EPILOGO. RETRATAR LA REALIDAD

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MinHo volvió a casa con sus abuelos aquella semana, y tuvo que asistir a un par de clases antes de los exámenes finales. No tenía ánimos para estudiar; pero simplemente presentándose, la mayoría de profesores le aprobaron, igual que él resto.


Regreso para comer él último día del trimestre, con unos trozos de pastel que había hecho SooYoung para despedir a TaeMin.


Al tomar la puerta se dio cuenta de que ya no sentía nada; era como si esos muros no existieran; nada separaba la realidad de la calle a la de esa casa. Ambas cosas le acompañaban todo el día, desde que levantaba hasta que se acostaba en su vieja cama.

Y, de hecho, ellos seguían con la misma rutina, sosegados, pero impasibles.

- MinHo , esto es suyo. – Comían los tres como siempre en la mesa de la cocina, y como siempre él silencio se rompía solo con la voz de su abuelo. – Puedes quedártelo. – Le daba una cartera hecha polvo. – Tiene dinero en efectivo y una cuenta bancaria. La llevamos nosotros, pero bueno.... Es tuya.

- ... Gracias.

- ¿Quieres más, MinHo? – Su abuela empezó a retirar los platos.

- No, gracias.

Y se quedaron solos, de nuevo, en silencio.

- Gracias.

- ... ¿Qué?

- Gracias por habernos acogido a mí y a mi padre todos estos años.

- ...

- Gracias por todo. – Se levantó ante su mirada... No, no estaba sorprendido. Estaba llorando. – Has sido muy amable con nosotros.

"Sufre."

- Pero creo que... Voy hacer mi vida por mi cuenta.

- ...Bien, hijo.

- No soy tú hijo. – Le respondió. – Soy tú nieto.

Quedaban pocas cosas en ese armario que guardar en la maleta, por eso lo metió todo en la mochila y bajo la maleta al sótano.

No quería dejar ninguna foto, ni una máquina, ni un solo trasto por inútil que fuera; era suyo. No quería que ellos se quedaran con nada suyo nunca más.



Muros de piedra fría contra él cielo rojizo; copos de nieve sobre él parabrisas; reflejos en él cristal; flores marchitas; huellas húmedas en él asfalto; TaeMin y su sonrisa.

Aparecían sobre él papel blanco, se quedaban allí para siempre, fijas en él tiempo.

Muros de piedra nevados; flores nuevas; cristales polvorientos; roció en placas de hierro; cruces a contra luz recortadas en él cielo.

Escarcha y brotes verdes; flores primaverales; paisajes llenos de color y vida; campos y acantilados; él sol brillando en él pelo de MinHo.

¿Cuándo sucedió? ¿Qué fue de todo aquello?

Solo eran imágenes en las manos extrañas, pero eran miles de momentos.

Fue él tiempo pasando despacio, deteniéndose a cada latido, muriendo y reviviendo constantemente.

Fue una ilusión, un recuerdo de la persona ausente, fue él deseo más vivo, una sonrisa, una mirada que lo cambio todo.

Fue un intento de atraparlo para siempre; retratar la realidad.




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