Aunque estaba cómoda a su lado, necesitaba desesperadamente ver ese mensaje que le había enviado el señor Holmes la noche anterior. Aunque hubiera tenido una reunión con él, sabía que aquel mensaje era clave. Iba caminando a su lado, él tenía una sonrisa radiante en la cara y no sabía por qué se sentía tan feliz a su lado. Todo le parecía nuevo e innovador. Y le daba algo de peligro a la monotonía de su vida. Cosa que le pareció fascinante.
Apretó su mano un poco, deseando llamar su atención y que se detuviera. Quería hablar con él, quizás implorar para qué le dejara revisar ese mensaje. Él la miró, alzando una ceja y ella trató de sonreír, aunque lo único que quería era lanzarse a sus labios. La atracción que sentía por él, era demasiado fuerte. Y volvió a sentirse como cuando estaban en el baño, como si esos ojos solo la miraran a ella.
—Dime, impaciente —dijo alzando la cabeza, asintiéndole.
—No soy impaciente —le contradijo antes de hablar—, pero necesito mi teléfono.
Él la miró de cerca y sujetó sus mejillas, cortándole la respiración por un instante. Estaba tan cerca que sintió que el mundo se le venía abajo. Su sonrisa la sedujo de nuevo y se sintió atrapada, no se atrevía ni siquiera a respirar. Solamente quería vivir esto que estaba viviendo por primera vez en su vida.
—¿Necesitas el móvil estando a mi lado? —preguntó, acercándose más.
—Te lo devuelvo enseguida, te lo juro —imploró, sujetando sus muñecas y se apartó, aun cuando no quería hacerlo—. Necesito ver un correo del trabajo. Te recuerdo que por tu culpa hoy no he podido trabajar.
—Deberías darme las gracias —concluyó, sonriendo—. Espera, por favor, quiero mostrarte una cosa.
Le dio un corto y tierno beso en la comisura de los labios, para volver a apartarse sonriente. Estaba demasiado contento, parecía que tramaba algo y todavía seguía sin entender bien por qué quería mostrarle algo. Volvió a entrelazar sus manos para seguir caminando juntos, hasta llegar cerca dónde se encontraron con el memorial de John Lennon, donde Nate se detuvo, sonriendo.
De repente una música empezó a sonar y tuvo que girarse para observar de donde surgía ese sonido. Alzó la vista al encontrarse con aquel chico que había visto al salir de la habitación de Nate y suspiró ligeramente aliviada. Cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los de Nate, un chico había aparecido entre ellos y le entregó un ramo de rosas blancas.
Sonrío sujetándolo y vio como su acompañante se apartaba para ponerle sobre los hombros una chaqueta que llevaba. Le venía tan grande que no sabía que debía hacer, y aunque notó el peso del teléfono en el lateral derecho, decidió ignorarlo para ver lo que Nate empezaba a hacer.
No se esperaba nada de lo que estaba viendo. Un grupo de cuatro chicos y tres chicas bailaba sobre el memorial de John Lennon, primero era un baile clásico, tranquilo, con pasos y movimientos armoniosos, pero después se movieron al más puro estilo del Hip Hop, logrando que ella contuviera el aliento en algunas de las piruetas que estaban realizando.
Cuando hubieron finalizado, sonrío y empezó a aplaudir sin parar. Había sido algo mágico y especial, aunque todavía no entendía el porqué. Nate se acercó a ella, sonriendo, parecía que iba a decirle algo, pero ella le detuvo enseguida.
—Oye, ya sé que te gusto, pero no porque me regales unas rosas voy a salir contigo —dijo de forma rápida y nerviosa—. Aunque eso ha sido genial.
—No sería tan cutre de pedirte salir así —le contestó, sonriendo—, Pero... ¿Qué dices, jefa? ¿Nos contratas?
Arqueó las cejas, extrañada, no sabía a qué se estaba refiriendo. Entonces él se acercó, sujetando su cintura y colocó su mano en el bolsillo de la chaqueta, sacó el móvil y lo desbloqueó. Que le hubiera respondido de aquella manera le hacía querer saber cómo se declararía a alguien que le gustara. Y por supuesto, que le enseñara el correo que tanto estaba esperando mirar la hizo sentirse estúpida y algo decepcionada. Suspiró y levantó la cabeza para mirarle.
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ImPerfecto (Obra ganadora de PGL Awards)
RomanceObra ganadora de los PGL Awards, corregida y editada perfectamente Rachell tenía la vida perfecta, había acabado sus estudios y había llegado a ascender en su trabajo, como hija del jefe. Vivía en el centro de Nueva York y compartía su apa...