amigos. André se caracterizaba por un carácter fuerte y protector hacia su hermana, sobre todo, desde la muerte de su madre.

-Claro, esta casa esta vieja, y huele así por estar tanto tiempo cerrada, y no me extrañaría que hubiera algún gato muerto por ahí. - Esteban, el padre de ambos hermanos. Era un hombre muy alto y corpulento, completamente calvo y con un gran tatuaje de un dragón en su espalda. Tenía los ojos hundidos y el semblante siempre triste. Estaba bajo tratamiento psiquiátrico por una fuerte depresión.

André y Estaban comenzaron a abrir cajas y bajar muebles de la furgoneta. Por su parte, Abril empezó a dar vueltas por la casa, investigando todo lo que había y con que cuarto iba a quedarse. Era una casa vieja y algo destartalada, necesitaba una mano de pintura o dos, reformar los baños y cambiar alguna puerta, pero también era una casa grande, con un gran terreno en la parte trasera de la casa, dónde Odín, el perro familiar, podría jugar sin problema. Abril siguió dando vueltas hasta que encontró la que sería su habitación. Un cuarto grande, con vistas a la calle y muchas horas de luz. La habitación tenía una cama antigua, de estilo victoriano, con unas columnas anchas y llenas de motivos decorativos, toda de madera. El techo, alto, con una pequeña trampilla en una esquina que daba al tejado. La casa se terminó de construir en 1936, la guerra estaba por comenzar y decidieron instalar esta trampilla para poder esconderse entre el techo de las habitaciones y el tejado. Pero, Abril no le prestó gran atención, se quedó prendada de la cama.

-Papa, corre ven, creo que he encontrado algo que me gusta por fin.

- ¿Sí? No puedo creerlo. - Esteban cruzó la casa para llegar a la nueva habitación de Abril, como buen carpintero, en seguida se fijó en cama. - Hostia, es impresionante, esto está hecho a mano, tiene que valer una fortuna, ¿lo vendemos? - Miró a su hija, a punto de sacar el móvil para hacerle unas fotos y subirlas a Wallapop

- ¡No! Es lo único que me gusta de este sitio, ¿y tú propones venderla? No gracias. De hecho, ¿Crees que puedes restaurarla? - Esteban notó un ligero brillo en los ojos de su hija de nuevo y no le quedó más remedio que aceptar.

-Claro hija, con un poco de lija y barniz queda como nueva, pero necesito algo de tiempo, la madera tiene muchos años y hasta que no empiece a tratarla no sé en qué estado puede estar por dentro. - Abril quedó más que conforme con las palabras de su padre y le sonrió a modo de agradecimiento. - Un beso por lo menos, ¿no? - Dijo Esteban mientras abría los brazos. El semblante de Abril cambió de repente, saliendo rápidamente de la habitación mientras murmuraba algo ininteligible. Su padre se quedó allí unos instantes más, y volvió a salir a ayudar con las cajas.

Desde hacía ya meses, Abril había tenido problemas con el contacto físico, especialmente con su padre. Era algo que no llegaba a comprender, después de la muerte de su madre, y aún con su enfermedad, él los había cuidado perfectamente, pero era incapaz si quiera de darle un abrazo. Nerviosa y con un pequeño inicio de ansiedad, decidió salir de casa, dar una vuelta por el pueblo, ver que había por allí para hacer.

Apenas le quedaban 2 días para el inicio del curso, se encontraba nerviosa, aún no sabía que quería hacer al terminar con bachillerato y se le acababa el tiempo.

El pueblo era bonito, eso no podía negarlo. Un pueblo tranquilo, de apenas 14000 habitantes. Paseando, llegó a una pequeña plaza, con tres grandes árboles y una pequeña fuente en medio, rodeada de bancos. En uno de los bancos estaba sentada una chica, joven, parecía de su edad. Era la primera persona menor de 60 años que veía en más de media hora paseando, y deicidio acercarse a saludar.

- ¡Hola! Me llamo Abril y soy nueva en el pueblo, ¿tú eres de aquí? ¿Cómo te llamas?

-Ah, hola, yo soy Mar. 



Entre dos pieles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora