→16/09/2007

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Era extraño que Kazutora Hanemiya recibiera algún tipo de visita, esos últimos dos años encerrado tras las rejas sólo tuvo la presencia de Draken de vez en cuando y a veces de su madre: la cual no paraba de darle más peso que el que ya su arrepentida alma cargaba.
Aquél día era su cumpleaños, el joven que aún mantenía algunos reflejos rubios en su cabellera, imaginó que la persona tras el vidrio sería la mujer que lo trajo a la vida, seguramente para reclamarle de su nacimiento una vez más. No estaba animado, por más que la amaba, por más que quería verla; no quería seguir escuchando sus quejas, sólo quería que de una vez por todas lo duerman y ante eso sacarle el peso que esa mujer cargaba con su miserable presencia.

Entrar al cubículo dónde sería su encuentro, se sorprendió con la silueta que primeramente observó, luego, su semblante entristeció por completo, lo recordaba, ¿Cómo no hacerlo? Era el amigo de Baji, con la cara toda reventada, mostrándose igualmente como aquella vez donde él pidió al fallecido que sellara su lealtad a Val-Halla golpeándole.
Nuevamente se sintió miserable.

El mayor no quiso ni preguntar, suponiendo en un principio que el chico y la ToMan se habían metido en algo grande. Se sentó en la única silla que había en el lugar, sin dirigirle más su atención, sin decir nada, después de todo no sabía ni que hablar o el motivo por el cuál justamente ese chico estaba allí.
Minutos pasaron y finalmente Chifuyu rompió el hielo, más bien por enojo al poco tiempo que le darían para conversar con un preso, tanto era lo que quería decirle, necesitaba apurarse.

- Tal vez no te interese, tal vez nunca pasó por tu cabeza. -

Esas palabras llamaron la atención de Kazutora, quien ahora levantó su cabeza y así observar mejor al más chico, quién continuó su habla esbozando una fugaz sonrisa, la misma que de alguna forma no podía explicar bien; hicieron llorar al más grande.

- Pero, te perdono y me gustaría darte mí amistad. -

Hanemiya no entendía nada y menos los motivos por el cual, luego de dos años, aquél muchacho de rubia cabellera apareció allí frente a él para decirle esas palabras que de alguna forma le habían curado el alma. Nuevamente bajó su vista sin saber que decir, después de todo, no sentía que era merecedor de aquél perdón, no recordando lo que había hecho tiempo atrás.
Las lágrimas del mayor no dejaban de caer, sus hermosos ojos color miel estaban húmedos sin permitir que pudieran asomarse ante la visión de quién lo viera, eso sólo preocupó a Chifuyu Matsuno, quién por no conocer bien a la persona tras el cúbiculo, ahora no sabía como reaccionar o calmar aquél llanto que él mismo provocó.

El menor de la sala dirigió su atención a un pequeño cronómetro que posaba en lo alto de una de las paredes, mostraba el tiempo que podía permanecer allí, tragó en seco al notar que sólo le restaban 40 minutos, de los cuales 20 los desperdició haciendo llorar a su contrario. Decidió continuar con el motivo de su visita.

- Hay tanto que me gustaría contarte, tan poco tiempo, pero antes que nada. . . Feliz cumpleaños, Kazutora. -

Esas palabras finales las mencionó sonriendo, esbozando esa sonrisa que parecía competir con el mismísimo sol para ver quién era el que brillaba más, la misma que calmó a Kazutora por unos momentos puesto se encantó con esa visión, pero pronto su semblante volvió a entristecer, queriendo llorar nuevamente, desesperando por completo a Chifuyu quién ahora realmente no sabía como calmarlo.

Fueron 10 minutos más que pasaron hasta que Kazutora finalmente se recompuso disculpándose por el llanto, simplemente se sintió querido por unos minutos, un sentimiento que no era común recibirlo, ahora permitió que el menor pudiese hablar.

- ¿Estás más calmado? - Preguntó Chifuyu, esperando una respuesta positiva y volviendo a ver ese pequeño cronómetro, ahora iba a tener que resumir toda su historia.

Tu compañero | KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora