Cuando decidí escribir esto, sabía que mi primera intención sería la de poder expresarme y desahogar si llegaba a pasar algo... y así fue.
Verdaderamente cruzar el mar por más de 10 horas en avión no es la aventura más atrevida, lo más atrevido en ello es soportar estar sentado y atreverte a comer la comida repugnante que te dan ahí. Las verdaderas aventuras vendrían después.
Desde estar formado con todos tus compañeros de intercambio de todos los estados del país los cuales son personas que no conoces, aprietas los puños y pretendes no tener nervios, aunque por dentro sabes que te sientes igual que aquel otro joven que no deja de tocarse los bolsillos por si algo perdió o aquella otra que tiene tanto miedo no encontrar su maleta debido a que nunca había viajado en avión. Pasar por migración, llegar con el agente verle a los ojos, tratar de hablar francés y darte cuenta que tu voz es apenas un pequeño murmullo ante aquel desconocido, seguir cada indicación de los guías, subir al camión e ir hasta la parte trasera porque sabes que atrás va la gente cool y tienes que hacer lo mejor posible por empezar con el pie derecho; sorprenderte de las carreteras y la arquitectura francesa, incluso de esos tráileres de Cemex que van en la carretera con esa forma tan peculiar de los tracto camiones europeos, y es que ya está, sigues sin creerlo, ¿Qué está pasando, dónde estoy? Es un pensamiento continuo a pesar que sabes a la perfección que no es un sueño.
Cuando finalmente llegamos a un hotel, que, aunque era supuestamente austero, era un hotel bastante bello, más que muchos que había visto antes. Eran aproximadamente las 4 o 5 de la tarde hoy que llegamos, después alrededor de una hora en camino es que vimos la entrada del Mercure, una entrada muy austera, al pasar el lobby era un lugar muy ancho y muy alto, nos dividieron por parejas, afortunadamente al menos para esta primera noche me tocó compartir habitación con Beto, un compañero de Aguascalientes con quien al menos pude bromear y cotorrear algunas veces mientras íbamos a los cursos de francés previos a ganar esta beca. De hecho de mi universidad hemos venido un total de seis alumnos, Paco, Jesús, Reyna, Berenice, Beto y yo; el viaje se hizo en dos tandas, por lo cual los tres primeros ya habían llegado un día anterior a nosotros, e incluso ya habían sido mandados a su ciudad para cuando nosotros estábamos llegando al País. La habitación del hotel no estaba mal, la descubrimos después de subir al tercer piso en el elevador con la instrucción de "no salir del hotel" debíamos dormir temprano por todo lo que seguía, cosa que no nos importó, estuvimos buscando una terraza, pero no encontramos, finalmente tomamos algunas fotografías de una torre desde una ventana, por la distancia pude imaginar que al menos sería un kilómetro, lo que bastó para todos al tomar esa fotografía que sería nuestro primer suvenir del lugar.
La habitación era hermosa, cuando entrabas tenía un pequeño pasillo si lo podemos llamar así de unos dos metros, a mano izquierda estaba el baño con una bañera, la cual llamó mi atención desde un principio; a mano derecha un pequeño refri donde había un par de botellas Evian dándonos la bienvenida por nuestra llegada. Prendimos la televisión, buscamos cualquier canal, sentimos el placer de escuchar todo en francés, conectamos por primera vez nuestros equipos en las características conexiones europeas. Los mensajes, audios, fotos y demás con mis amigos y familia no faltaron. Bajamos a comer con los otros 80 becarios presentes donde pude platicar con algunos que incluso formarían parte importante durante mi estadía, creo que podía identificar la emoción en la cara de los demás, yo también la tenía, pero creo que no era como lo había imaginado, estaba más emocionado en mis pensamientos.
Al día siguiente de nuestra tan movida llegada en medio de una tarde en sábado, por la mañana al terminar una pequeña junta en la mañana donde nos hablaron de aburridos tramites y procesos burocráticos que teníamos que hacer, nos mandaron a todos por nuestras cosas, nuestra estadía en este hermoso hotel había terminado, salimos camino a la estación del tren Montparnasse, de camino se dejaron ver las calles parisinas, diablos ahí estábamos, maravillados viendo a la gente vivir sus vidas normales, mientras desde los asientos, emocionados y sorprendidos escuchábamos que al bajar no le hiciéramos caso a los negros, porque nos podrían vender algo a fuerzas o incluso estafar si no poníamos atención. Después de algunas vueltas y giros por unas esquinas llegamos ahí, de frente, la imponente y gigante torre Eiffel, no tardamos nada para comenzar a tomas todas las fotos que fueran posibles, tomé algunas selfies con mi teléfono, la cámara de dos megapíxeles de un celular comprado en Aurrera créanme que no es muy buena, pero no me importó; también saqué de mi billetera las notas con los nombres de algunas amigas, les había prometido que les mandaría notas, así que no se nos tenía que olvidar. Solo nos dieron diez minutos para recabar la mayor cantidad posible de material, cuando faltaban dos, le pedía una chica llamada Salma que nos tomara una fotografía con mi cámara, la cual obviamente tiene una buena resolución por ser profesional, quien no fue profesional fue la chica, que nos tomó una foto toda desenfocada, el único recuerdo que tengo con Beto y Jesús fue una foto borrosa y chueca. La indicación para regresar al bus se escuchó fuerte, era ya la hora de dirigirnos hacia la "Gare" así se les llaman a las estaciones del tren.
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El diario de un MexiNaco en Francia
AventuraLo más importante de un viaje no es el destino, sino el camino mismo, ¿O no? En este pequeño libro encontrarás una de las tantas historias detrás del viaje que cambiaría mi vida donde conocí el amor, la soledad, la depresión y un montón de historia...