𝟎𝟒 | 𝐃𝐄𝐃𝐀𝐋𝐎 𝐉𝐀𝐄𝐆𝐄𝐑𝐈𝐀𝐍𝐎

313 51 29
                                    



 ❝ dédalo jaegeriano 



—¿Qué estuviste haciendo?

Pregunta. Aunque sus ojos parecen querer indagar más de lo que unas tres palabras pueden profundizar en una persona. Ignoré su pregunta y observé la casa de donde salió. Es estrecha y tiene tres pisos, las escaleras se encuentran afuera, pero una barrera de rejas hace que se sientan seguras. Un foco dentro de una de las habitaciones, parpadea constantemente.

—¿Ahora vives ahí? —pregunto esta vez. Eren no me quita la mirada de encima cuando responde:

—No. No es mi casa —responde. Pero luego parece fruncir el ceño—. Es de un amigo—dice demasiado rápido que arrastra las palabras. Empuja hacia atrás el cabello que le cae en la cara gracias a la brisa y seguimos allí, frente a una casa ajena, llena de gente ajena y una ciudad ajena a nuestra historia.

Bien, eso es lo único que quiero saber, por el momento.

—Conversemos en otro lado, si es que no estás ocupada —. Eren mira mi mochila, quizá adivinando si regresaba de clases, pero eso me intriga aún más, ¿realmente él sabía desde hace tiempo que yo estaba aquí, tratando de rehacer mi vida? — Conozco un lugar donde nadie podría molestarnos.

Hace un esbozo de sonrisa.

—No me gustan los moteles —digo mientras camino detrás suyo, movilizándome entre todo el gentío asfixiante.

—No vamos a ir a uno —responde en voz alta, quizá con una mejor sonrisa, procurando que le escuche debido a que llegamos cerca de la zona de clubes, donde la música es tan alta que resuena en las veredas y en las orejas de cada transeúnte. Esa pizca de duda en su voz, me recordó a cuando tenía 17 años. Pero esas cosas ya no regresarían, ni en música ni en videos, ni en él.

—Tampoco me gustan los bares.

—No te preocupes, Leo. No te preocupes.

La forma irónica en que dijo lo único solo me hizo reflexionar acerca de lo que estoy haciendo ahora: seguirlo. ¿Seguirlo? ¡Para qué! Ni siquiera debería haberle dirigido la palabra. Ni debí dejar que tocara mi muñeca o que me mirara.

—¿Desde cuando estás en Paradis? —pregunté una vez alcancé su paso entre las losetas libres de personas como en las calles anteriores. La noche esta vez no es tan oscura, es un celeste diluido en gotas negras y las nubes carbonadas dejaron su aspecto suave, ahora asemejan a un borrón. Un borrón de la creación, que lo único que sabe hacer es seguir oscureciendo en vez de aclarar, hábitat de los fotófobos perpetuos.

—Hace tres días. Te he visto pasar algunas veces. No sabía que estabas aquí antes de venir —. Eren se sujeta el cabello largo con una liga que mantenía en la muñeca.

Después de una corta caminata entre callejones y escaleras en esta ciudad mediterránea, que no conoce el cansancio de subir escalones y bajar a tirones, llegamos a una zona que, tal parece, solo está abierta en las noches, pues recuerdo haber pasado por este lugar en las mañanas y tardes, pero parecían abandonados. Entramos en uno de los tantos pequeños "restaurantes" y nos sentamos cerca de las mesas pegadas a la pared. La música del lugar no es estruendosa, tal vez para no generar problemas, y de todas las mesas, las únicas llenas contienen o a un grupo de personas o a alguien echado sobre el mantel, probablemente alcoholizado.

—¿Qué es lo que querías hablar conmigo?

—Nada en especial —Apoya su codo en la mesa y su mejilla descansa en su mano—. Leonor, no te he visto desde hace mucho tiempo ¿de qué crees que quiero hablar contigo?

𝐍𝐀𝐓𝐔𝐑𝐀𝐋 𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐊𝐈𝐋𝐋𝐄𝐑𝐒 ✶ Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora