Nudo.

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09032022

tw:  drogas, autolesión, trastornos psicológicos, descripción de heridas, sangre, irracionalidad, ataques de ira, pánico, ansiedad y miedo. Lenguaje vulgar y romantización desde una perspectiva de personaje (NO desde una perspectiva narrativa o imparcial). Escenas de sexo sin censura.

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capítulo dos:
la obviedad en el desear de un mundo ajeno.

—¿A qué esperabas a llamar... —había empezado el alto antes de observar a Mikey, y entonces su entrecejo se frunció muy levemente—. ¿Qué mierda te ha pasado?

Mikey pensó que se refería a su cabello o a su aspecto físico, pero cuando Draken alzó el mentón hacia él, supo que se refería a las pintas.

«Pues he tenido un accidente de moto porque el venir aquí me ha provocado un ataque de pánico mientras conducía, Ken-chin» Definitivamente no podía decirle eso.

—Me caí —murmuró Mikey, agachando la cabeza y esperando que no le preguntara más.

Ah.

Draken asintió con su cabeza y se hizo a un lado para dejar pasar al peli blanco sin decir nada más. Mikey supo que aquello era porque no se creía ni una palabra de lo que decía. Draken siempre había sabido leerlo, pero pareció no importarle que estuviera mintiendo.

Era obvio que no le importaba. ¿Por qué iba a importarle a Draken la integridad de Mikey? Pero si no le importaba, ¿por qué preguntó? Mikey se sentía confuso, perdido y tenía miedo. No sabía exactamente porqué ese último sentimiento, pero no sabía cómo tratarlo. Inspiró hondo, observando los pies descalzos de Draken y dio un paso al frente. Sabía que su rostro estaba inexpresivo (pues así había sido siempre), pero también sentía su cuerpo temblar. Odiaba la idea de que Draken pudiera estar notando aquello último, así que trató con todo su ser de calmarse, contando hasta cien en su cabeza mientras se deshacía de los zapatos en la entrada.

«uno, dos, tres...»

Veía la espalda de Draken ancha y fornida caminar hacia el comedor por el corredor y lo siguió en silencio. La casa de Draken olía tanto a él. Todo, desde las paredes hasta el suelo y los muebles embriagaban a Mikey y lo hacían sentir mareado. Él realmente quisiera quedarse ahí. Quería acostumbrarse al olor de Draken y sólo sentirlo cuando lo abrazara, suave y masculino. Suyo.

Draken se detuvo y se volteó hacia Mikey.

—Es pronto —comentó, mirando directamente a Mikey—. Date una ducha rápida. Me dejarás todo perdido de barro y agua. El baño es la última puerta siguiendo recto.

«once, doce, trece...»

Mikey caminó cuando el mayor le dejó espacio para ir, sin replicar ni preguntar. Se bañaría rápido y saldría justo a tiempo para las doce. Sí.

Abrió la puerta del baño y sintió sus piernas temblar. Allí el olor era incluso más intenso. Lo era tanto que su cuerpo no era capaz de responder adecuadamente. El dorso de su mano tapó sus labios y cerró sus ojos con fuerza, doblegando sus rodillas ligeramente y sintiéndose temblar. Siguió contando, cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y ocho, mientras el agua comenzaba a caer en la ducha, emitiendo vapor a todo el baño. Mikey pensó que podría desmayarse ahí si seguía inhalando a Draken. Cuando entró, a pesar de mojar su cabello, no le echó jabón. Sólo lo hizo por su cuerpo y sintió el escozor en algunas zonas. Tardó menos de cinco minutos en salir y enredarse en una de las toallas de Draken, protegiéndose del frío fuera del agua.

Fairytale || drakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora