Estaba de vuelta en la oficina tras pasar el fin de semana con Nate. Había sido como descubrir cómo sería su vida juntos y tenía que admitir que le encantaría que se repitiera siempre. No sentía que pudiera entrar en una rutina o monotonía con Nate, siempre encontraba la forma de sorprenderla. Y parecía que nada pudiera estropear ese momento de paz.
Sabía que debía arreglar lo prepotente que había sido durante el primer y segundo programa, por ello, había aceptado ir a su última cita. Ya que la tercera tampoco había sido del todo de su agrado. Entendía que Nate no estuviera de acuerdo, pero debía hacerlo.
Había estado trabajando durante toda la mañana, estaba segura de que si el señor Holmes había recibido el baile que habían hecho en la calle iba a estar de acuerdo en firmar con ellos. Quería un vídeo urbano y lo tenía. Le había pedido al amigo de Nate que lo grabara todo, después durante la celebración lo envió a Sam y tuvo que habérselo enviado a Holmes. Solo tenía que esperar una buena respuesta.
—¿Qué es eso que has enviado al señor Holmes? —preguntó su padre, entrando enfadado en su oficina—. Además, ¿Quién es Nate?
Vio a Sam asomado por detrás y suspiró. Entendió que su propio amigo se había ido de la lengua. No se lo podía creer, confiaba en él y estaba segura de que aquello no debía estar pasando. Nate era un buen chico, la cuidaba y, además, no había hecho nada malo. Pensó durante unos segundos en cómo debía contestar a la mirada frustrada de su padre.
—El señor Holmes quería algo más urbano —contestó segura, dispuesta a enfrentarse por primera vez a su padre—. Conocí a Nate por error y... Me gusta, papá.
Su padre negó, estaba fuera de sí mismo, dio un golpe en la mesa y la miró, mientras tragaba saliva. Parecía que todo se le había escapado de las manos, pero estaba dispuesta a quedar por encima, no iba a dejar que su padre de nuevo la tratara como si no tuviera el suficiente cerebro para saber elegir su vida.
—Sé qué crees que no es un buen partido para mí, pero es mi vida —se atrevió a decir.
—¿Eso te está enseñando? —contestó, iracundo—. A desobedecer a tu padre y comportarte como una cualquiera, bailando en un vídeo en plena calle.
Negó con la cabeza, no podía permitir que le hablara de esa forma. Ella no era una cualquiera por bailar y Nate no había hecho nada. Él no fue el culpable de haberse encontrado con ella en aquel lugar. En todo caso, la culpa solo fue suya, por haberse equivocado de vida, por no haber hecho lo que en un principio quería.
—Papá, yo siempre he querido bailar. El único problema es que no te has detenido ni un momento a pensar en lo que quiero de verdad —dijo, llevándose una mano al pecho—. Lo feliz, que me sentí ayer, bailando.
—¡Eso no es un buen futuro para ti! —gritó, soltando el aire que estaba conteniendo—. No vas a volver a ver a ese maldito Nate o... Te juro que se te cerrarán todas las puertas, no solo las de mi casa.
Dicho eso se dio media vuelta ante la atenta mirada de Sam. Rachell cerró los ojos, abatida sentándose para quedar delante de su portátil, en su postura más natural. Sintió los pasos de Sam cerca y quiso decirle que se fuera, pero necesitaba saber si había enviado aquel correo.
—¿Lo enviaste al señor Holmes o solo a mi padre? —preguntó, enfadada.
No quería recibir más sermones, solo por haber congeniado con Nate. Desde luego, nada de eso tenía que ver con su trabajo. Su vida privada, estaba al margen de su trabajo.
Sabía por qué no congeniaba del todo con ninguna de aquellas citas absurdas. Cuando le dieron aquel regalo, ella misma, se encargó de contestar a las preguntas, con sus gustos, sus aficiones y todas eran mentira. Ese era el personaje que se había montado para poder sobrevivir a sus padres.
ESTÁS LEYENDO
ImPerfecto (Obra ganadora de PGL Awards)
RomanceObra ganadora de los PGL Awards, corregida y editada perfectamente Rachell tenía la vida perfecta, había acabado sus estudios y había llegado a ascender en su trabajo, como hija del jefe. Vivía en el centro de Nueva York y compartía su apa...