Nuevo principio.

26 3 0
                                    

El día se presentaba apacible y tranquilo, aunque ligeramente frío por la mañana, en seguida hizo su aparición el sol. Abril se dirigía a su primer día de clase en su nuevo instituto. Aunque se encontraba nerviosa y fuera de lugar, estaba emocionada, por fin se acabaría el bachiller y podría dedicarse a estudiar lo que realmente le gusta, si es que conseguía descubrirlo a tiempo.

- Esta es Abril, ha venido para terminar de cursar aquí bachillerato, ¿de dónde vienes? Preséntate un poco, va. – Era Fran quien hablaba, el profesor de química de Abril. Era un hombre de estatura media, pelo corto con un ligero degradado. A Abril le resultaba graciosa su perilla y bigote, destartalada y medio pelirroja. La hacía confiar en él.

- Bueno pues, me llamo Abril, tengo 17 años, cumplo los 18 en diciembre de este año. Vengo de Lugo por que nos han...-Abril hizo una breve pausa, mirando a todos a su alrededor- mi padre ha cambiado de trabajo y nos venía mejor vivir aquí.

"¿Por qué he dicho eso? Me han echado de mi casa por no pagar, por culpa de mi padre", pensó Abril, en un ligero momento de disociación.

- Puedes sentarte dónde quieras Abril, busca el sitio más cómodo.

-Gracias.

Abril se dirigió al fondo de la clase, en busca de la única silla libre que quedaba. Sentía que toda la clase la miraba, sabía que era algo normal, era una clase que había estado años junta y ella era la novedad, pero, no pudo evitar sentirse incomoda, con ganas de salir corriendo de allí. Llego al ultimo sitio de la clase y se sentó, intentando calmarse un poco para luego sacar sus cosas.

A su izquierda, tenía sentado a William. Era un chico alto y muy delgado, con unas ojeras marcadas. El pelo negro y con las uñas pintadas de negro. De su cuello colgaba un pequeño colgante con una púa de algún grupo que no Abril no consiguió reconocer. En seguida se fijó en él, era el tipo de chico que siempre le había agradado y este, era muy llamativo.

Dio una vuelta con la mirada al resto de la clase, estaba buscando a Mar, le dijo que era de su edad e iba a ese mismo instituto, pero, no la encontró en clase, supuso que estaría en otro bachiller.

-Ey, ¿Qué tal? Yo soy Marco- Sus miradas se cruzaron al final de reconocimiento de la clase. Marco era el típico chico deportista, mono, de ojos claros y piel blanca. Era poco más alto que Abril, pero mucho más ancho de espalda.

- Oh, hola, yo soy Abril. Estoy un poco nerviosa con tanta gente nueva, la verdad. -le temblaba un poco la voz a causa de la ansiedad.

-No te preocupes, es normal. Todos hemos tenido que pasar por eso alguna vez, pero ya verás como en seguida pasa esa sensación. Además, en esta clase nos llevamos todos muy bien entre nosotros- Marco miro a Abril a los ojos, dedicándole una tierna sonrisa.

-Gracias, eso espero la verdad- Una risa nerviosa salió de la boca de Abril, la cual en seguida volvió a centrarse en la clase. Esteban no perdía y el tiempo, y aun siendo el primer día, ya había comenzado a explicar el temario.

El resto del día transcurrió sin mayor importancia. Conoció al resto de su clase y a unos cuantos profesores más. A la hora del patio se quedó sola, sentada en un banco. Aunque parecía que estaba formando una buena relación con la gente de clase, aún no se sentía cómoda. Pasó la media hora del patio sin parar de buscar con la vista a Mar, pero no la encontró por ningún sitio, y tampoco tenía su número de teléfono para mandarle algún mensaje. En el poco tiempo que estuvo hablando con ella, la hizo sentir segura y muy bien. Le había hecho sentir, que aun y con el cambio de residencia, la perdida de su madre, aún podía quedar algo bueno.

El día llegó a su fin y Abril se dirigía a la puerta principal del instituto para irse a casa. Vivía a pocos minutos, así que iba andando. Por el camino le pareció ver a William, el chico de su clase. Parecía estar discutiendo con una chica. "¿Mar?" Pensó Abril, aunque en seguida descartó la idea, aunque parecidas, el pelo de esta chica era muy diferente.

Llegó a casa, cansada por tener que adaptarse a madrugar después de todo el verano levantándose tarde. Se acerco a la parte trasera de la casa, su hermano estaba jugando con Odín.

- ¿Y Papa? No lo he visto esta mañana antes de ir a clase y ahora no está aquí.

- Pues no lo sé, le he llamado un par de veces cuando he vuelto de trabajar, pero no me lo coje. Ya sabes como es, y como está. Cuando tiene días malos prefiere alejarse de nosotros. Volverá esta noche, no te preocupes. – André, aunque hablaba en su tono normal, tenía el semblante serio, como si pensara en otro mundo mientras hablaba.

- Él nunca está. -Susurró Abril, dolida.

- No digas eso Abril, lo está intentando, para él tampoco es fácil nada de esto. Ha perdido su casa y su mujer. Intenta empatizar un poco más, ¿quieres?

- Si hubiera cuidado de mama como debía, si se hubiera comportado como debía, ella seguiría aquí. Que tu quieras mentirte a ti mismo no es problema mío.

Abril subió a su cuarto, intentando aguantar las lagrimas hasta llegar a su cama. Se tiró boca abajo, y empezó a llorar y arañarse la cabeza. Era una costumbre que había adquirido cada vez que tenía un pico fuerte de ansiedad. Se llenó la cabeza de pequeñas heridas, manchando el edredón de la cama de sangre. No era algo nuevo para ella, ya conocía la sensación y estaba tranquila, sabía que no se verían las heridas con el pelo.

André se acercó hasta su cuarto y se quedó en la puerta, mirando a su hermana preocupado, sin saber bien que hacer. Sabía el porque se arañaba la cabeza, sabía porque era la cabeza y no otro lugar.

Se sentó en la cama, tocando la pierna de Abril, y, con una voz tranquila, pero grave y firme, le dijo a su hermana:

-Tranquila pequeña, tu hermano esta aquí y te cuidará, te lo prometo, todo saldrá bien...

André salió del cuarto. Abril lo estaba desenado, no soportaba que nadie intentara calmarla o consolarla en esos momentos, le gustaba regodearse en su autoengaño, en su mundo y su idea de que haciendo eso todo estaría bien.

"Algo va mal", pensó Abril. Su vista se quedo fija en el pomo de la trampilla de la esquina de su habitación. Empezó a sentir un fuerte zumbido en sus oídos, a sentir todos los sonidos lejanos, con eco. Llegó el momento en el que solo era capaz de escuchar su propia respiración, agitada y profunda. Perdió la consciencia unos instantes. Cuando volvió en sí, estaba desorientada, tenía la sensación de que habían pasado horas. Salió del cuarto, y se fue a dar una vuelta por el pueblo, necesitaba calmarse y tenía la esperanza de ver a Mar, ella podría calmarla.

La encontró, está vez cerca de la Torre de dos Andrade. Era una torre del siglo XIV.

Estuvo hablando con ella, durante varias horas. Le contó lo que había sucedido, el como se sentía con todo aquello. Se sentía en confianza con ella, como si la conociera de hace mucho. Mar le contó que su madre estaba enferma, y su padre trabajaba, por lo que tenía que quedarse a cuidar de ella, por eso no había ido a clase, y no sabía cunado volvería a ir. Se despidieron en la puerta de casa de Abril, no sin antes darse sus números de teléfono para poder tener un mejor contacto.

Abril entro a su casa, más calmada, aunque no duraría mucho. 

Entre dos pieles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora