𝙀 𝙇 𝙀 𝙑 𝙀 𝙉

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Minho no sabe cuánto tiempo estuvo allí inconsciente, pero cuando despertó estaba solo. La cabaña estaba solitaria y parecía ser de madrugada por la tenue luz que entraba por la ventana.

Todos se habían marchado y dejándolo allí tirado como si no hubieran hecho nada. Aunque eso es lo que hicieron aparentar todos: que no le dañaron en lo absoluto.

No sabía que le dolía más, el daño físico o que hubiera confiado en ellos y que personas como Jeongin y Jisung lo traicionaran de esa manera.

Se vio en el reflejo del cristal, miles de heridas y nombres que quedarían grabados para siempre. Cubierto de sangre seca y moretones se arropó con sus ropas rotas como pudo y salió de la cabaña caminando con dificultad.

La niebla de madrugada rodeaba el lugar y cojeó hasta su cabaña esperando encontrarse con alguien, aunque sea un alumno, para que le ayude con este dolor. Pero no había nadie, ni un solo alma. Supuso que era porque era muy temprano, pero cuando llegó a su habitación y la vio vacía, sin las pertenencias de sus compañeros, supo que no había nadie en todo el campamento.

Buscó por todo el lugar, sin embargo, supo después que se habían marchado sin él. Se derrumbó allí solo, quería estar en su casa abrazándose a su peluche y llorar hasta que su dolor acabase. Incluso sus profesores lo dejaron tirado, todos le dejan, ya sean sus padres, sus amigos... Estaba destinado a ser destruido por todos.

No sabe cómo, pero para el final del día ya estaba llegando a su barrio. Hubieron personas que lo vieron lleno de sangre, barro, tierra y suciedad, más ninguno fue a ofrecerle una mano. A medida que iba llegando a su "hogar" su llanto se hacía más fuerte.

— ¿Minho? — escuchó la voz preocupada de la señora Wang a su espalda.

Era una mujer mayor, la única que se había preocupado por él. Le había dado ropa que pertenecía a su hijo mayor, quien ya no vivía con ella, pero seguía manteniendo su ropa de cuando era pequeño. Casi todas las semanas lo invitaba a comer varias veces para pagarle que le ayudara en las tareas del hogar. Minho lo hacía porque quería ayudarla y ella le pagaba invitándolo a comer o merendar.

Lo había cuidado cuando estaba enfermo y se refugiaba con ella cuando sus padres traían a sus amigos drogadictos a casa. Su vecina había sido la única de la que recibió algo de cariño.

— Cielo, ¿qué te ha pasado? — preguntó alterada, soltando la bolsa de la compra en el suelo y caminando hasta él. Apartó los cabellos pegados al rostro y examinó rápidamente su ropa ensangrentada. Llevó una mano a la boca a la vez que abrazaba al niño —. ¿Quién te ha hecho esto? ¿Han sido los de tu clase? ¿En el campamento?

Minho asintió al separarse, no pudiendo hablar por el nudo de su garganta que a penas le dejaba respirar. Sintiéndose arrepentido de haberle dicho el día anterior a la salida, muy contento, que un compañero de clase había logrado que pudiera ir.

Ella, tremendamente horrorizada, le dijo— Debemos denunciarlos, voy a hablar con tus padres.

Caminó unos metros hasta su casa y tocó el timbre con insistencia hasta que la madre de Minho les abrió. Fruncía el ceño y sus ojos estaban medianamente cerrados.

— ¿Qué? — preguntó con fastidio hasta que vio a su primogénito detrás de esa anciana lleno de mugre.

— ¡Han maltratado a tu hijo! ¡Debes ir a denunciarlo!

— ¿Y por qué no te has defendido, mocoso?

— Eran muchos, mamá — lloriqueó sin poder evitarlo. La mayor miraba a su madre sin dar crédito.

— ¡Da igual! ¡Está destrozado!

— ¿¡Y a usted que mierda le importa lo que le pase a mi hijo!? Métase en sus asuntos, vieja.

𝐇𝐀𝐏𝐏𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇 𝐃𝐀𝐘 ━━ 𝐒𝐊𝐙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora