Capítulo 2, El Callejón Diagon

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Al día siguiente fueron al callejón Diagon utilizando los polvos flu, como ya estaban acostumbradas a usarlos no tuvieron ningún problema. Cuando llegaron el señor Lovegood se fue a dar una vuelta por el Caldero Chorreante y les dejó que compraran las cosas solas.
El Callejón Diagon estaba más de lleno que de costumbre, porque un montón de estudiantes iban de un lado para otro buscando sus cosas para las clases.
-¿Vamos a comprar primero el uniforme?- preguntó Luna señalando hacia «Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones»
-Venga vale, ¿tienes el dinero?
Luna se metió la mano en un bolsillo de la chaqueta que había comprado hace unos meses en una tienda muggle y le enseño una bolsita de cuero-Sí, aquí está, vamos.
Después de comprar las túnicas fueron a por los libros a Flourish y Blotts, se compraron unos helados bien grandes y siguieron comprando, después de un buen rato tenían todo lo que necesitaban menos la varita.
-Mira ahí esta Ollivander, entra tú y yo me quedo fuera con todo esto- le dijo Luna mientras le cambiaba la bolsita del dinero por unas bolsas de libros.

La tienda era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: «Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.». En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color púrpura, se veía una única varita.
Lily entró, y saludó amablemente al señor Ollivander, que era un anciano con ojos grandes y pálidos, que brillaban como lunas en la penumbra del local.

-Buenas tardes señorita Jenkings- la saludó mientras sacaba de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas-. ¿Con qué brazo coges la varita?
-Con la derecha- contestó mientras estiraba el brazo y la cinta métrica empezaba a medirle del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza.
-Bien, esto ya está- dijo mientras sacaba una caja alargada de una estantería y sacaba una varita de dentro- Prueba ésta. Madera de Arce y nervios de corazón de dragón. Veintiseis centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.
Lily cogió la varita y la agitó, el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.
-Ébano y pluma de fénix. Quince centímetros y medio. Elástica. Prueba...
Lily probó, pero esa tampoco funcionó.
-No, no... Ésta. Ébano y pelo de unicornio, veintitrés centímetros y cuarto. Muy elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
Lily tocó la varita. Sintió un súbito calor en los dedos. Levantó la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes.
-¡Oh, bravo! Si, si...-Dijo mientras ponía la varita de Lily en su caja y la envolvia en papel de embalar.
Lily pagó la varita y salió a donde Luna la estaba esperando.
Ya era tarde, buscaron al señor Lovegood y se fueron a casa.

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Wingardium LeviosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora