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Amanda no podría creer sus palabras. ¿De verdad había aceptado su patético trato? Ni siquiera había dado fundamentos convincentes para que el chico aceptara. A pesar de su perplejidad, la afirmación de su participación en su mediocre plan parecía real.

-¿D-de verdad? -inquirió, aún sorprendida. Emi, con su cara de hielo, había dicho que sí. ¡Imposible! Seguro había escuchado mal.

-Sí, de verdad -contestó, aburrido.

-¿Estoy salvada? -murmuró, la pregunta dirigida hacia ella misma -. ¡Estoy salvada! -gritó. Parecía que Amanda quería que todo el mundo se enterara que estaba salvada.

Pero si, estaba salvada. Con una pareja como Emi, sería imposible que su madre la obligara a casarse. Actuarían como la relación mas cariñosa que había existido nunca en este mundo. Sería perfectos actores. Cumplirían con sus papeles con todo el esplendor. Su ejecución sería tan excelente, que hasta ellos mismo se la creerían. Y así, ni su terca madre o su cobarde padre podrían argumentar que no estaban enamorados.

El jardín se quedó en silencio por unos minutos. Emi analizaba la reacción de la chica con curiosidad, ¿de verdad estaba tan emocionada? ¿Tanto le temía a la idea de casarse? Mientras Amanda aún procesaba la situación. Había tantas cosas por planear que el tiempo parecía insuficiente. Pero por ahora el primer paso sería presentarse como debía.

-Me llamo Amanda Martine de Terron -hizo una pequeña reverencia -. Y me disculpo por haberte golpeado y no pedir perdón con la sinceridad correcta -una sonrisa pura salió de sus labios. Emi sintió su corazón perder ritmo.

-Te disculpo -respondió, con la boca seca -. Yo soy Emi -omitió su famoso apellido, por algún motivo no quería mencionarlo.

-Enserio muchas gracias por aceptar. Prometo proporcionarte todo lo que me pidas -Emi se encogió de los hombros.

-No necesito nada.

-¿De verdad? -la mayoría de los nobles siempre pedían algo a cambio, aún cuando el favor era mínimo. Sin embargo, este chico no deseaba nada. No estaba acostumbrada a estos actos tan sinceros.

-Sí.

-¿Por qué?

Porque ya tengo todo lo que se deba tener en el mundo. Quiso responder el chico, pero las palabras arrogantes no escaparon.

-Porque sí.

-Dime porqué -insistió la chica, perdiendo la sonrisa. Emi suspiró.

-Piénsalo como un acto de caridad.

Ni yo sé porqué estoy haciendo esto, para empezar. Pensó el chico.

-Yo no soy caridad -frunció el ceño, irritada.

-A mí se me hace que sí. Con lo mucha que ruegas.

-¡Oh, cállate! -exclamó. Emi escondió una sonrisa -. No puedes hacer esas bromas en público -le advirtió -. La gente pensará que no me quieres.

-No te quiero, apenas te conozco.

-¡La gente no puede saber eso! Ellos se enteran de nuestros pequeño juego y estoy pérdida.

-Entonces esa es nuestra primera regla: no comentarle a nadie sobre nuestro plan. Él que lo haga deberá perder un dedo -dijo Emi, oscureciendo la mirada. Amanda se sintió temblar.

De lo Amargo a lo Dulce ONC 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora