CAPÍTULO 12. TENSIÓN AL LÍMITE

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Drew la observaba en silencio, recorriendo cada facción con la mirada, intentando encontrar algún rastro de Olivia en ella. Pero no había nada. Sus ojos ambarinos, su piel color canela y su cabello tan negro como el carbón eran completamente distintos a Sally. Y aun así, su mente volvía a ella. A su piel blanca como la nieve, a su cabello castaño desordenado, a esos ojos que reflejaban su carácter, agrio pero adictivo como el café. Sally. Siempre Sally. Aunque intentara apartarla de sus pensamientos, siempre terminaba volviendo a ella.

—¿Se puede saber por qué me miras tanto? —Sally se frotó los nudillos, notando su mirada fija en ella.

Drew no contestó de inmediato, solo dejó que el silencio se alargara, mientras sus ojos se posaban en su cuello, en la delicada línea de su clavícula, el latido de su corazón acelerándose.

—No te miro. No te lo creas tanto —dijo, pero no pudo ocultar el destello de deseo en sus ojos. Su sonrisa era arrogante, pero no era suficiente para ocultar el hambre que sentía.

Sally estiró el cuello, como un animal enjaulado, cansada de la indiferencia de Drew.

—¡C-O-N-T-I-G-O! —gritó, su paciencia al borde, mientras se frotaba los nudillos, casi como si quisiera sacudir la rabia de su cuerpo.

Drew, con una calma calculada, le lanzó un beso al aire, y luego, sin perder la compostura, sacó la Beretta 92 y unos cascos de su mochila, caminando hacia las dianas grafiteadas con una lentitud casi tortuosa.

—Póntelos —le dijo, su voz baja, casi como una orden.

—¿Para qué? —preguntó, su desconfianza evidente.

Drew la miró, y la tensión de su mirada fue suficiente para que Sally sintiera un escalofrío. No dijo nada, simplemente le alzó la voz con firmeza.

—¡Póntelos! —la impaciencia brotaba en su tono.

Sally apretó los dientes, mirando el aire entre ellos como si fuera un campo de batalla.

—¡NO! —gritó, sin apartar los ojos de él, desafiándolo con todo su ser.

Drew la observó, la rabia crecía dentro de él, pero no podía dejar que la perdiera. Se acercó a ella y, con la misma frialdad que siempre lo caracterizaba, le puso el arma en la mano, empujándola hacia adelante con la misma fuerza que la acercaba a un precipicio.

—Tú misma —la pistola en su mano era un peso que parecía cada vez más grande para ella. Drew no le dio explicaciones, solo la miró como si esperara que fallara. Y falló.

El primer disparo se fue lejos de la diana, como un grito al vacío.

El segundo, el arma se deslizó de sus manos, chocando contra el suelo con un estruendo seco que cortó el aire.

El tercero, ella tapó sus oídos con desesperación, un grito de frustración se escapó de su garganta, y su cuerpo temblaba.

—¡Ah! —gimió, el sonido retumbando en sus oídos con una intensidad insoportable, como si el eco del disparo le perforara el cerebro.

Drew no se inmutó. Solo la miró, su rostro impasible, mientras sus dedos se deslizaban por sus propios oídos, aliviándose del dolor.

—¿Me vas a seguir cuestionando? —su voz era ahora un susurro burlón, pero había algo más en ella. Un deseo reprimido, oscuro.

Sally sintió su piel arder. La vergüenza la quemaba, y la rabia la consumía. Pero Drew estaba ahí, mirándola como si fuera una pieza más en su juego, y ella no podía permitir que se saliera con la suya.

—No... —murmuró, la cabeza baja, pero la tensión seguía brotando en su interior.

—Bien. —Drew recogió la pistola del suelo y activó el seguro.

Drew le explica detenidamente el funcionamiento de un arma. Estuvieron media hora disparando a las dianas y Sally fallaba todos los tiros. Así que Drew dio por finalizado las armas y dio paso a su artilugio más preciado. Su hacha.

Tenía la esperanza de que tuviera buena puntería, cosa que con las armas de fuego no tenía. Lamentablemente no fue así. Drew deseaba que fuera fuerte para poder combatir contra esas bestias, aunque la realidad era incapaz de usar un arma medianamente bien.

Frustrado, le dio vueltas en la cabeza a qué podía hacer bien. Su mente se detuvo en el beso que le robó.

Es estratégica e inteligente... pensó.

Drew la empujó contra la pared de cemento con una fuerza que la dejó sin aliento, su cuerpo presionando el de ella, cerrando cualquier distancia entre ambos.

—¿Qué estás haciendo? —su voz salió más baja de lo que quería, tartamudeando al sentir la cercanía de su cuerpo.

Drew no respondió, sus manos sujetaron las muñecas de Sally, levantándolas por encima de su cabeza. Su proximidad se hizo más palpable cuando soltó una mano y la llevó con firmeza a sus caderas, sin apartarse ni un centímetro, manteniendo el control.

—Para —le rogó, su respiración ya alterada por el roce de su cuerpo.

Pero Drew no cedió. En lugar de detenerse, deslizó lentamente su mano por su torso, levantando su camisa, disfrutando de cada centímetro de piel que tocaba. El calor de su cuerpo le quemaba las palmas, y no pudo evitar notar cómo su respiración se volvía más agitada. Se preguntaba si su cercanía tenía el mismo efecto en ella.

—¿Te gusta lo que estoy haciendo? —preguntó, su voz cargada de desafío y satisfacción.

Sally, furiosa, intentó moverse, pero no había espacio para escapar. Drew lo sabía y esperaba que reaccionara, que hiciera algo impredecible. Y lo hizo.

De repente, un golpe directo: Sally le escupió en la cara, un gesto de rabia que le hizo sonreír. En un instante, aprovechó su sorpresa para lanzarle un cabezazo en la barbilla. El golpe fue certero, y Drew se tambaleó un segundo.

Sally aprovechó su momento y corrió hacia la puerta, pero no fue suficiente. Drew la alcanzó antes de que pudiera escapar.

—No te lo tomes a lo personal —le dijo, con un tono más grave, más rasposo.

Sally, aún en pie, alzó la barbilla con desafío, su mirada ardiente.

—¿Cómo quieres que me lo tome? — su voz era desafiante, cargada de tensión.

Drew la observó en silencio por un momento, y luego, con una sonrisa maliciosa, se pasó una mano por la barbilla dolorida.

—Te he puesto a prueba, y la has superado.

—¿Qué prueba? —preguntó, confundida pero intrigada.

—Lo sabrás a su debido tiempo —respondió él, mientras el ambiente se impregnaba de una tensión que iba más allá de lo físico.

LA NUEVA ERA   #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora