Extra.

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18042022

tw: autolesión, trastornos psicológicos, sangre, irracionalidad, ataques de ira, pánico, ansiedad y miedo. 

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EXTRA:
hogar, dulce hogar.

Mikey despertó y vio a su alrededor. Su cabello revuelto, la manta cubría parte de su torso y una de sus piernas, mientras que la otra se enredaba con ella y con el calcetín que debería estar en su pie, pero que estaba a punto de caer del colchón.

Los ojos le dolían, en sus párpados restos de lágrimas secas y duras podía sentir, molestando al momento de abrir y cerrar sus ojos, incluso impidiéndole abrirlos totalmente. Una de sus manos estaba en su estómago. La otra cerca de su rostro, en una posición natural, puesto que había dormido de lado con su rostro apoyado en la palma.

Los cojines que debieron estar entre su cuerpo y la cama, estaban en el suelo. Y todo estaba normal. Él juraría por su hermano que era una mañana como todas, hasta que se dio cuenta de que era una mañana y él se hallaba despierto. En su reloj marcaban las cuatro y veinte de la madrugada, faltaban dos horas y cuarenta minutos para que llegara Draken. Y Mikey, sin embargo, estaba despierto y su espalda se estaba encorvando, irguiendo todo su torso y quedando sentado sobre la superficie de muelles.

Poco a poco, aquel sentimiento de neutralidad que solía sentir las pocas mañanas que despertaba sin la ayuda de Draken, desapareció. El nudo en su garganta, en cambio, se instauró sin orden del rubio y permaneció ahí, hinchándose e impidiéndole la respiración. Era, como, irreal.

En el calendario de la pared en su cuarto, habían tachados los números hasta el treinta de octubre. Porque el treinta y uno, en su cabeza, no existía. No quería que existiera.

La cabeza se sintió pesada. Sus brazos y piernas muertos, y sólo deseó esperar a que alguien llegara. Emma estaría con el abuelo, supuso. Draken todavía estaría durmiendo en su hogar. Takemichi seguramente estaría con Chifuyu, consolando al chico. Y él debería estar durmiendo.

Por un segundo, de hecho, por una milésima de segundo, pudo sentir cómo las lágrimas rozaban su rostro. Pero no era así. No había ni una lágrima y sus ojos dolían como el infierno. Su corazón latía con tranquilidad y ligeros tics destacaban en sus rodillas, que se movían en un tembleque sin su consentimiento, por los nervios, por la impotencia.

Hacía mucho que no se sentía de aquel modo. Años, se atrevería a decir. Desde la muerte de su hermano, Mikey se había sentido día a día un poco mejor. Incluso, se atrevería a decir que hubo momentos, pequeños escenarios con Draken o con Emma, que recordaba y le hacían sacar una sonrisa. Quizás la caca en la cabellera de Takemichi era uno de esos momentos. Sin embargo, el escenario de él, en su cama sentado con los hombros cansados, casi formando una "c" con su columna y su cadera (debido a la mala postura de su espalda), con sus ojos perdidos en las sábanas y la luz encendida, no era uno de esos escenarios. No creía siquiera recordar nada.

En su cabeza, el grito de Chifuyu se escuchaba con eco. Las lágrimas escurriéndole por el rostro, su corazón roto. Mikey no era alguien con facilidad para empatizar. No lo era, pero entendía perfectamente el dolor que sentía Chifuyu. Por alguna razón, en un rincón de su corazón, más allá del rencor que le tenía a Kazutora por arrebatarle a dos personas demasiado importantes para él, él quiso matarlo por arrebatarle a Chifuyu su mejor amigo. Porque el simple hecho de pensar en que a Draken le ocurriera algo le hacía hervir la sangre y le hacía perder todo contacto con los sentidos. Y Baji no era como Draken, Baji había sido para Mikey su amigo de la infancia, un hermano. Baji sabía todo lo que Mikey pudiera ocultarles a los demás miembros de la Tokyo Manji. Baji sabía todo de lo que Mikey había sido capaz de hacer y había permanecido a su lado todo el tiempo.

Fairytale || drakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora