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𝐓𝐨𝐧𝐲

Strange fue inesperado. No era grande ni de aspecto agresivo. Pero, a veces los más peligrosos eran los más encantadores. Y él era apuesto; de cabello castaño claro y ojos azules. Era como si un modelo hubiese salido de las páginas de una antigua revista GQ y estuviese en la sala de estar.

Tony desconfiaba de las personas que daban buen aspecto desde el principio. Siempre lo había hecho, comenzando con su padre. Cientos de promesas rotas después, Tony había seguido siendo optimista para cuando se fue a la universidad. Pero unos pocos días después fueron suficientes para subsanar hasta al optimista más empedernido.

Otro golpe resonó en la puerta y esta vez fue Steve a atenderla. —¿Y quién eres tú?

Al parecer conocía los sentimientos de Steve sobre toda esta situación. Caminó para mirar quién estaba en la puerta por encima de su hombro.

—¿Debes ser James? —dijo —Soy Tony. —Pasó por un lado de Steve, y le tendió la mano al hombre de cabello oscuro parado afuera.

Estaba sonriente, pero la sonrisa se desvaneció cuando miró la mano de Tony, y un segundo después supo por qué. La manga derecha de la camisa de James colgaba de su hombro ancho. Porque no tenía la mayoría de su brazo derecho.

Oh.

Él retiró la mano, mirándolo a los ojos rápidamente. Le pareció ver allí una mirada dolorosa antes de que una amplia sonrisa extendiera su rostro.

—Llámame Bucky. Todos mis amigos me dicen así. —En un acto de complicidad, se inclinó y le guiñó un ojo —Te has ganado el privilegio.

Extendió el brazo, el bueno, en búsqueda de la mano que Tony había bajado y esbozó una sonrisa engreída.

—Díganme que no me perdí la fiesta. —Bucky miró a la canasta de comida en la mesa detrás de ellos—Justo a tiempo. ¿Es el desayuno lo que huele tan bien?

Strange asintió y, antes de que pudiese decir una palabra, Bucky cogió la canasta que el otro alfa había dejado en una silla y la colocó en la mesa.

Sí que olía bien, pero Tony estaba demasiado ocupado observando a sus prometidos. Miró en todas las direcciones a los cuatro alfas mientras Strange regresaba con una jarra grande y varios vasos apilados. Él se acercó a ayudarle con los vasos y aprovechó la oportunidad para mirar más de cerca a cada alfa mientras les colocaba un vaso.

No podían ser más opuestos ni aunque lo intentasen.

Cuando Tony se acercó a la mesa, Steve estaba justo ahí a su lado, adelantándosele a Stephen. Frunció el ceño. ¿Steve estaba marcando territorio o siendo protector?

Mantuvo los ojos entrecerrados hacia Steve mientras este sostenía una silla para que se sentara. Una vez más no lograba discernir... ¿estaba siendo caballeroso o controlador?

El castaño agarró una silla distinta y se sentó, observando su expresión con sumo cuidado. Pero no hubo destello de enojo en sus rasgos, ni se le tensó la mandíbula como sucedía con Doom cuando estaba disgustado con él. Por lo general a eso lo seguía un golpe; una bofetada o un puñetazo, dependía de su estado de ánimo.

Pero Steve no parecía perturbado, solo se acercó para sentarse junto a él.

—¿Tienes hambre? —Le preguntó mientras le pasaba un recipiente con ensalada.

Tony parpadeó. ¿Se lo estaba ofreciendo a él primero? Debía estar muerto de hambre. Tony sabía exactamente lo que le daban de comer en Hydra, o más bien lo que no le daban de comer.

El castaño solo asintió y Steve le colocó una porción en el plato. Únicamente después de servirle a Tony se dispuso a servirse a sí mismo.

Aquello le hizo sentir algo en el pecho... fue una sensación muy extraña. De pronto sintió un nudo en la garganta.

Virus Omega IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora