𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐫𝐞𝐬

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Lazos de sangre.

Veía el cielo, esos tonos naranjales y las blancuzcas nubes a su alrededor nos hacían saber que atardecería. Las aves volaban libremente, mientras que las ramas de los árboles se removían con la suave ventisca. Cabalgaba adelante, observando aquel camino hondo que creó el titán de Rod Reiss. Como predije, era algo de lo que nos tendríamos que encargar próximamente, pero ahora que la batalla de esta sección había terminado, me enfocaba en algo más personal para mi. Cambié mi mirada, observando el caballo aún lado de mi. Adeline estaba sentada en el, con su verdosa capa cubriéndola igual que mi, representando nuestra legión, aquella en la que Erwin apostó, y ganó. Adeline estaba igual de cansada que horas atrás, pero aún así decidió acompañarme y para mi, eso era un acto de amor que recordaría siempre. Su pierna izquierda estaba inmóvil, podía ver el vendaje el cual empezaba a trascender la sangre. Ella cabalgaba con su mirada adelante, su cabello estaba amarrado en una alta coleta y tenía moretones más visibles en su mejilla, incluso raspaduras. No sabría que sucedería, solo se que las cosas para ella y para mi cambiarían, el hecho de que fuera reina, sería un papel enorme que cargaría con sus hombros ya decaídos, y temía, pero prefería no pensar demasiado en eso, para evitar corromper mi fuerte postura.

Habían varios soldados. Muchos de las tropas de guarnición queriendo ayudar a los de la legión, se que entre tantas miradas, Adeline se sintió afligida por el recuerdo de alguien. Bajo la mirada, luego de que aquel hombre rubio de las tropas de guarnición pasara por nuestro lado saludando. Estaba tensa, podía verlo en su postura y como respiro hondo, intentando de esclarecer su mente para evitar los pensamientos que adormecían nuestra razón, y así ella lo hizo, porque levantó la cabeza y continuó cabalgando a mi lado como si nada hubiera pasado. Adeline, yo también te entendía. Muchas veces, por alguna extraña razón cuando miraba a Connie y Sasha, no dejaba de pensar en cómo Furlan e Isabel siempre me seguían, como ellos siguen a Jean. Levante la mirada, queriendo tener mi serio y frío semblante, ese que me distinguía como un hombre inexpresivo e inaccesible. Pero, el saber que estaría apunto de enfrentar a los fantasmas de mi pasado, hacia que de alguna manera u otra, me sintiera débil. Podía ver más allá, a una poca distancia las ruinas del terreno Reiss. Habíamos estado aquí hace unas horas atrás, y creía que no saldría con vida, pero de seguro, me quedaba una muy larga que vivir, era algo que siempre creía y formalizaba en mi mente, quería vivir lo suficiente para entablar mi más grande propósito. Sentir paz, esa misma paz que aclame cuando niño, pero que lamentablemente jamás pude conocer o al menos sentir.

-Levi.-Adeline me llamo, señalando el avistamiento de varios soldados en las ruinas.

-Puedes quedarte aquí, y luego volver con los soldados. Yo me encargaré de regresar.-le indique, viéndola directamente a los ojos, ambos detuvimos el andar de nuestros caballos.

-¿Crees que ellos están aún merodeando por aquí?-me preguntó ella, mientras que dirigí mi mirada al lugar, queriendo acertar.

-Kenny y Leandra no son personas que puedas matar fácilmente. Al menos no a Kenny.-respondí.-De todas maneras, quiero mantenerte a salvo, ¿o me dirás que esas heridas no pueden multiplicarse si ella aún sigue aquí?-le pregunté seriamente, viendo como ella bajo la cabeza.

-No quiero hablar sobre eso.-musitó entristecida, queriendo evadir el tema de cómo esos golpes se realizaron, o como Leandra la torturo de una manera física y mental.-Me quedaré.-afirmó.

-Bien.-acepté en un bufido, bajándome del caballo con precaución.-Carga tu arma.-le pedí, llevando mis manos a sus caderas para ayudarla a bajar, mientras que volví a dirigirme a mi caballo para sostener mi arma, escuchando cómo ella cargaba la suya.-Ten cuidado, no quiero que te caigas, o que me vomites los pies.-expresé, viendo como camino junto a mi, sosteniendo su arma.

𝐖𝐈𝐍𝐆𝐒 ──𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora