Cap. 2

96 15 7
                                    

Capítulo dos.

Luego de siete largas horas de clases en la universidad, por fin termine

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Luego de siete largas horas de clases en la universidad, por fin termine. Eran las ocho y media, a las nueve treinta tenía que entrar a mi trabajo nocturno; conseguía tener un tiempo de descanso de exactamente una hora.

Más relajada me despedí de mis compañeros y salí del aula para comprar un café en lata. Necesitaba cafeína para mantenerme despierta.
Me apoyé en la pared con los ojos cerrados, apreciando el breve silencio del lugar y romper el sello.

—Recuperando energías, ¿no?

Abrí un solo ojo y lo reconocí, Akiyama, él era un chico de otra clase, estudiaba medicina y era solo dos años mayor que yo. Se puede decir que tengo un amigo en la universidad y ese sería él.

—Claro, lo necesito.

—¿Vas a trabajar?

Le di un largo trago notando el delicioso sabor dulce y amargo del cafecito. Tras tragar, hablé.

—Sí, voy a tomar el metro para ir.

—¿Te acompaño?

—No gracias, puedo ir sola.

Curvo sus labios en un círculo, su rostro expresaba el querer protestar pero se rindió.

—Entiendo y está bien. Ten cuidado. —Se acomodó las tiras de su mochila sobre sus hombros—. Nos vemos el día lunes, o cuando sea.

—De acuerdo.

Beso, mi mejilla algo brusco y se fue rápidamente a esperar el bus en la parada.

Me sentía cansada físicamente, el dormir poco y estudiar todo el tiempo posible me estaba afectado. Se notaba a leguas en mi apariencia.

La vida adulta es horrible.

Me fui a sentar en la entrada del metro, dejando que el tiempo transcurra para luego ir al bar.

Ya estando ahí, cambie mi ropa por una más 'efectiva' para atraer a los clientes, eso era lo que decía el viejo verde de mi jefe.
Era un vestido negro ajustado unos veinte dedos por encima de la rodilla, si, muy corto, pero de igual forma no me quejaba, trabajaba en la barra preparando los tragos, no salía mucho a entregar y adicionalmente, venía solo gente con dinero que solían comportarse para mantener su reputación impecable con los demás ricachones.

—Veamos, ¿aquí tenemos un Mojito y un Sea Brezeer? —pregunte apuntando a cada uno de los hombres frente a mí. Ellos sonrieron y afirmaron.

—Exacto.

—De inmediato.

Empece a preparar los tragos escuchando la música lenta de fondo. Todo era relajante en ese momento o al menos a mi parecer lo era. Algunas chicas bailaban con prendas algo expuestas sobre una pasarela, a la par algunos caballeros dejaban billetes dentro de una caja como recompensa por sus eróticos bailes mientras que de sus bocas salían bocanadas de humo; el olor a cigarro y aromas dulces inundaba el lugar.

Filofobia (Rindō Haitani). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora