Capítulo 1: Un arcoíris incoloro.

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Eran las 6:30 de la mañana en el reloj. Devon apenas hace dos horas había conciliado el sueño. Lo inevitable sucedió: suena la alarma, tan fuerte como siempre, que hace a Devon responder al llamado. El llamado del despertar. Aunque él sintió como si hubiera parpadeado por un minuto entero en toda esa rutina de sueño. "Quisiera no salir", piensa, mientras se resigna y considera las consecuencias en el trabajo si, en efecto, no sale. Se da cuenta que, igual, no le pasaría nada si no llega (exceptuando el día sin pagar), pero no hay otra cosa mejor que hacer en casa de todas maneras, y se levanta de la cama.

Usualmente se ve semidesnudo frente al espejo de cuerpo completo unos cuantos segundos, aprecia su complexión delgada pero con un poco de grasa que se mueve en su abdomen y en sus brazos, hasta que su cabeza responde al 100% ; para luego ir al baño a bañarse y a cepillarse los dientes. Sigue pensando en no ir a trabajar.

Sale de la regadera, se seca rápido y no tarda en cambiarse. Se pone una playera que estaba tirada cerca de su cesto de ropa sucia, pues a simple vista no se ve sucia y para rectificar que no lo está, la huele de las axilas. Es el punto clave. Y sí: no está TAN asquerosa. Pero lo malo llega cuando checa en su cajón de ropa interior y ya no tiene nada limpio. Se resigna nuevamente; pone cara de fastidio, más que nada por la moral que está a punto de romper, y agarra el calzón que se quitó hace rato, poniéndoselo rápido para no sentirse desagradable. Cuando termina de vestirse se da cuenta que se ve gris, gris como el cielo que ese día le acompañaba a él y a su mundo visible.

Checa traer todo lo indispensable en sus bolsillos: llaves, celular, cacahuates por si le da hambre más adelante y algo de efectivo. Devon siempre quiso hacerse la costumbre de cargar papel de baño a todos lados, así como su mamá, pero cuando sale de casa todos los días, se da cuenta más o menos una hora después que no pudo cumplir con su propósito una vez más.

Sale de su habitación, y baja las escaleras como ya le es costumbre. Ha vivido en esa casa casi 23 años.

- Buenos días. - dice sin voltear a donde estaba su madre.

- Buenos días, hijo. - responde Carolina, todavía viendo la televisión. - Hice huevo revuelto y me sobró, sigue en la sartén, por si quieres agarrar un poco antes de que te vayas al trabajo.

- Sí mamá, gracias. - dice Devon, dirigiéndose a donde estaba ese huevo revuelto.

- Oye hijo, Daria habló. Al número de la casa. - voltea un poco la cabeza para hacerse escuchar mejor - Me dijo que no le ha respondido los mensajes, que ni los ha leído. Me dijo que te preguntara si pasaba algo.

- No, ma, no pasa nada, nunca pasa nada. - suspira él - Es que... yo le he dicho, yo le he dicho a Daria que no puedo contestarle los mensajes mientras trabajo. Especialmente cuando estoy trabajando.

- Sí, hijo. Pero, si no es incumbencia, ten en cuenta que SÍ llegas a casa después de trabajar, que en este momento estás en tu casa y perfectamente disponible para mínimo contestarle a esa pobre niña. - Carolina expresó, con una cara de preocupación y molestia al mismo tiempo.

- Sí es incumbencia, mamá. - respondió éste, irritado. Pero al darse cuenta de la cara molesta de su madre, se ablandó y concluyó con: - Sólo digo que es un trabajo de tiempo completo, si de por sí yo no puedo ni estar conmigo mismo a veces, la verdad resultaría más complicado mantenerme siempre al tanto con Daria.

Su madre estaba sentada, en la sala, mientras mantenía una cara inexpresiva ante la situación que estaban discutiendo, como tratando de no meterse más en el asunto. Devon se acerca a ella, le da un beso en la mejilla y le habla directamente cara a cara mientras se come su huevo revuelto.

- No te preocupes mamá, todo entre Daria y yo está perfectamente bien. Hasta creo que nos veremos hoy yo saliendo de trabajar. Te diré como me fue -

El amor verdadero de Devon Vinter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora