Bendición
Narrador omnisciente
La música resonaba en el lugar, las personas gritaban y bailaban en la pista, los juegos de luces les daban un gran efecto a ese tono oscuro del sitio y la barra que se encontraba a un costado estaba llena de aquellos que buscaban un buen trago. Típico de un sábado.
A un lado de toda esa gente amontonada, estaban ustedes, sentados en un gran sofá semicircular con una mesa de cristal al medio, en donde se encontraban botellas de licores de altos precios y copas vacías de distintos tamaños.
Tú te encontrabas de costado en las piernas de tu querido novio, bebiendo una margarita mientras que él se dedicaba a acariciar con su mano tus piernas, metiéndose de vez en cuando bajo tu corto vestido negro. De rato en rato también le dabas de tu vaso al de cabellera rosa para que tomara un poco.
En ese mismo sillón, frente a ustedes, se encontraban los dos hermanos que eran algo como amigos con Sanzu, no podías definir bien su relación puesto que algunas veces peleaban y otras andaban como uña, mugre y pellejo.
Ellos eran muy lindos contigo, desde que se conocieron se comportan de manera caballerosa y amigable, hasta se podía decir que algo coqueta, pero tú solo los veías como aquellos amigos con los que te podías divertir siempre, en especial si se trataba de una fiesta.
Le decían que sí a todo.
—Amor, hay que bailar. —Le volviste a pedir por segunda vez al hombre que te tenía en sus piernas.
Él besó tu cuello antes de darte una respuesta.
—Bailar entre muchas personas sabes que no es lo mío —se negó y posterior a eso acercó sus labios a tu oído—, pero sí acepto bailes privados, tú solo avísame cuando te quieras ir. —Pasó su lengua por tu cuello y con su mano izquierda te apretó una nalga, en busca de provocarte.
Un escalofrío pasó por tu cuerpo, te estaba haciendo sentir bien el calor que desprendía su boca por los besos que ahora dejaba por lo largo de tu cuello. Tu cuerpo parecía querer ceder ante él, pero tu mente tenía que ser fuerte, aun no te querías ir, no sin antes haber sacado esos pasos prohibidos que habías practicado durante la semana.
Hiciste un puchero y miraste a Ran.
Él, al notar que querías algo, expulsó por su boca todo el humo que se habían metido a sus pulmones, producto del cigarrillo que tenía entre dedos.
—¿Qué pasó, querida _____? —Preguntó en un noto tranquilo.
—Sanzu no quiere bailar conmigo —le informaste de manera triste.
Ran dejó escapar una suave risa.
—Si gustas podemos ir los dos. —Te guiñó un ojo. — No le hagas caso a ese aburrido, déjalo que se quede sentado toda la noche.
A Sanzu le molestó el tono de voz que este había usado contigo, prácticamente te estaba coqueteando frente a sus narices.
—¡Síí! —Aceptaste, parándote de improviso, sin darle la oportunidad al de cabellos rosa de detenerte como lo tenía planeado.
Ran apagó su cigarrillo en el cenicero y se paró, seguido de su hermano Rindo.
—Yo también quiero ir, no pienso quedarme a solas con Sanzu, no quiero que me contagie su aburrimiento. —El menor de los Haitani se terminó al seco su vaso de ron y fue con ustedes.
Toda esta situación le estaba causando una gran molestia al de ojos azules.
—_____... —Advirtió Sanzu, mirándote antes de que empezaran a irse, le fastidiaba que esos hermanos se fueran con la suya.
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One Shots || Tokyo Revengers
FanficPequeñas historias junto a tus panas de Tokyo Revengers.