Capitulo 8

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Pov Harry.

Me desperté por unos fuertes picoteos que se escuchaban al rededor de toda la casa, y al pararme de la cama y bajar por las escaleras, las cosas comenzaron a descontrolarse. Veinticuatro cartas para mí entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia tiraba las cartas a una caja que más tarde dio a Tío Vernon. Claro sin que esta se dignase a mirare a los ojos, y si lo hacía, tenía mucha culpa y pena.


-Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? -Me preguntó Dudley con asombro. 


Así transcurrió el día hasta la llegada del Domingo. La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.


 -No hay correo los domingos -Nos recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico- Hoy no llegarán las malditas cartas... -Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y me golpeó con fuerza en la nuca, por lo que rápido le lancé una de esas miradas que llaman asesina, mientras la tía Petunia me sobo un poco el cuello disimuladamente-


 Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero salte en el aire, tratando de atrapar una

-Fuera! FUERA! -Tío Vernon me tomo por la cintura y me arrojó al recibidor. Cuando tía Petunia y Dudley salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Vernon cerró la puerta con fuerza. Podía oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo -Ya está -Dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote -Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin discutir! -Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se atrevió a contradecirlo. 


Diez minutos después nos habíamos abierto camino a través de las puertas tapiadas y estábamos en el coche, avanzando velozmente hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el ordenador en la bolsa. Condujimos. Y seguimos avanzando mientras que una sola persona me rondaba por la mente, Matilda!, oh por Dios, como le diría que mi tío loco nos saco de la casa, acaso me odiaría por no decirle nada al respecto?. Al parecer tía Petunia se dio cuenta de lo sucedido y me lanzó una mirada de calma, aunque ni siquiera ella se atrevía a preguntarle  a tío Vernon adónde íbamos. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario. 


-Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... —Murmuraba cada vez que lo hacía. No nos detuvimos en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador.


 Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba, pero yo permanecí despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban y deseando saber...Al día siguiente, comimos para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. Estábamos a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a nuestra mesa.

Mi primer amor- Matilda x Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora