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—Y así fue como mis padres fueron asesinados, ahorcados en el Olmo de los Condenados, por traición, tras revelar lo poco que sabían de la simulación, en el Año 3000 D.A. Vi sus cuerpos colgar por una semana. A mí me mutilaron, y desde ahí, tengo este brazo genial, ¡HAHAHA! – Jackie dijo, haciendo gestos teatrales. — Perdón, ¿alguien quiere pizza? Es de pepperoni. Ojalá fuera de carne de Asegurador.

Todos en el pequeño cuartel de la Primera Enmienda rieron. La joven Maureen carraspeó, y dijo:

—Bueno, como decía, hoy es día de chequeo general. Greg, pasarás primero.

El hombre polinesio hizo una mueca, y pasó con la muchacha romaní hacia el rehabilitador.

Luego de un tiempo de dibujar y divertirse en soledad, por fin fue el turno de Jackie, quien paso a aquel cuarto, igual de oscuro y pequeño que los demás, diferenciándose, más que nada, por los oxidados y precarios instrumentos de enfermería y soporte mecánico.

—Entonces, ¿cómo te sientes? — Dijo Verity, sonriéndole dulcemente.

Jackie suspiró, sobándose un punto en la espalda.

—Más o menos. He tenido pesadillas con Mael, la jefa de los Aseguradores. Los que mataron a mis padres... Quieren que sea una de ellos, y obviamente me rehúso. No sé... tal vez, ¿Puedas ayudar con la tensión?

—Ok... relájate. Deja tu espalda desnuda, como siempre.

 —Einstein decía que el tiempo era relativo. Así que supongo que el concepto de "siempre" igual lo es. – dijo Jackie, desvistiéndose. Sus diminutos pechos quedaron al  descubierto, y, mordiéndose el labio, los colocó en el colchón.

— Shhh... relájate...  — Dijo la chica Romaní, trayendo lo necesario para la terapia: Una larga y sedosa cuerda de algodón. Dejándola cerca del colchón, besó a Jackie, acorralándola ante la pared. -Así que, ¿Cuál será la palabra?

— "Godi". Significa "mente" en el idioma de tu Pueblo, ¿No es así?— dijo la pelimorada, mirándola con gran expectativa. 

—Es así.— Respondió la otra, riendo. 

Jackie suspiró. Acercó sus labios a los de Maureen, y le dio un dulce beso, sus pechos desnudos contra la blusa de la morena.  

—Te amo, y lo sabes.— Le dijo, entrelazando sus manos con las de ellas. 

—Daría mis dedos por ti.

—Yo daría mis manos por ti. Tienes otras formas de seguir las tradiciones de tu pueblo.

—Solo tienes una mano.

—Pero aun soy humana, ¿no?

-MI humana.- Dijo Maureen, marcándola de besos., y centrándose en escuchar el corazón en el pecho de la chica. -Te sientes tan bien... Pero  no por mucho.

Se escuchó un azote, y, seguido de éste, un gemido. 

-Veamos cuanto resistes- Dijo Maureen, masajeando  los pechos  heridos de su compañera, quien cada vez gemía más. Dejó enrojecidos los bustos, las nalgas, todo aquello que los demás no veían, lo que solo ellas conocían la una de la otra.  Dio besos por todas aquellas áreas secretas, procediendo a masajear también su entrada. Luego de mucha estimulación, entre besos en el monte de Venus y masajes en las caderas, la joven atada se vino, bostezando. 

— Godi — dijo ella,  suspirando.

-¿Tanto sueño tienes?  Ok. Te ayudaré a bañarte y luego dormiremos. 

Y así lo hicieron. Luego de un relajante, aunque frio baño, durmieron en el minúsculo catre viejo que compartían. 

Al día siguiente,  la alarma sonó, como de costumbre. Así que ellas fueron a donde la nota  indicaba que estaría su siguiente misión: La estación de metro "Cossette".

Intentando pasar desapercibidas, ellas subieron al vagón. Ahí se encontraba un hombre robusto, que vestía un esmoquin y miraba juzgón.  Una vez el hombre se bajó, ellas lo siguieron, intentando no parecer sospechosas. Llegaron a un callejón, donde nadie había.

BOOM.

El hombre se desplomó, sin tiempo siquiera para quejarse o gritar. 

—Por fin— dijo Jackie, tomando la cartera del hombre. -Su empresa ya no nos robará agua. A comer, pues. 

Ese día, comieron espagueti hasta reventar. En la noche había otra misión, en la avenida Winchester. 

Cuando fueron a aquella avenida, las estrellas resplandecían,  y los millonarios más grandes hablaban de nuevos proyectos inmobiliarios. Había tanta gente que hubiera sido un movimiento arriesgado sabotear el evento. Pero podían al menos reclutar gente. 

Y ahí estaba. Una joven de piel aceitunada, pidiendo limosna.

—¿Qué quieres? ¡No tengo tiempo para ti!—  Le dijo un hombre rubio y arrugado.

La hermosa joven vio como Maureen le hacía una seña de "ven acá", así que fue al encuentro de la pandilla. Jackie vio asombrada que la chica tenia una cicatriz en la mano. 

—Me llamo Maureen, ella es Jackie y este es Greg.   ¿Tu cómo te llamas?

— Mi nombre es Verity — dijo la chica, tímidamente.

—Ven con nosotros. Les haremos pagar —dijo Maureen. Su cara estaba llena de ilusión

La chica les siguió hasta el minúsculo cuartel.  Ahí le dieron su presentación, comió un poco, y, desde el día siguiente, empezó a entrenar. 

—He mejorado mucho con los cuchillos desde  aquella vez que me corté.— Dijo, dando una demostración, con la cual las sucias cortinas del lugar se rasgaron. —¡También se bailar!

-Nos lo mostrarás a todo mundo en La Gallina Azul. - Dijo Jackie, poniéndole a la chica un pequeño top de color rojo brillante y una minifalda dorada que se alzaba cuando giraba, descubriendo una pequeña tanga del mismo color. -Ten tus dagas.   Te servirán. 

Eran dagas de mango y hoja dorada, ésta última algo curva. Unas cuantas gemas rojas, cuya verdad o falsedad Verity no pudo comprobar en el momento, adornaban las armas.

Entonces fue que Verity se aproximó al escenario. Moviendo las caderas, cuidando cada peso bailaba, dagas en mano, mientras seducía a un maniquí de plástico.  Ella no veía a toda la gente, pero  si veía como otra cosa que se cortaba era la respiración de Jackie.

Pronto, el dinero cayó cerca  de ella, y empezaron los chiflidos. Los movimientos cada vez eran más atrevidos, y los ruidos mas ensorcedores. Nerviosa, Verity respiró profundamente, antes de hacer el acto final: Lanzar el cuchillo hacia el vientre del maniquí.

Lo consiguió.

Toda la multitud aplaudió, asombrada: la debutante había logrado lo que incluso terminó en el desangramiento de otras bailarinas, o de la multitud.

Esa nueva chica era  peligrosa, y quería que todo mundo lo supiera. 

Verity se bajó del escenario.

— ¡Vaya, ese debería ser un nuevo estilo de combate! ¿Cómo lo llamarás?— Dijo Maureen, orgullosa y sorprendida.

La chica suspiró, y, recordando las palabras de un viejo amigo, dijo:

— Tari-Tempur.

Shcheye: Primera EnmiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora