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Una chica escapaba del mundo.
Giraba por las calles, se metía en complicadas vías y salía de oscuras esquinas. Chocaba contra inocentes peatones, a veces derrumbaba las canastas que se entre ponían en su paso. No se disculpaba, creía que era mas importante seguir corriendo que detenerse a pensar si lo que hacía era moralmente correcto.
Todo esto para escapar del mundo.
Un chico se comía al mundo.
En realidad, solo estaba comiendo un pastel de fresa y limon, pero él lo saboreaba como si fuera el mundo.
De dos mordidas se lo tragó enterito y con una sonrisa satisfecha pagó el alimento. El vendedor aceptó las monedas como si de un premio se tratara. Siempre apreciaba los pagos de sus clientes.
-Una bonita mañana, ¿no cree, jefe? -agregó el asistente del chico, viendo embobadamente el cielo estallado en nubes blancas. Raramente podía parar a observar tan hermosos cielos, normalmente siempre estaba corriendo para tratar de cumplir los difíciles caprichos de su jefe.
-Mmmm, un bonito día para morirse deshidratado -el sol estaba en su punto más alto, y la capa de sudor en las frentes y espaldas de las personas no refutaban el comentario del chico.
-Que buen chiste, jefe -respondió el asistente, muerto de miedo.
Si lo halago, seguro no se enoja conmigo.
-No era un chiste -él estaba completamente serio. El asistente sintió desmayarse. Cuando el chico pensaba en si comerse otro pan dulce o regresar a su casa una chica golpeó su hombro en un apresurado movimiento.
La chica no volteó a ver a quien había lastimado y el chico se sintió sumamente ofendido por su nula educación.
¿Quién se atreve a lesionarme de esta forma?
El golpe no fue tan fuerte, seguro ni le aparecería el moretón, pero al chico le gustaban los dramas.
-¡Ey, tú! -gritó, tomando fuertemente la mano de la chica. Una maraña de pelo rubio se sacudió por el inesperado paro de pasos. La chica trató de zafarse, fracasando enormemente su misión -. No deberías correr por aquí de esa forma. Me acabas de golpear el hombro y ni siquiera te disculpaste. Hazlo ahora -su voz no dejaba en duda que lo que acaba de decir no era pregunta, era una orden.
El asistente rezaba por su vida y por la de la chica.
Si salgo de aquí con vida prometo ir a misa todos los domingos, diosa linda.
Una promesa difícil de cumplir considerando que su jefe le ponía horarios estrictos.
La muchacha giró su cabeza hasta posicionarse frente al chico. Una sonrisa cínica apareció en su rostro y con voz altiva habló:
-Primero que nada, no eres nadie para agarrarme de esta forma, así que pido que me sueltes -el chico entrecerró los ojos, pocas personas se habían atrevido a mandarle, ella no sería la primera-. Ahora -volvió a ordenar, viendo la falta de cooperación del muchacha. El chico le hizo caso, sin saber muy bien porqué. Tal vez porque sus ojos grises brillaban de manera interesante, o porque su piel ya empezaba a ponerse roja por al fuerte agarre. Aún así, el chico efectivamente dejó ir el brazo de la chica. Un frío le rozó los dedos.
La chica en su lugar, le agradecía a la diosa que el chico le había hecho caso. Porque a pesar de sus duras palabras acompañadas por un firme tono que demostraban coraje y autoridad, en su interior, ella estaba muerto de miedo. Esos ojos verdes seguían cada una de sus respiraciones. Esos ojos verdes tenían una luz maliciosa que no era normal. No era extraño que estuviera tan asustada.
El asistente sólo podía verlo confundido y asombrado por la excelente colaboración de su jefe. Nunca lo había visto así.
-Muy bien -prosiguió la chica -, ya que estamos los dos libres de agarraduras abusivas, quiero disculparme por golpearte el hombro -la chica volvió a sonreír, el chico la miró con extrañeza. ¿Le ordenaba y además al disculparse lo hacía con todo menos con sinceridad? ¿Qué le pasaba a ésta? No lo dejaría pasar.
-No acepto tus disculpas -cuando la chica ya se estaba yendo él alzó su tono, esperando ser oido por ella. La muchacha regresó en sus pasos, volviendo a posicionarse frente a él. Lo observó con irritación.
-¿Por qué no? -el cabello rubio y enchinado revoleteaba por toda su cara. A pesar de que parecía molesto tener pelos por los ojos ella no rompió el contacto.
-Porque no -el chico no necesitaba mas razones.
-Eso no es una respuesta viable -al parecer ella no sentía lo mismo.
Que exasperante es esta chica, pensó el chico.
-Entonces no acepto tus disculpas porque no quiero.
Que exasperante es este chico, pensó la chica.
-Sigue sin parecerme válida.
-Eso no me interesa -ahora fue la chica quien entrecerró los ojos. ¿Qué le había picado a ese?
-Entonces me iré ahora -no.
La chica no puede irse. ¿Por qué? No sé.
-Sigo sin aceptar tus disculpas -la chica, que había intentado dar un paso, fue parada por un capricho.
-¿Qué quieres de mí? Ya te pedí disculpa y no las aceptaste, y cuando estoy decidida a marcharme no me dejas ir -la chica bajó la voz, cambiando su mirada del chico frente a ella a alguna parte a la calle detrás de él. Su rostro se contrajo en terror puro. Al chico le entró curiosidad por el repentino cambio de expresión. Un pequeño fastidio se asentó en su pecho, ¿qué la había asustado y por qué no había sido él?-. De verdad tengo que irme -habló en voz baja.
-Sigo sin disculparte -eso pareció la gota que calmó el vaso.
-¿¡No te estoy diciendo que me tengo que... -el exaltamiento de la chica fue interrumpido por un tono mucho más grave. Este sonaba molesto, rozando lo enfadado.
-¡Amanda Martine de Terron!
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Palabras: 966
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De lo Amargo a lo Dulce ONC 2022
RomanceEl heredero al ducado de Yun nunca fue un gran creyente del amor. Creció viendo a su padres destrozarse por un título y desde ese entonces piensa que ese inútil sentimiento solo estorba en su misión. La hija del Conde Terron se crió leyendo sobre e...