Azahara se debatió durante minutos delante de la puerta de Román. Después de las conversaciones que había tenido con Nicole con respecto a lo que implicaba su boda, había algo en ella que la empujaba a ceder, un pequeño impulso de dejarse llevar por esa parte que titilaba al estar en la presencia del hombre que habían designado como su prometido.
Román era un hombre guapo, pero la palabra se le quedaba corta. Azahara no tenía palabras en el diccionario para describir la belleza del francés; su cuerpo esbelto, pero definido; la altura que se cargaba, como si de un Dios griego se tratara; la fuerza y el poder que parecía envolverlo con un aura que lo hacía parecer un arma letal. Allah se apiadara de ella.
De haberse encontrado en Marruecos, jamás podría haber tenido la libertad de hacer lo que estaba a punto de llevar a cabo. Pero no estaba en su patria, así que quizás su Dios había sido misericordioso y le había concedido esta pequeña brecha de decisión dentro del caos que era su vida.
Así que tomando una respiración honda y armándose de valor, dejó caer los nudillos contra la madera. No había vuelta atrás.
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Cuando Román abrió la puerta de su habitación, lo que menos había esperado era encontrarse con la marroquí al otro lado.
Azahara y él llevaban tres meses comprometidos y lo único que había logrado desde el día que Ian se lo había comunicado era que la muchacha tolerara su presencia lo suficiente como para no salir corriendo de la habitación.
Temblaba como un cervatillo herido y el instinto protector que siempre lo había caracterizado lo impulsaba a pasarle la mano por la mejilla, buscando decirle que no lo temiera, que él jamás haría algo para dañarla.
Aparte de casarse con ella, claro estaba.
Así que enterró sus ganas de tocarla en la profundidad de su alma y se quedó ahí, de pie frente a ella en el umbral de su puerta, esperando a que le dijera a lo que había venido.
Pero cuando ella siguió ahí, pasando la mirada de sus ojos a sus pies, decidió que era hora de darle un pequeño empujón.
— Azahara - le dijo poniendo una sonrisa que llevaba años colocando para infundir confianza -. Puedes hablar conmigo, no muerdo.
Ella levantó sus preciosos ojos chocolate hacia los de él y pudo ver todo el conflicto que le atravesaba el cuerpo. La ansiedad le hacía picar las manos, añoraba tocarla y poder hacerla sentir segura; pero cuando siguió sin decir nada ni reconocer la mala broma que había hecho, los engranajes de su cabeza comenzaron a evaluar los muchos escenarios de lo malo que podría haber pasado.
— ¿Ha ocurrido algo? - insistió -. ¿Alguien te ha faltado el respeto?
No le importaba que su compromiso fuera algo arreglado o que ella apenas lo reparara, pero no iba a permitir que nadie le faltara el respeto. Jamás. Primero muerto.
Suficiente tenía la pobre con tener que renunciar a su familia, a su país y a su religión como parte de un trato que ella ni siquiera había pensado.
— Azahara, si alguien...
— Nadie me ha faltado el respeto - le dijo mirándose los zapatos -. Yo... Bueno, yo venía a...✩。:•.───── ❁ ❁ ─────.•:。✩
Joder, parecía una estúpida ahí delante de Román sin poder formular unas sencillas palabras. Incluso las había ensayado en su habitación en el otro extremo del pasillo.
Pero no contaba con que Román sólo apareciera con un pantalón delgado de pijama, con su cincelado torso a la vista, con los vellos en el pecho y los cuales bajaban por su abdomen en una fina línea, para luego perderse más abajo de la cinturilla del pantalón.
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Extras Anagapesis
Fiksi RemajaApartado para extras de la Bilogía Anagapesis: Idílico y Epifanía. Partes que no se conocen de la historia.