Capitulo 3: Amor entre cadenas

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"Perseverar es similar a continuar. ¿No me crees? Yo te lo demostrare"

Pueblo de Creta, Grecia Antigua, 1300 a. C.

—Pietra... tu y yo no tenemos que vernos... mucho menos estar juntos. ¡No deberías estar aquí, ni yo recibiéndote! —Decía el joven muchacho, con una voz muy baja y casi silenciosa.

—Si yo estoy aquí, es porque nuestro destino lo quiso. Arquímedes... tu cuerpo y el mío, siempre estuvieron predestinados a unirse... No niegues al destino, tampoco al amor —Contestaba la joven encapuchada en lana, con un tono muy seguro  mientras se abría paso a través de un ventanal medio abierto, en plena noche oscura, donde dos amantes prohibidos y enamorados, por fin se encontraban el uno con el otro.

Tiempo después... Atardecer en el Palacio de Creta, Grecia Antigua, 1300 a. C.

—¡Princesa! ¡PRINCESA! Le pido que deje de soñar y baje de ahí ya mismo. Se puede lastimar y su padre me matara —Decía con un tono algo desesperado, un hombre vestido con una bata larga de color blanco. El, poseía una particular calvicie sobre el centro de su cabeza.

—Oh... Néstor... ¿Tan temprano viene a perturbar mi tranquilidad? ¿No ve acaso que estoy en una plena sesión de adoración al sol? —Respondía con mucha ironía, la joven princesa Pietra.

—No. Lo que yo veo, princesa, es a usted recostada sobre el techo más alto de todo el pueblo. Sobre el techo su propio palacio. ¡Baje ya mismo de ahí! —Perdiendo su paciencia para luego dar un suspiro y recobrarla.— No se preocupe princesa, pronto, tan rápido como los rayos del mismísimo sol, volveré a salvarle. Pero con ayuda... —Decía ese pequeño hombre desde un balcón con vista perfecta hacia el inclinado techo del palacio, justo antes de marcharse para el interior del mismo.

Pietra, la princesa de Creta, ubicada en una isla perteneciente a la Antigua Grecia, era una joven muchacha aspirante al trono. Ya que era la única hija del Rey Demetrio, debido a que su difunta madre, Melania, falleció tras su parto.

Tal muchacha, poseía una mirada muy particular y única en todo su imperio. Sus ojos, extrañamente rojizos tal como los de su madre, con solo mirarle amenazaban tempestad. Su sonrisa, en conjunto con su constante frente en alto, dejaba en claro que era una mujer con mucho carácter y, por sobre todo su actitud, la cual tenía cierta rebeldía inquebrantable. Por otro lado, su cabellera, de un color marrón muy claro similar a la de su padre, se encontraba atada por un gran y extraño broche de metal, con forma semejante a los cuernos de un toro, el cual era un animal muy típico debido a las costumbres Cretenses, dejando así, a una larga colita de pelo caer.

Su cuerpo, casi cubierto por completo, vestía un Quitón blanco hecho de lino, el cual era la prenda interior, que llegaba hasta los codos, dejando el resto de sus brazos al descubierto, para luego ceñirse en su cintura y así seguir bajando hasta casi llegar a sus pies.

Ya exteriormente, poseía un Himation, el cual era un manto cuadrangular de color verde y bordeado de un color dorado, al que lo llevaba sujeto en el hombro izquierdo y luego se ajustaba por debajo del otro hombro, para así al resto de su tela, dejarle caer por su cuerpo.

Pietra, recostada sobre el techo del palacio, con sus ojos cerrados, casi adormecida y apoyando su nuca sobre las palmas de sus manos, solo respira para luego suspirar profundo mientras Néstor se va al interior del palacio, para así comenzar a contar unos números. Allí es cuando pronuncia siete y sus ojos rápidamente se abren, separando las antes entrelazadas palmas de sus manos, siendo ahora apoyadas con mucha fuerza y estabilidad sobre el techo. Casi como un movimiento al simultáneo, eleva sus piernas y las impulsa hacia atrás, dando un giro en el aire, gracias al fuerte envión proveniente de su abdomen.

La Saga de la Teoría del Caos - El Principio del FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora