O3 : Pollo de chocolate amargo

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Frente a ellos se extienden varios platos llenos de jugosas porciones de pollo, viéndose apetitosas y desprendiendo un exquisito aroma, aguando las bocas de los adolescentes alrededor de la mesa. Sus iris brillan con hambre voraz, como si no hubiesen probado bocado en todo el día. Sin embargo, el más afectado de los tres es Gyeong-su, quien mueve ansiosamente una de sus piernas bajo la mesa, incapaz de controlar su ferviente deseo de saborear la suave textura del muslo frente a él.

—Coman mucho pollo. Si quieren más, sólo avísenme —indica la señora Lee, madre de Cheong-san—. Esta es nuestra receta más popular.

—Muchas gracias, señora Lee —agradecen Su-hyeok y Gyeong-su al unísono mientras inclinan ligeramente sus cabezas.

Ella se retira a la cocina, entusiasmada de compartir sus recetas más especiales con los amigos de su hijo, y le solicita a su esposo algunas bebidas azucaradas para ofrecerle a los adolescentes.

Por otro lado, Gyeong-su es el primero en lanzarse sobre las indefensas piezas de pollo. Cuando por fin el jugoso muslo es desgarrado por sus dientes como si de una bestia hambrienta se tratase, él suspira lleno de satisfacción, con sus papilas gustativas danzando de felicidad dentro de su boca.

Sólo la señora Lee puede convertir un pedazo de pollo en un manjar digno de alabanza. En respuesta, el más alto de los tres deja escapar una risa divertida por el actuar irracional de su amigo, mientras que Cheong-san se esfuerza por ignorarlo, aunque le resulte difícil al tenerlo sentado junto él.

—Aquí tienen —dice la madre de Cheong-san al regresar de la cocina con tres vasos llenos de jugo, junto a una jarra igualmente llena—. Si se acaba, no olviden llamarme. Aún tenemos bastante.

En esta ocasión, son los tres muchachos quienes inclinan su cabeza como un gesto de agradecimiento en dirección a la señora Lee. Después, la mujer se sienta en el espacio libre junto a Su-hyeok, y sin necesidad de preguntar, Cheong-san ya supone lo que la emocionada expresión de su madre indica.

Ya ha visto ese brillo en sus ojos antes.

—¿Recibieron muchos chocolates? —pregunta ella con su rostro entre las palmas de sus manos, sus codos sirviéndole de apoyo sobre la mesa y la emoción derramada sobre sus palabras—. Tú, Su-hyeokie, estoy segura de que recibiste muchos chocolates con lo guapo y alto que eres. Cheong-san me ha dicho que eres muy atlético, seguramente tienes muchas seguidoras que ven tus partidos. Aunque veo que estás muy flaco. Vamos, come, come. Es bueno para tu salud comer bien.

Dicho esto, coloca sobre el plato de Su-hyeok una alita de pollo. Éste le agradece por tercera vez en la noche con una sonrisa avergonzada y un sonrojo imperceptible que se extiende sobre sus acaramelados pómulos.

—En realidad... no fue así. —Más o menos, se dice mentalmente.

El rostro de la mujer se transforma en una cómica expresión de sorpresa, pero Su-hyeok interviene antes de que le hagan más preguntas.

—O sea, sí hubo algunas propuestas, pero no las acepté, porque... Bueno, no pensé que fuera lo correcto si no me interesaban. Así que realmente no recibí ningún chocolate hoy.

Dicho esto, el rostro de la señora Lee parece iluminarse; su sonrisa ha regresado, esta vez más amplia y llena de satisfacción. Una de sus manos cae sobre el hombro de Su-hyeok; ella le transmite calidez y seguridad, ese gesto hace que Su-hyeok reafirme su opinión sobre el parecido que comparte ella con su adorable hijo.

—¡Eres un muchacho encantador! No sólo eres guapo, también eres responsable y atento —dice ella con entusiasmo—. Si tuviera tu edad, seguramente también habría querido darte chocolates.

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