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𝐓𝐨𝐧𝐲

Tony y Steve llevaban casi tres semanas en Westview y estaban adaptándose..., bueno, tanto como podían.

Pero a Tony le parecía que lo llevaba mejor que Steve; se pasaba los días trabajando en sus esculturas hechas con objetos hallados, término que desconcertaba a Steve cuanto más lo observaba trabajar la primera semana después de que llegaran al pueblo.

—No comprendo —dijo después de revolotear y observarlo hacer agujeros mínimos en varios trozos grandes de plástico negro que había recuperado y lijado para obtener las formas que quería. Solía trabajar en la mesa de la cocina o en la terraza cubierta del patio trasero por las mañanas mientras el clima estaba fresco.

Ese día estaban fuera. Había una brisa fresca, grama verde, y estaba tan tranquilo, que Tony se distraía de lo que debía estar haciendo. Steve parecía absolutamente desconcertado mirándolo ensartar los trozos de plástico con el sedal para crear una forma tridimensional.

—No pienses mucho, no son esculturas literalmente. Sabes... deberías buscar un trabajo.

A él pareció sorprenderle la sugerencia. —¿Y si algo te pasara y no estoy aquí para protegerte?

—¿Como qué? —dijo lanzando las manos al aire—. ¿Has mirado a tu alrededor? Ya viste el centro de control del Escuadrón de Seguridad. Tienen este lugar encerrado.

Fue entonces cuando dejó a un lado las piezas de su escultura en proceso y se acercó a él a tomarle las manos.

—Steve.

Él le apretó las manos y lo miró a los ojos de inmediato. Siempre hacía eso. Lo dejaba sin aliento en cada ocasión. Era tan abierto y confiado.

Se había afeitado la barba, lo que hacía que sus rasgos lucieran todavía más expresivos de lo que eran. Era atractivo y amable y...

—¿Qué? —preguntó en vista de que duró un largo rato sin decir nada.

—Debes ir a encontrar un trabajo. —Lo miró, frunciendo el ceño.

—¿Intentas deshacerte de mí?

—Jamás. —Era aterrador cuán en serio lo decía. Sintió que la sonrisa se le debilitó—. Pero necesitas tener algo más en tu vida. Yo no puedo ser tu todo, es demasiado... —Meneó la cabeza y bajó la mirada—. Me preocupa que pueda...

«Romperte el corazón. Hacer pedazos tu confianza. Destrozarte como muchos me destrozaron a mí».

—...decepcionarte.

—Oye —dijo con voz suave, alargando el brazo para subirle la barbilla de modo que volviera a mirarlo a los ojos— Eso jamás pasaría. Cada día a tu lado es un regalo que jamás esperé. Ya me lo has dado todo.

¿No sabía él que cada palabra que salía de su dulce y preciosa boca lo empeoraba todo?

Pero él retrocedió, con una sonrisa dulce en el rostro.

—Pero si te hará sentir mejor, buscaré un trabajo.

Tony quiso acercarse a él incluso mientras se obligaba a sí mismo a alejarlo y a asentir. —Suena bien.

Un par de semanas después Steve había conseguido trabajo en el departamento de seguridad.

El rubio te hacía sentir mejor persona con solo estar al lado suyo. Y las noches. Dios santo, las noches.

Tony nunca había experimentado el sexo así. No alcanzaba a recordar cómo había sido con su primer novio. Y fuera de eso, nunca hubo sexo sin... bueno, sin sentir miedo.

Virus Omega IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora