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𝐒𝐭𝐞𝐩𝐡𝐞𝐧

Stephen había organizado este viaje, era una especie de regalo para Tony. Si bien el mundo era una completa mierda, ir de nuevo a la gran ciudad era un lujo que no todo el mundo podría darse. Y si todo salía como quería, le daría mucho, mucho más a Tony. Le daría todo lo que merecía.

—No entiendo —murmuró el omega finalmente, abriendo más los ojos cuando se detuvieron en una parada y entraron al estacionamiento subterráneo.

Las luces de los más de cien pisos de la estructura se encendieron.

Stephen le sonrió a Tony. —Oh, ¿olvidé mencionar que el presidente reestableció la electricidad?

—No, no, no mencionaste eso en lo absoluto —lo golpeó en el hombro poniendo toda su atención en él—. ¿Cómo?

Él sonrió, disfrutando de su emoción y confusión. —Con todas las granjas de viento en esta parte de la ciudad, cuando el viento sube, es suficiente para dar electricidad a la red de la ciudad. El presidente ordenó que repararan todas las estaciones eléctricas que estallaron en el Día D alrededor de la red y voilà. —Hizo un gesto señalándolas mientras abría la puerta de la van que se detuvo frente al hotel y le extendía una mano a Tony.

La furgoneta con el clan de Harry se estacionó detrás de ellos y Wanda, el comandante, y ese omega extrovertido, Charles, acababan de salir del auto frente a ellos.

Tony se bajó de la van y fue hacia el borde de la acera cubierta, ignorando la fila de guardias armados que se pusieron en alerta debido al movimiento repentino.

—Tony —dijeron Steve, Loki y Bucky a la vez.

Él se detuvo —¿Qué? Esto es increíble.

Steve cerró un poco los ojos cuando miró en la dirección en la que Tony estaba observando. —Es un desperdicio. Si repararon la red aquí, ¿por qué no han reparado más hacia el sur y compartido la electricidad?

Stephen podría haber golpeado al rubio por arruinar el momento, de ser propenso a esos métodos tan brutales, pero igual estaba tentado porque el asombro obvio de Tony se apagó cuando se volvió a ver a Steve.

—Oh, ni siquiera había pensado en eso.

—Si pueden venir por aquí —dijo una mujer con un traje y una carpeta en la mano, viendo nerviosa a todos—. Hay un protocolo de seguridad extensivo y cuanto más rápido lo hagamos, más rápido podrán ir a cenar. El presidente odia tener que esperar para cenar.

Stephen apenas hizo un esfuerzo para no poner los ojos en blanco. —Vamos —dijo el alfa, poniendo la mano en la espalda Tony.

Cada clan tenía una de las suites de lujo para su estadía, solo eran inferiores a los apartamentos en el pent-house del presidente.

Wanda se acercó a Tony. —Esto es muy emocionante, ¿verdad?

Tony sonrió y sostuvo a Wanda mientras esta hacía un pequeño baile. Solo se quedó quieta y la sonrisa desapareció de su rostro cuando miró sobre el hombro de Tony y vio a Stephen allí parado.

—Oh, hola.

—Hola, Wanda. ¿Cómo estuvo el viaje?

—Bien. Todo bien.

Intentó sonreír, pero terminó por darse la vuelta y regresar con su padre.

Tony se volteó hacia Stephen con una arruga que se le formaba en la frente, pero el alfa solo lo acercó y le besó la sien antes de apurarlo para subir las escaleras y entrar al hotel.

El protocolo de seguridad fue intenso.

Lo único que faltó fue que les registrasen las cavidades.

Cada bolso fue registrado y todos fueron cateados de abajo a arriba y luego abajo otra vez. Al menos tenían a un guardia omega, para catear a Wanda, Tony y demás pero igual fue incomodo.

—¿De verdad es necesario esto? —preguntó Steve exasperado mientras uno de los guardias tocó la costura interna de sus pantalones.

El presidente era sumamente cuidadoso cuando se trataba de su seguridad.

Tenía razones para serlo, había habido al menos siete atentados contra su vida; dos en el último año. Estaba notoriamente paranoico por eso. Tenía personas que probaban todas sus comidas antes de que él probara un bocado. Rara vez se le veía en público.

Stephen podía respetar su decisión con respecto de la seguridad, aun cuando pensar en eso lo hacía irritarse. Aunque él quería tener éxito, nunca lo había querido a un costo tan alto. Era feliz trabajando al lado de hombres más grandes, arreglando tratos y ocupándose de los detalles que realmente hacían funcionar a los imperios, mientras disfrutaba de su libertad y de todos los beneficios del trabajo, naturalmente.

Miró por el vestíbulo hacia donde estaban Tony y Wanda hablando.

Especialmente si podía compartir algunos de esos beneficios con su omega.

Él todavía estaba sonriendo cuando el guardia le devolvió su portafolio. Quería hacer que Tony se lo pasara muy bien esa noche porque, aunque el presidente era un paranoico encerrado, no se conformaba con nada menos que lo mejor cuando se trataba de comida y bebida.

Stephen estaba completamente listo para una buena cena y un buen vino. Dios, mataría por una copa perfecta de Chablis, que él sabía que era el favorito del presidente porque siempre buscaba una caja cuando iban a hacer intercambios.

Por esta noche, Stephen le mostraría a Tony todo lo que le fuera posible.

Porque su omega merecía el mundo entero y mientras estuviera en sus manos; él se lo daría.

Virus Omega IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora