[10] Deberíamos ser un equipo

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Capítulo 10, Deberíamos ser un equipo

Miré a la señora frente a mí y solamente se me ocurrió pensar en el discurso de disculpas que estaba por largarle como una manguera de camión de bomberos; iba a escupir todo, iba a rogarle piedad, iba a implorarle que no fuera tan dura al delatarnos con el señor Young, incluso me arrodillaría frente a ella si fuera necesario. 

Estaba por abrir la boca para dejar salir mi sollozo, pero entonces Yoongi volvió a apretar desde atrás su mano contra mis labios. Me giré para mirarlo. Él frunció las cejas y negó con la cabeza mirándome a los ojos, como queriendo decirme algo; que me callara la boca.

Volví a mirar a la señora. La inspeccioné. Ella pareció mirarme a los ojos por un instante en el que me sentí observado y me quedé quieto, pero luego de adentrarse por un breve momento al baño, ella continuó su paso por el pasillo. Consigo llevaba un bastón de madera que guiaba su paso.

¿Era ciega? ¿Pero qué...?

Me pegué al cuerpo de Yoongi y él lentamente quitó su mano de mi boca. Tragué saliva intentando hacer el máximo silencio posible y pedí al cielo que por ninguna razón los tontos de Sahumerios y Sinonimos hicieran un mínimo ruido. Porque si la señora había subido hasta allí siendo ciega, entonces era porque había escuchado algún ruido que había levantado su sospecha, y en ese caso era más que seguro que tenía muy desarrollado el sentido de la audición.

—Es la señora Cho —comentó Yoongi en un susurro casi imperceptible, en el que su aliento chocó contra mi oreja mientras aún me aferraba a él como si fuera un salvavidas.

Ahora el golpeteo del bastón de madera contra el piso de mármol de oía bajando por las escaleras.

—¿Quién es la señora Cho?

—Es la vecina de enfrente.

—¿Y por qué demonios Young le pediría a una ciega que le cuide la casa y le dé de comer al perro?

—Sé lo mismo que tú.

—Es ridículo... —reí—, pero es favorable para nosotros. Deberíamos cruzar a la habitación de en frente a ver qué hace Sahumerios ahí.

Sí. Esa era una buena idea.

Cuando cruzamos el pasillo en puntas de pié y entramos a la habitación de Taehyung, todo se veía igual. No había ordenado en lo más mínimo su templo budista.

—¿Qué demonios, Sahumerios? —me quejé en un susurro.

Él se encontraba meditando en medio de la cama, igual que como lo había dejado antes de advertirle que ordenara todo.

—¿Qué? —abrió los ojos y mantuvo los párpados caídos. Con un tono perezoso, continuó—: Quien sea que estuviera abajo, no entró aquí. No iba a hacerlo de todos modos. Por eso no ordené nada.

—La señora Cho estuvo rondando la planta alta hasta recién —le aclaró Yoongi.

—¿Qué? —Taehyung pareció ponerse alerta de golpe. Se enderezó y abrió los ojos bien grandes.

—Sí, grandísimo idiota —exclamé en voz baja apretando el puño en el aire—. Parece como si supieras que era ciega.

—¿Es ciega? —Él rió—. ¿Entonces por qué tanto drama? Solamente hay que hacer mucho silencio, cosa que yo hago y ustedes no.

Él cerró los ojos ignorando por completo nuestra presencia. Así que salimos de esa habitación, y como en la planta baja ya no se oían ruidos, bajamos a ver si Jungkook estaba bien.

Desde abajo vimos a la señora Cho saliendo por el portón principal de la casa. Y en la cocina, Boom devoraba un gran plato de comida para perros.

—¡Demonios, eso estuvo cerca! —La voz se escuchó ahogada y proveniente de la alacena bajo la mesada de la cocina. Jungkook salió enroscado de allí como un bicho de cuatro patas y cuando se enderezó, peinó su pelo bicolor con sus dedos y una sonrisa se marcó en su boca—. ¡Lo hicimos, lo logramos, hemos completado la misión! —Se acomodó la ropa y nos miró alternando sus ojos de almendra entre Yoongi y yo.

—La próxima vez no habrá que esconderse —le dijo Yoongi tomando un vaso de vidrio de un estante.

—Sí —agregué—, la señora que vino es ciega.

—¿Qué?

—Exacto. Así quedamos todos.

—De hecho, deberíamos apagar todas las luces de la casa —comentó Yoongi mientras se servía agua y señaló una lampara de hierro negro colgando del techo—, la señora Cho no las vio encendidas, pero créanme que levantará sospechas en los demás vecinos.

—Es cierto —contesté. Lo mejor era apagar todo y vagar en la oscuridad en pos de no levantar sospechas—. Propongo que las mantengamos apagadas siempre. En el día nos manejamos con la luz natural, y en la noche con, máximo, una luz tenue encendida.

Todos acordamos que era lo mejor, y supusimos que Taehyung no tendría problema con eso.

Mientras Yoongi bebía agua apoyando contra la mesada, mi vista se desvió a su lado, donde mi mochila sucia aún estaba sobre la mesada. Había estado allí todo el día desde que entré a la casa por la mañana. Un calor subió por mi espalda cuando me di cuenta de que si la señora Cho no hubiera sido ciega, mi mochila nos hubiera delatado.

La tomé de la mesada y Yoongi me miró cuando me la puse al hombro.

—¿Te vas?

—Ya quisieras —le respondí achicando los ojos.

El me miró sin expresión alguna. Parecía estar conteniendo alguna respuesta en sus labios, pero no dijo nada.

¿Por qué parecía que estábamos en una guerra entre los cuatro? En realidad, si queríamos que todos eso saliera bien, en lugar de estar en contra, deberíamos actuar en equipo. O bueno, eso es lo que haría cualquier grupo se personas inteligentes.

SIN PERMISO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora