Desenlace.

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24032022

tw: drogas, autolesión, trastornos psicológicos, descripción de heridas, sangre, irracionalidad, ataques de ira, pánico, ansiedad y miedo. Lenguaje vulgar y romantización desde una perspectiva de personaje (NO desde una perspectiva narrativa o imparcial). Escenas de sexo sin censura.

**este capítulo fue escrito con playlists de euphoria de youtube, recomiendo leer con eso a partir de cuando mikey llega a su casa, y en el momento en que mikey empieza a narrar, poner "another love" para sufrimiento máximo<3

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capítulo dos:
supervivencia instintiva en el cuadro de un dulce ángel

   Todo aparentaba estar silencioso y relajado. Las respiraciones tranquilas y los cuerpos relajados de Draken y Mikey acostados en la cama. Sentía su cuerpo ligeramente tembloroso mientras Draken lo acariciaba con una toallita húmeda y pañuelos, tratando de retirar toda la esencia viscosa. Estaba frío, pero era soportable porque los dedos de Draken estaban calentitos, y su mirada estaba concentrada como cuando arreglaba una moto: preocupado por hacer un buen trabajo, perfeccionista y auto exigente.

   Tiró todas las toallitas manchadas y lo acarició con un pañuelo para secar su cuerpo y que no se le irritara la piel. Sacó del cajón un cacao y lo destapó, mostrando una barra de un rojo cereza suave y brillante. Lo acercó a los labios de Mikey y lo esparció con cuidado, asegurándose de cubrir aquella herida espantosa que se había hecho. Mikey notaba los labios suaves y pegajosos, y sus mejillas le ardían en pudor.

   Cuando Draken le había pedido que le dejara echar un ojo a las heridas de la caída, Mikey no pensó que haría todo aquello. Aún así, allí estaban, Mikey hecho un manojo de nervios y ansiedad mientras sentía su corazón latir desbocado cuando Draken sacó hidratante del armario. Cuando eran adolescentes solía encargarse de curar sus heridas cuando Emma no estaba. Solía encargarse de recordarle todas las mañanas de echarse hidratante al menos en los moretones, raspones o cortes y heridas abiertas que tuviera. Era gracias a ello que la piel de Mikey carecía de cicatrices.

—¿Hace cuánto que no hidratas tu piel, Mikey? —preguntó Draken, untando su dedo en la crema blanca.

Mikey lo pensó un momento.

—¿Hace cuánto que dejaste de hacerlo?

—Doce años.

—Pues eso.

   Draken lo miró y suspiró, negando, pero no dijo nada. Se limitó a esparcir la crema por toda la piel de Mikey, y Mikey se dejó de hacer, estremeciéndose cada vez que añadía más crema. Cuando Draken se dio cuenta, comenzó a frotar la crema en sus manos para calentarla antes de frotar con suavidad el cuerpo de Mikey. En el vientre tuvo más cuidado, y Mikey se encogió, algo ansioso ante la situación. Ya era mucho que Draken estuviera tomándose aquella licencia tras doce años, sin embargo, que encima fuera a tocar aquella zona donde la piel estaba mucho más sensible con sus manos y que en sus ojos se notara tanto el esfuerzo en no dañar a Mikey que le estaba suponiendo era demasiado.

—Relájate, Mikey —le indicó Draken, masajeando la zona con delicadeza.

   Mikey se mordió la lengua para no responderle una grosería y estropear más la noche. A esas horas ya no había nada de ruido exterior y en casa de Draken sólo se escuchaban sus respiraciones y algunos quejidos de Mikey. Se le hacía extraño. Estar en el lugar de Draken y que no hubieran indicios de gente vendiendo su cuerpo en la habitación de al lado. Era francamente aterrador cuánto había cambiado. Cuando eran jóvenes Draken nunca habría pensado en el tabaco como opción para el estrés, aunque de igual forma tampoco había juzgado nunca a quienes lo tomaban así. Draken tampoco tomaba alcohol, incluso cuando habían fiestas en el burdel y les ofrecían a ambos, él nunca aceptó ni bajo presión. Seguramente si el Mikey de quince años lo viera entonces, se asustaría, le reprocharía por ser un irresponsable y acabarían peleando. Nunca supo cómo gestionar sus emociones, y menos la preocupación por sus seres queridos. Mikey temería perder a Draken más pronto de lo debido y en vez de hablarlo, se mostraría molesto y lloraría entre las cuatro paredes de su cuarto, echándose la culpa a sí mismo y preguntándose qué hizo mal. Sin embargo, el Mikey de veintisiete años no podía reprocharle nada. No tenía que preguntarse qué había hecho mal porque lo sabía. Incluso así, era difícil de tragar el cambio del mayor.

Fairytale || drakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora