Capítulo Cinco

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Diana ya tenía dos semanas inconscientes y las únicas veces que despertaba tenía alucinaciones por lo que tenía vigilancia extrema. María estaba muy preocupada por su señora, a pesar de que sabía que algo malo es difícil de matar.

Khaldun había sido acusado de envenenar a su hermana por lo cual su padre le quito el título de príncipe, exiliándolo del palacio hacia las afueras de Egipto.

La criada de confianza se encontraba caminando por los pasillos del palacio luego de a ver salido de la enfermería, viendo que había un gran ajetreo por todos lados decidió ir a preguntarle a una de sus compañeras pero antes de llegar hacia esta una voz la detuvo a medio camino.

— ¡María!— Una Rut toda sudada y agitada se acercó a ella.

— ¿Qué pasó? ¿Estás bien? — Preguntó preocupada por la chica.

— Tienes que ayudarme María, te lo suplico— Rogaba mientras lágrimas caían de sus hinchados ojos.

—Tranquila respira, ven, vamos a un lugar privado.

Fueron a un pasillo desolado lejos de las miradas curiosas y el ajetreo de las personas.

— ¿En qué te puedo ayudar para que no estés así?

—El príncipe Khaldun, él...

—El ya no es un príncipe — Ya nadie podría llamarlo así.

—El rey mandó a ejecutar al hijo del príncipe Khaldun.

Había quedado sin palabras, no creía que su Rey sea capaz de hacerle eso a un niño inocente que no tenía nada que ver con los pecados de su padre.

—Es sólo un niño — susurro.

Exacto María, sólo un niño, es lo único que me queda de él en este palacio— la mujer estaba desesperada, agarró a la rubia de los hombros pero está se soltó.

— ¿Lo único que te queda de él? ¿A dónde quieres llegar? — había algo que no le cuadraba en todo esto.

—Ayúdame a sacar el niño de aquí, a salvarlo —suplico.

—No puedo hacer eso — Le dolía hasta el alma, había crecido en ese palacio había visto muchas cosas de las cuales no puede ni mencionar pero lo que ella le pedía era una total locura.

—Por lo que más quieras María, debes ayudarme — La chica estaba dispuesta a ponerse de rodillas con tal de obtener su ayuda— ¿Cómo te sentirías si fuera tu hijo?

—Ese es el problema, no es mi hijo ni el tuyo tampoco. Pero veré que puedo hacer— María pensaba que si ayudaba a un alma inocente Dios perdonaría todos sus pecados— Enciérrate con el niño en tu habitación, nos vemos en un rato.

La rubia salió prácticamente corriendo hacia la enfermería, al entrar se encontró a su señora leyendo en su cama.

—Casi me matas del susto María— Le reprendió.

—Mi señora ¿Cómo es que esta...? — Sí que estaba sorprendida.

—Luego te explico, ahora dime porque tanto apuro— La princesa se acomodó mejor en la cama y volvió su vista al libro.

—Desterraron el príncipe Khaldun— María trataba de que su mente comprendiera todo lo que estaba pasando.

—Sí, me enteré— Soltó una risa— Uno menos, faltan cinco.

E ahí comprendió que todo había sido un plan de la princesa.

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