Capitulo 2: Purgatorio de fuego

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"Rara vez confío más en una persona, que en un disparo"

30 de Junio de 1887, Calicó, Condado de San Bernardino. California, Estados Unidos.

─Eh Hans... ¡Hans! ¡Anda, despierta! Que me lo has prometido viejo ─. Decía con un tono muy impaciente, una pequeña y aguda voz.

─Anda, que desde aquí puedo verte que te haces el dormido, no me vas a engañar otra vez, jodido Hans ─El niño, refunfuñando, continuaba hablando más alto y agudo, esta vez, moviendo el brazo del robusto y dormido hombre.

Tal persona, nombrado como Hans, se encontraba cruzado de brazos mientras dormía plácidamente, apoyado en la base de un gran y único árbol. Este, estaba ubicado sobre una gran loma, la cual daba una espectacular y tranquila vista, de todo el pueblo de Calicó.

Hans, a simple vista, tenía una enorme apariencia. Fácilmente se podía notar que era una persona la cual sobrepasaba el metro noventa y cinco. Su tez era morena, tal como el mejor de los chocolates y su contextura física, parecía dotada de una extraordinaria musculatura, la cual hasta dormido, se podía resaltar a través de sus descubiertos brazos. Su rostro, muy serio pero calmado, era similar a un océano en calma, el cual permitiría dar hasta el mejor de los viajes. Su mandíbula era tan imponente que hasta se remarcaba en su cara, a su vez, entre sus labios, tenía un pequeña ramita de hoja, probablemente del mismísimo árbol, sin embargo, no era lo que más se apreciaba de ver, ese lugar lo tenían sus ojos, los cuales parecían arrebatados del mismísimo cielo celeste. El resto de su cabeza estaba oculta, debido a que tenía puesto un gran sombrero negro.
Más por el torso, llevaba una camisa negra con sus mangas arremangadas, la cual al estar recostado se llegaba a ver que por la altura de las clavículas, tenía adornos de líneas doradas que iniciaban su recorrido desde el cuello hasta terminar por sus hombros. Al resto de la misma, la cubría una desabotonada chaqueta de cuero marrón claro y más por encima, un poncho de color marrón muy oscuro con bordeados dorados, casi como el oro, el cual cubría ambos costados de la cintura del hombre.
Su piernas, cubiertas por completo, eran muy largas y vestían un pantalón de un negro muy oscuro, el cual llegando a las botamangas se abrían por completo. Más por debajo, su calzado se componía por dos botas negras puntiagudas, las cuales detrás de su talón, ambas dejaban ver a una estrella dorada.

Este hombre, muy lentamente, elevo el brazo colocando su puño justo al lado de la frente del niño. Un silencio y una suave brisa reinaron en el lugar. El niño, completamente anonadado, solo observaba el enorme puño que tenía justo en su frente, para luego caer rodando cuesta abajo por la loma, a causa de un suave y gracioso tincazo en su rostro.

Este pequeño, ahora levantándose de semejante rodada, vestía en su torso una especie de ropaje hecho de tela el cual lo cubría, más por debajo tenía un pantalón de color marrón muy claro, a causa del desgaste de tanto usarlo. Sus pies, descalzos y sucios, le brindaban la libertad que él quería, pero dejaban muy en claro la situación en la que se encontraba. Sus manos y brazos, en un estado similar al de sus pies, estaban sucios y con pequeñas cicatrices, tal vez por cortes o por juegos. Su rostro, un poco percudido, rebosaba de alegría y sinceridad mientras se levantaba y observaba atentamente hacia arriba, como el mismísimo sol de aquel mediodía despejado, era tapado por la gran figura humilde y sonriente de tal buen hombre, observando con cariño al pequeño.

─Veo que te me has adelantado, Billy. Si sigues así, pronto me vas a alcanzar, querido ─.Le decía desde cuesta arriba mientras se reía y comenzaba a bajar de la loma muy lentamente.

─A veces eres muy descortés gigantón, baja aquí que te daré unos muy, pero muy buenos castañazos ─.Decía el pequeño refunfuñando mientras fruncía su ceño y levantaba sus giratorios puños.

La Saga de la Teoría del Caos - El Principio del FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora