→ 16/09/2011

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Ese era EL año, definitivamente lo era.
Nada y nadie podría interponerse en una sana conversación junto a Chifuyu en la hora que tenían juntos, ya no más llantos. Con esa mentalidad Kazutora se había levantado en el día de su cumpleaños aquél 2011, estaba animado y decidido en las cosas que quería contarle a su amigo, una de ellas tenía por seguridad de que aquél rubio la tomaría con mucha alegría, es que bueno, era su inspiración por la que día a día se levantaba con los ánimos en las nubes.

En aquellos momentos y como de costumbre, se encontraba tirado en su cama de la celda, solía ser compartida, por lo que momentos de soledad los apreciaba mucho, estaba leyendo las cartas de Chifuyu, las mismas que cuando recibió leyó con cariño y emoción. Kazutora las conservaba, no había ni un solo día dónde no leyera esas hojas, las tenía como algún tipo de tesoro preciado, después de todo se trataba de algo que su amigo se dedicó en recrear.

El momento más esperado finalmente llegó, fue avisado de que tenía visita y ni bien escuchó el llamado, guardo las cartas bajó su almohada, se puso en pié y se acomodó un poco el cabello antes de partir.
Porqué si, desde lo que escuchó el año pasado, Kazutora dejó de cubrir la mitad de su rostro con el pelo, ahora sus mechones caían por ambos lados del mismo, dejandolo más a vista. Si podía ser sincero, lo sentía más cómodo, era como si haber arreglado su cabello provocó que se sintiera más animado respecto a muchas cosas y sobre todo, nunca podía olvidar a Chifuyu mencionando que así seguramente se vería más lindo, siempre al tener esos pensamientos provocaban que levemente sus mofletes tomaran un tono más carmín. Cómo en ese momento, que estaba en pié con la mente en los aires y totalmente rojo, dónde sólo cayó de cara a la realidad cuando el oficial que venía a buscarlo le pidió que se apurarse o perdería la visita. Simples palabras que provocaron a Kazutora salir corriendo al cuarto de encuentro.

Aquél de cabellos rubios se encontraba dónde costumbre, esperando a la persona que venía a visitar así como prometió que haría cada año hasta el día de su salida, notar la presencia del más grande sólo y de forma natural, le sonrió, siendo correspondido por la otra persona quien también reaccionó de la misma manera. El mismo tomó asiento en su debido lugar, recibiendo a cambio las risas del más chico quién percibió el cambio de look que se traía.

— Al menos ahora sé que tenés dos ojos. - Dicho con gran simpatía, percibiendo el nerviosismo ajeno quien tartamudeando no sabía que decir ante la declaración, por eso, Chifuyu continuó: — Te queda bien. -

Kazutora no tuvo más remedio que cubrirse la cara con ambas manos, estaba que moría de la pena. Se le hacía increíble como un halago o cualquier cosa proveniente de Chifuyu le dejaba en ese estado, tímido, sonrojado, dando pena. Ante las risas del más chico, aquél de los ojos color miel lentamente fue separando los dedos que aún cubrían su rostro, siendo el espacio aquella ventana para ver a su contrario reír, una visión bellísima que procuraría guardar por mucho tiempo, bajó su vista, aún apenado y admitiendo la realidad; ese chico le encantaba.

— Pero te dije que te veías bien, no hay necesidad de tapate la cara con las manos, Kazutora. -

En efecto. Chifuyu no entendió nada, internamente le hacía llorar a Kazutora, quién lentamente bajaba las manos de su rostro y soltó un suspiro.
El más chico no lo hacia por mal, pero las risas eran normales desde que comenzó a hablar con Kazutora, a veces, le daba mucha simpatía, por no decir otra cosa como ternura, sus reacciones espontáneas de pena. Chifuyu en su mente siempre creyó que eran por no estar acostumbrado al cariño en si, entendía que tenía que hacerle entrar más en confianza y las risas era lo único que se le pasaba en la mente, claro, tenía otras cosas más que podía hacer pero existía esa limitación de estar separados por un vidrio; era imposible de momento.

Tu compañero | KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora