C. 2: Super Avril.

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—Si, si, ya tengo a los alumnos y maestros, si, ya los se per... si si, bueno entendido, si bueno cambio. —El chofer apagó su celular y miró a los que tenía como prisioneros.

Los maestros estaban atados y amordazados, los chicos atados y todos apretujados.

Y Avril, ¡Ay Avri! ella seguía acurrucada ahí abajo y nadie la había visto, si tan solo el chofer hubiese sabido lo que le esperaba, si tan solo supiese que enfrentarse él solo a la furia mezclada de miedo de una rubia medio castaña, flaca, alta, con una sonrisa de aparatos y lo peor de todo, loca de amor, si tan solo hubiese sabido todo eso, yo creo que había revoleado el arma y salido corriendo.

Avril se fue arrastrando por debajo de los asientos hasta quedar a la altura de todos los demás, entonces estiró la mano hasta tocar la zapatilla del pie de Tadeo, que se encontraba cerca.

Cuando este la vio, al principio se sobresaltó, pero luego escuchó lo que Avril le decía en un susurro.

Después de susurrarle a Tadeo, Avril se volvió a arrastrar hasta la mitad del micro y ahí se quedó.

A todo esto, el chofer miraba algo en el celular mientras esperaba a su jefe que era con quien había hablado por teléfono.

Mientras Avril esperaba debajo de los asientos, Tadeo hizo su parte, le susurro a todos lo que debían hacer y de golpe todos los chicos (los maestros no podían ya que tenían a boca tapada), empezaron a cantar:

—¡La cucaracha, la cucaracha, ya-no-puede-caminar, porque le falta, porque no tiene, las-dos-patitas-de-atrás- —Y así continuaron cantando canciones molestas y absurdas para provocar al chofer, y si que lo consiguieron.

El chofer se terminó levantando del asiento y como no escuchaba su propia voz en aquel griterío, fue caminando con paso resonante hacia la parte de atrás y una vez ahí le pegó un cachetazo a la que tenia mas cerca suyo ( Dominique), y todos se hicieron los ángeles mudos, tiesos como estatuas.

Esto era lo que abril quería, que fuese hasta atrás y se distrajera con los demás chicos, entonces le hizo una señal con la mano a Tadeo, que en ese momento la miraba, y él entonces hizo lo que debía hacer.

—¡Ehh! ¿Qué le pegas a ella? ¡Metete con alguien de tu talla!

El chofer lo miró y luego le respondió con una voz repugnantemente fea.

—Mira quien habla, petizo. —Y es que, a decir verdad, Tadeo era uno de los más petisos del grado, pero igual le replicó.

—A, ¿Si? ¿Petiso yo? ¡Yo soy un enano de uno diez. —sus compañeros admiraron la contra que le daba Tadeo al chofer.

—Y ¿Cuántos años tienes? ¿Trece? —el chofer se acercó un poco más a Tadeo.

—Cuanto más me mamo mas me crece, —nadie, nadie en su vida se escapaba de esa broma de Tadeo.

El chofer lo miró sorprendido, no podía creerlo, ese pendejo lo estaba ridiculizando delante de esos otros pendejos.

Levantó a Tadeo agarrándolo de la remera y lo dejó colgado suspendido levemente en el aire.

Este tenía las manos y los pies atados, por lo cual solo podía mover la cabeza, pero en ese momento Avril aprovecho, salió de debajo de los asientos, corrió a adelante, tomó la pistola, que, descuidadamente, el chofer la había dejado sobre el asiento del conductor, se dio vuelta, le apuntó directamente a la cabeza del chofer que seguía sosteniendo a Tadeo por lo alto y le dijo:

—Soltá a mi amigo, o estás frito...

Plan Mafia 2: El viaje al surDonde viven las historias. Descúbrelo ahora