Han pasado 2 semanas desde que ingresé al hospital. Todo ha sido un bucle del tiempo donde me he quedado estancada en él. Después del intento de suicidio, duré 3 días sin reaccionar. No oía, no veía ni sentía, solo miraba a través de la ventana y mi rostro cada vez se perdía en el color de las nubes, el azul del cielo, los aviones pasar, y el sol que daba calor a mi cara totalmente fría. Desperté al cuarto día y empecé a tener conciencia de dónde estaba, qué había sucedido y todo el viaje eterno de preguntas que responder, rostros heridos que consolar, y explicaciones para dar. Llegaron los médicos a explicarme el diagnóstico y el procedimiento que se realizó para mantenerme con vida, sin embargo, fue cuestión de minutos cuando empecé a disociarme de la realidad. De ahí, estuve 5 días solo viviendo y respirando por supervivencia, una manguera me alimentaba, las enfermeras me bañaban, mi familia sólo hablaba esperando a ser escuchados, tenía televisor y cualquier cosa posible para sacarme del estado de trance y disociación en el que estaba. Todo en vano.
Estar en trance es un sentimiento bastante cómodo, reflexivo y liberador. Es observar el mundo desde una perspectiva de visitante, donde realmente no existes, pero a la vez sí. Las personas te hablan con esperanza de que reacciones y vuelvas a ser lo que fuiste en algún punto de tu vida, empiezas a evaluar cada segundo y cada palabra que has dicho, a quiénes has herido y a quiénes hiciste reír. Piensas en el almuerzo que preparó tu madre con todo el amor para ti, analizas cómo hiciste amigos y los perdiste en el transcurso del tiempo, sientes el dolor de tu primera crisis emocional como si fuera la primera vez, es cómo practicar estar muerta, pero sin realmente estarlo.
Muerta en vida.
El edificio es poco cómodo y hogareño. Es un hospital común y corriente con enfermos en pasillos, gritos de enfermeras y familiares, comida insípida, enfermeras con cansancio después de turnos de 48 horas, médicos en rotación cada 8 horas y chismes entre residentes. Realmente no había nada nuevo ni bonito que observar. En el piso 10 están las personas en hospitalización: Hay enfermos terminales, en condiciones paliativas, accidentados, y demás. En mi sección del piso estoy con los de enfermedades terminales, debido a que no había más habitaciones disponibles. El médico dio un mínimo de 2 semanas de observación, pero hoy, me han comunicado que debo estar otras 2 semanas más gracias a deshidratación, pérdida constante de conciencia y habla, poca respuesta cognitiva y muscular a incentivos, y más efectos que realmente no presté atención.
Usualmente las enfermeras nos llevan a las cinco de la tarde a un taller de inmersión. Es donde hacen la vida de los pacientes un poco más agradable juntándolos con otros enfermos a ver si te inspiras y decides vivir más tiempo, o así lo veo yo. Nos juntan en una salita con televisión, libros, revistas o simplemente para tejer. Yo siempre decido quedarme en el cuarto, no hay nada más deprimente que querer morir, pero terminar con vida y más enfermos en estado terminal.
Mis padres me visitan todos los días, llevan comida y me cuentan sobre su día en el trabajo, me preguntan qué pueden hacer por mí y cuánto me aman cada segundo. Yo los amo y estoy agradecida por cada esfuerzo, amor, paciencia y cariño con el que me han criado. Sin embargo, no deseo vivir. Desearía amarlos tanto para quedarme y vivir mi vida, quisiera amarlos tanto para encontrar felicidad en abrazarlos y decirles te quiero, anhelo con mucho dolor poder sentir algo y que por más mínimo que sea, quedarme con ellos. Siempre envidié a mis compañeros del colegio cuando era día de familia, todos lucían tan felices, llenos de amor para compartir y orgullosos de sus padres. Yo también lo estaba, pero no de una manera que realmente me llenara, siempre sentí que todo pasó como una película donde yo no quería participar. Sentía un vacío que no tenía raíz, un nudo en la garganta que no podía soltar y sentimientos que jamás pudieron salir más allá de mi mente. Es el sentimiento de estar ahogándote en palabras y todo lo que alguna vez quisiste decir, pero sin poder hablar, es ver cómo la vida pasa para todos y tú solamente respiras sin explicación alguna.
-He traído a alguien. ¿Te importaría si te lo presento? -Una voz dulce, calmada y joven penetró en mi habitación mientras me disociaba. Era una enfermera.
Asentí con la cabeza.
Realmente no planeaba dejar el trance en el que estaba. Llevaba 2 semanas evitando a la gente de esta manera, anhelando estar muerta de una vez.
-HOLA MUCHO GUSTO, SOY PABLO. -Una voz joven masculina, con bastante ánimo, casi que gritando e irritante, me sacudió la mente de inmediato. No la reconocía y era particularmente extraña. Me sacó de contexto.
Me quedé callada mientras observaba la ventana. No tenía interés en saber quién estaba ahí.
-Anne, él es pablo. Está en el piso contigo. Estamos dándole una vuelta al hospital y Pablo quiso conocerte. ¿Te gustaría si los dejo aquí un rato para que se conozcan? -Dijo ella.
Cerré mis ojos y me disocié.
No quería ver a nadie ni hablar, sólo quería estar en paz durante cinco minutos que se prolongaran por años. Mi mente no dejaba de pensar en cada segundo de mi vida y cómo estaba viviéndola. Pensaba en mis padres, mi familia, qué haría con mi vida y cómo iba a vivir después de que me dieran de alta. Tenía vergüenza de enfrentar a cualquier persona que viera mi estado de salud en el momento, ya era suficiente carga con mis padres para tener que vivir con el remordimiento de todo un piso pensando en la joven de 19 que falló en su suicidio. No escuché si se fueron o si se quedaron ahí, yo decidí apagarme mentalmente hasta que caí dormida.
Ya eran las 8pm y trajeron el alimento para conectar al tubo. Lo más fastidioso es sentir el líquido corriendo por tu nariz, algo insípido, vergonzoso y humillante. Vino la enfermera a ponerme ropa para dormir y cambiarme los sueros. Creo que soy la más joven del piso, pero me atienden como si estuviera inválida. Pero yo he decidido no vivir y así se quedará hasta que mis órganos fallen, mi mente no corra más, mis ojos se cierren y mis pulmones dejen de respirar.
Y así, sin más, acabó otro día más para mí.
¿Hasta cuándo? -Sólo pensé.
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19
RandomAnnebelle, con depresión severa desde los 16 planea su muerte sin mirar atrás. Pablo con amor al mundo y batallando con el cáncer, le quedan 5 meses de vida. El futuro los pondrá juntos pero el final será desastroso. ¿Quién morirá primero? Una mirad...