Capítulo 1 (¡Listo!)

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—¿Hola? —pregunté temerosa al entrar por la gran verja oxidada. Me apresuré a retirar las manos del horrible metal, frío y desalmado. Aceleré el paso hasta llegar a la entrada del edificio en el que me disponía a entrar, sintiendo cómo mi corazón retumbaba contra mi pecho. El que no obtuviera respuesta era por un lado, tranquilizador y por otro, inquietante.

Desde luego, no me apetecería recibir una multa o meterme en problemas por allanamiento de propiedad privada o algo así; entraría y saldría en un abrir y cerrar de ojos. Nadie tenía por qué enterarse de que había vuelto. Yo, personalmente, quería olvidar cuanto antes todo lo ocurrido y seguir con mi vida cuanto antes.

Para mi decepción, la puerta de la entrada, otro bloque de metal, se abrió sorprendentemente fácil. Me había hecho la promesa de que, si no podía entrar con relativa facilidad, daría media vuelta y olvidaría lo que había intentado hacer. Claramente, no había tenido suerte. Tampoco era que fuera algo fuera de lo común, ni mucho menos, pero sí me habría gustado que hubiera excepciones de vez en cuando.

Asomé la cabeza con cautela. El interior era prácticamente oscuridad, iluminada tan sólo en algunas partes por luz que salía de las grietas que se expandían en el techo. Incluso una década más tarde, había cosas que no habían cambiado, lo que, en este caso, era algo deprimente. De hecho, hasta olía a moho, y el suelo estaba húmedo. Casi me resbalé en una baldosa mojada. El agua había calado, con toda seguridad, a través de las grietas que había visto.

Las baldosas, que antaño habían sido de colores vivos y alegres, se habían desteñido, contribuyendo al aspecto desaliñado y triste del hall principal en el que me hallaba. Tras el mostrador donde se solía recibir a la gente, una caricatura de uno de los personajes más icónicos de la compañía saludaba al visitante a través de un bocadillo de cómic, en el que se leía la palabra "bienvenido".

En realidad, era entristecedor ver en qué se había convertido el sitio tras tanto tiempo, y, de haberlo sabido, quizá no habría decidido volver. En cierto modo, la atmósfera de alegría e inocencia infantil era una de las pocas cosas que hacían soportable el pasar tanto rato aquí. Ahora, esa aura de vida y energía se había tornado tan inexistente como el mantenimiento de las baldosas.

Con cuidado, seguí avanzando. No quería resbalar antes de siquiera pasar al interior como tal; sería demasiado humillante morir por romperme el cuello. Seguro que entraba dentro de las cinco primeras formas más estúpidas de morir. Además, quién sabe, podría encontrarme con alguien de repente, estuviera vivo o muerto. En retrospectiva, ver una película de terror antes de volver a una fábrica abandonada quizá no había sido muy inteligente por mi parte. Esperaba que el sitio estuviera tan abandonado como parecía, pues la alternativa no sería agradable en absoluto, fuera cual fuera.

A pesar de recordarme que debía prestar atención, me las apañé igualmente para tropezarme con algo que había en el suelo. Recuperé mi equilibrio agitando los brazos en el aire y plantando el otro pie con fuerza en el suelo. Bajé la mirada, buscando qué había sido lo que me había hecho tropezar. Se trataba de un VHS, y me acordé del anuncio que había visto esa misma mañana en el VHS que había recibido; un anuncio sobre Poppy, la muñeca más vendida en la historia de la compañía.

Sin embargo, este otro era diferente. Estaba mucho más desgastado y rallado, prueba de que había sido usado mil y una veces. Tenía una noción vaga de lo que contenía, pero, tanto para refrescar mi memoria como por nostalgia, lo inserté en el reproductor de VHS que se aferraba a una de las esquinas: una pantalla anticuada y tosca, que necesitaría una actualización a un modelo más nuevo cuanto antes.

Con un ligero chisporroteo de estática, el televisor cobró vida, y apareció en él la silueta de una extraña manopla amarilla, a la vez que una voz comenzó a resonar en torno a mi.

-Hola, mi nombre es Leith Pierre, y soy el jefe de Innovación aquí, en la fábrica de juguetes de Playtime Co. Si estás viendo esto, estás allanando -Sabía que me acusarían de eso-. Exacto, reproducimos esta cinta en bucle a la hora de cerrar la fábrica. Así que, allanador, sólo para concienciarte, aunque nos enorgullecemos principalmente de nuestros juguetes de alta calidad y excelente cuidado infantil, también nos enorgullecemos de nuestra seguridad. Por ejemplo -dijo, su tono como el de quien va a enumerar una larga lista de argumentos a su favor, y con satisfacción-, esta fábrica está llena de trampas ocultas detectoras de movimiento, las cuales, una vez accionadas, encenderán las alarmas de emergencia de la fábrica y contactarán directamente a las autoridades. Y este es uno de los aspectos más... suaves... de nuestro sistema de seguridad.

¿Qué iban a tener que fuera tan peligroso? Puse los ojos en blanco, soltando un resoplido despectivo. ¿Juguetes asesinos? Casi me reí. Como si eso fuera posible.

-Sin spoilers. Has recibido mi aviso. No es demasiado tarde para volver. Sólo espero que estés seguro de que, lo que sea que hagas merezca la pena.

Claro que mi causa merecía la pena, o eso creía. Si bien no quería acabar siendo interrogada por la policía, eso no significaba que huiría sin al menos haber intentado lo que me había propuesto.

¿Por qué había vuelto, exactamente? Bueno, es una historia un poco larga que debería resumir bastante. Los recuerdos de esa mañana todavía estaban frescos, que fue cuando tomé la decisión de volver.

* * *

Después de dudar durante un rato sobre si hacerlo o no, abrí el sobre marrón en mis manos, con la delicadeza necesaria para no rasgar su contenido, que resultó ser una única hoja de papel amarillenta, con un sencillo mensaje escrito en rojo y en mayúsculas.

"TODO EL MUNDO CREE QUE LOS TRABAJADORES HAN DESAPARECIDO. SEGUIMOS AQUÍ. ENCUENTRA LA FLOR."

¿Qué significaba esto? ¿Era una broma enfermiza, o algo? Mi respiración se aceleró, y sentí que me temblaban las piernas. No podía ser. Había pasado tanto tiempo... Nadie se acordaba. Hasta la policía nunca llegó a saber lo que había ocurrido exactamente, y yo igual. Sólo me hacía una idea, por supuesto, una idea tan horrible que no quería desarrollarla.

Desdoblé el resto de la carta, y el papel se me cayó de las manos sudorosas. Mis rodillas cedieron, y percibí como de lejos el impacto de mi cuerpo contra el suelo. Cada vez me costaba más respirar, y todo se estaba volviendo negro. A mi alrededor, una fragancia conocida se extendía. Y, frente a mí, en la carta ahora arrugada, una amapola dibujada de forma sencilla, casi un garabato, palidecía bajo las luces de mi salón. Cuando mi consciencia se apagó por completo, mi último pensamiento fue uno de terror y comprensión súbita.

Poppy Playtime Chapter 1: A tight squeeze (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora