Aziraphale y Crowley evitaron el fin del mundo, y ese acto de rebeldía los convirtió en traidores. Juzgados y condenados, escaparon con astucia, y así, sus respectivas oficinas decidieron darles algo parecido a una jubilación anticipada—si es que eso existe para seres sobrenaturales. Pero, más que libertad, lo que encontraron fue un abismo de incertidumbre.
Aziraphale había comenzado a entender las implicaciones de aquella discusión en el quiosco, donde sus sentimientos por Crowley se volvieron imposibles de ignorar. Después de milenios de ser salvado, mimado, y casi adorado por el demonio, una necesidad creció dentro de él: la de devolverle ese amor. Deseaba mostrarle a Crowley que él también merecía ser cuidado y amado. Así que, fiel a su naturaleza romántica y victorianamente ceremoniosa, Aziraphale planeó un gesto deslumbrante para revelar la profundidad de sus deseos.
Pero ningún profeta en la Tierra podría haber advertido al ángel sobre lo que sucedería aquel día, ni sobre la oscuridad que estaba por venir. Sintió la esencia de Crowley desvanecerse en sus brazos, el ritmo de su corazón apagarse con cada segundo, mientras el suyo aún latía frenético. Aziraphale apretó el cuerpo inerte contra su pecho, acercándose para susurrar:
—Te perdoné una vez, cuando creí que todo se derrumbaba y viniste a mí para huir juntos. Te perdoné porque aún tengo esperanza en que haya misericordia para nosotros, para ti... y para nuestro amor —murmuró, rozando las hebras rojizas.
No sabía si podía oírlo. Se inclinó, buscando la débil señal de su respiración, aferrándose a la esperanza. Y luego, Crowley exhaló, sus párpados abriéndose lentamente para revelar dos faros dorados, un débil destello del brillo que una vez conoció. Aziraphale los observó, con el mismo amor que había guardado durante seis mil años.
—Ángel... lo siento, no lo vi venir —susurró Crowley con una voz quebrada, profunda. Un acceso de tos lo sacudió violentamente, haciéndolo retorcerse entre los brazos de Aziraphale. Este intentó usar un milagro para calmarlo, pero Crowley gritó de dolor, su cuerpo retorciéndose con espasmos insoportables.
—¡Perdóname! No sabía que podía lastimarte, querido —Aziraphale acarició su rostro sudoroso, desesperado, buscando algo que pudiera aliviar su sufrimiento.
Minutos pasaron como horas. La respiración de Crowley se estabilizó pero seguía débil, sus ojos se cerraron de nuevo mientras sostenía con fuerza su abdomen, donde una camisa destrozada dejaba ver un corte profundo. La sangre ya no fluía, pero la herida expiraba energía celestial, imposibilitando cualquier cura sin causarle más daño.
—Lo siento... ángel —murmuró Crowley—. Se suponía que iría a la librería, pero Hastur y Belcebú me interceptaron en el vestíbulo de mi apartamento... Me sostuvieron y me apuñalaron —se estremeció, su voz apenas un susurro—. Sentí la daga atravesarme, como si desgarrara mi esencia en algún plano. Apenas tuve fuerzas para llegar aquí.
—Está bien, querido... saldremos de esto —Aziraphale intentaba convencerse, aunque sentía cómo la esencia de Crowley se desvanecía en sus brazos, como un sol apagándose en su pecho. Recordó el calor del Edén, el miedo al mentir a Dios, el primer encuentro con quien se suponía era su enemigo, y el miedo se volvía abrumador. Ahora, esa esencia, ese amor, estaba desapareciendo y él era impotente para detenerlo.
—Te amo, Aziraphale... aunque sea demasiado tarde. Valió la pena conocerte, salvarte a lo largo de los siglos. Si este es mi ultimo acto, ...quiero que lo sepas aunque no pudimos ser un nosotros, a cualquier rincon oscuro donde mi escencia termine te seguire amando.
Las lágrimas fluyeron libremente por el rostro de Aziraphale. Se inclinó, besándolo suavemente, sintiendo la frialdad de la piel de Crowley bajo sus labios. Lo abrazó con fuerza, aspirando su aroma una última vez, y aclaró su garganta.
—Yo también te amo, nuestro lado ,nuestra libreria ,nuestro auto seguira aqui hasta que nos encontremos o todo termine . Nunca fui tan feliz en el cielo como lo fui aquí, contigo. Prometo que te buscaré donde sea que vayas; enfrentaré a ángeles y demonios, a quien sea, para encontrarte.
Lo besó de nuevo, un roce suave que fue más una plegaria que un acto. Notó un mechón rubio entre los cabellos mojados de Crowley, pero antes de poder preguntar, la corporación del demonio comenzó a desvanecerse, un resplandor anaranjado que subía desde sus pies. Cuando alcanzó sus hombros, Aziraphale lloró una vez más.
—Volveré a ti... créeme —Crowley le sonrió por última vez, y su rostro desapareció.
Aziraphale se encontró de rodillas en el suelo frío de su librería en el Soho, un grito desgarrador escapó de su pecho, rompiendo cada ventana. Los transeúntes fueron derribados por lo que creyeron era una ráfaga de viento, pero era el lamento de un ángel con el corazón roto. No supo cuándo desplegó sus alas, ni cuánto tiempo gritó, hasta que su voz quedó desgarrada y su cuerpo exánime.
Intentó buscar la esencia de Crowley con la última chispa de esperanza, pero solo halló el vacío. Los recuerdos le golpearon el alma: la primera risa compartida, las cenas, los rescates, el momento en que supo que lo amaba. Aún con sus mejillas empapadas, chasqueó los dedos para reparar las ventanas rotas y apagó las luces, dirigiéndose al sofá donde Crowley había estado apenas la noche anterior.
Se acurrucó en una manta que aún guardaba su aroma. Las lágrimas no dejaron de caer, y el dolor volvió a extenderse desde su pecho, liberando más gemidos de agonía.
A miles de kilómetros, en Glasgow, una mujer empujaba con fuerza, trayendo una nueva vida al mundo. Su esposo la sostenía, lleno de amor, y con un último grito, el llanto de un bebé llenó la habitación. Ella apartó su cabello oscuro de sus ojos, y su esposo la abrazó. Cuando la enfermera colocó al bebé en sus brazos, ambos vieron los diminutos mechones de cabello rojo y una leve pelusa rubia sobre la oreja izquierda. Se miraron con amor, pero fue cuando el bebé abrió los ojos, revelando iris brillantes como el sol, que sintieron una sacudida en sus almas.
—Se llamará Anthony —dijo la madre con una sonrisa temblorosa, sin saber que el alma de Crowley, una vez más, había encontrado el camino de regreso al mundo.
Aun si no lo recordaba.
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Come with me
FanfictionAziraphale no puede imaginar el dolor y la confusión que se avecinan. Aún debe enfrentar la parte más oscura de la humanidad: su propia mente, esa prisión donde el miedo y el sufrimiento tejen laberintos interminables. Cada paso en este camino haci...