Otro día más marcado en el calendario. Dos semanas viéndose solo durante media hora o menos. Empezaba a odiar su trabajo, su forma de vida, todo parecía haber cambiado para ella, era mejor. Antes, amaba los sábados en casa de sus padres, y en esos instantes, los detestaba.
Aunque estaba feliz y debía admitirlo, hacía tiempo que no se sentía así. Incluso, había empezado a sonreír a sus compañeros de trabajo, y eso resultaba muy extraño a Sam, que metido en su habitación pareció no poder parar de preguntar por qué estaba así. Esa vez no tuvo dudas, confesó todo lo que sabía de Nate, las veces que se habían visto y cómo era con ella.
La sorpresa fue evidente en la cara de Sam, porque había supuesto que estaba así de contenta por el programa. Lejos de esa realidad, estaba así de contenta por haber encontrado a Nate, sentía que era aquello que faltaba en su vida.
—Así que... ¿No vas a acabar el programa? ¿Qué crees que va a pasar? Nate es... ¿Bailarín? Rachell no... —se preocupó Sam—, no quiero ser quién te lo diga, pero no estás siendo realista.
—¿De qué hablas? Tampoco te estoy diciendo que esté saliendo con él —objetó, sentándose en su cama con un largo y gran suspiro.
Sam pareció palidecer de repente. Siempre habían sido mejores amigos, no quería mostrarse en desacuerdo con esa relación y eso intentó hacer, le trató de hablar como un amigo, viendo como su amiga iba a estamparse contra un muro de hormigón. Era evidente que tampoco podía estar con ella al cien por cien en esa locura y también se lo hizo saber antes de bajar al comedor.
—No creo que tengas futuro con alguien como él. Rachell, tienes que pensar en ti. Ahora más que nunca y sabes qué él no lo es —le advirtió.
Rachell levantó la cabeza de inmediato y lo miró de cerca. Estaba siendo sincero y si Sam no aceptaba su relación, tampoco lo harían sus padres. Era algo que tenía claro, por eso, cuando estuvo en el comedor no se atrevió a abrir la boca. Solo quería que el tiempo pasara rápido y poder dejar todo aquello atrás. Era posible que su relación con Nate no fuera a ninguna parte, pues nunca hablaban de aquello que les molestaba a ambos.
Cuando quedaban, pasaban el tiempo juntos, Rachell sentía que él estaba cómodo, pero que temía estropearlo todo si demostraba estar celoso por las citas del programa. Esas que seguían siendo un desastre para ella.
Habían salido los dos primeros programas y era muy evidente que durante su cita con Andrew todo había sido un desastre, además de su cita con Daniel, que rechazó cualquier contacto y le hizo una cobra, sin darse cuenta. Verlo le hizo saber, que era un desastre. No le gustaba verse. Se sentía un mono de feria. Se veía frívola, ridícula, una chica del montón, lejos de como fue su primera cita de verdad, donde Nate, consiguió sacar algo en ella, que los demás no veían.
—Opino que deberías quedarte con Daniel de nuevo —dijo su madre, divertida—. Parecía que quisiera besarte... ¿Qué pasó? ¿Te besó?
El programa había sido cortado antes de que ella viera a Nate creando la coreografía perfecta para el anuncio. Así que nadie sabía si realmente había existido aquel beso. En las redes sociales Daniel, intentaba mantener un poco el anonimato y había desvelado que quizás si hubo un pico. Tuvo miedo de que esa información hubiera llegado a los oídos de su chico.
Aunque tampoco tenía de otra que esperar. Recibió una mirada de desaprobación de su padre. No veía con buenos ojos a Daniel, a él le había gustado más Andrew, por su nivel social. Y eso volvió a fastidiarla, porque sentía que no podía tomar ni una sola decisión por sí misma.
Aquella tarde la pasó encerrada en su casa, acabando de detallar una reunión cuando recibió un mensaje un tanto extraño. Desbloqueó el móvil y fue a la bandeja de entrada de mensajes.
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ImPerfecto (Obra ganadora de PGL Awards)
RomanceObra ganadora de los PGL Awards, corregida y editada perfectamente Rachell tenía la vida perfecta, había acabado sus estudios y había llegado a ascender en su trabajo, como hija del jefe. Vivía en el centro de Nueva York y compartía su apa...