La joven de cabello largo y la de brazo robótico fueron caminado a la Guarida. De paso, entraron a la Gallina Azul.
-¿Qué es esto? Es oscuro y hay mucho ruido.- Dijo la rubia, tapándose los oídos.
-Es un club, Owyn. La gente ama el ruido, y bailar a oscuras. Ven acá. ¿Tu bebes?- dijo la pelimorada, luego de hacerle señas al barista, quien miraba los pies descalzos de la rubia, quien, a su vez, veía con miedo.
-No.- dijo esta última, quien, aun así, acercó el vaso a sus labios, para luego escupir su contenido. -¡Sabe horrible! Me siento feliz de que la Hermana Superiora no considere que estoy lista para beber esas cosas...
—¿Cómo sabes qué es la felicidad?— dijo la otra, casi retándola
-Las monjas me dijeron que la felicidad es estar en paz contigo misma, y sentir ganas de hacer el bien.— dijo Owyn, cerrando los ojos con ilusión
—La paz es una utopía. Siempre va a haber conflicto, y, cuando hay desesperación, no hay paz.— dijo la otra, entre tragos
—¿La desesperación qué es?
—Es cuando tu corazón late muy fuerte, y no te gusta.
—Ya veo. Y, para ti, ¿Qué es el bien? Yo creo que es ayudar a los demás.
—Pues, eso hacemos en la Primera Enmienda.— respondió dudando Jackie, mientras se sobaba la espalda con el brazo de metal.
—¡Entonces son buenos!
—Lo que es bueno para algunos es malo para otros. Era bueno para los Aseguradores colgar a nuestros padres, dieron el informe, al menos en mi caso... Pero me destrozó— dijo Jackie, bebiendo aun mas cerveza.
—¿Tienes lesiones?
—Si, en cuerpo y alma.
—¿En el alma? ¿En tu espíritu, esa sustancia que me dijeron las monjas que sale con cada uno de tus respiros? — inquirió Owyn, acercándose a la otra peligrosamente.
—No lo concibo de esa manera. Es difícil de explicar. Y las heridas, todavía más. — se encogió Jackie de hombros
— Ya veo. ¿Ya nos podemos ir?
— Ya.
— ¡Alabada sea Delsea!
Y así, las dos chicas siguieron su camino.
— Jackie, ¡ya llegaste! Y veo que hay una nueva...— dijo Maureen, mirando de pies a cabeza a la de cabello dorado.
— ¿Aquí viven? — dijo ésta última, mirando el lugar.
— Si, Owyn, sí. Es pequeño, pero nos sirve. — dijo Jackie, acercándose a ella.
—Oh vaya. — En ese momento, Owyn se percató de que la miraban. —Soy Owyn.
— Mmmh... ya veo. ¿De dónde eres?
— Me cuidaron las monjas Delseianas de la Catedral.
— ¡Qué cosas! ¡Pasa, por favor! ¿Quieres algo de comer?
— Si, lo que tengan. Y les ayudo. Solía cocinar con las monjas. — dijo la rubia, metiéndose de golpe en la casa.
— ¡Owyn! — dijo Jackie, interrumpiéndola. —Escucha. No tienes que hacer esto aquí.
Owyn simplemente sonrió, apenada
— Pero, ¡Yo quiero hacerlo!
— Esta vez no, Owyn.
La chica hizo un puchero, pero obedeció. Acto seguido, entró a la casa.
— Te serviré sopa de verduras — dijo Maureen. — Están un poco oxidadas, pero será reconfortante de todas formas. Hablando de reconfortar... Deberíamos ver a Verity.
La Romaní se acercó a la del brazo robótico.
— ¿Quien es Verity? — dijo la novata.
— Una de los nuestros— se limitó a decir la pelimorada. — Está mal, en uno de los hospitales clandestinos.
— ¿Le pondrán un brazo como el tuyo?
Jackie la miró, consternada.
— No... no creo. — dijo finalmente.
La rubiecilla se encogió de hombros. Comió la sopa, indicando con la mano que le gustaba.
— En una hora vamos por Verity.
Owyn asintió.
— Pero no irás así. Anda, sabía que las ropas de mis hermanitos servirían algún día. A ellos los desaparecieron. ¡No sé qué pasó con ellos! Tal vez hayan muerto...
La del cabello hasta la cadera quería llorar, pero algo en ella se lo impidió. Se puso, pues, una falda más corta y una blusa de tirantes. Con pena, se cubrió con las manos.
— No seas modesta...
— ¿Modesta? ¿Qué es eso?
— ¿Te dijeron que estaba mal?
— No... solo no lo acostumbro. Y... no sé, algo en mi... — la chica hizo unas señas como de hormigueo en su estómago, gruñendo.
— Entonces solo ponte la chamarra.
La chica miró a Maureen, confundida.
— ¿Segura que no tengo que obedecer la orden de ponerme lo de tus hermanos? Digo, me enseñaron a obedecer siempre...
— No. Queremos libertad para elegir. — dijo Maureen, decidida. —Con nosotros, cada día será distinto.
— ¡Ya quiero verlo! — dijo Owyn, empezando a reír.
Fueron, pues, al hospital. Aquel día, prácticamente no había luz. Una enfermera pelirroja los llevó a donde se encontraba Verity. Con la lumbre de una vela, ella leía sobre Delsea.
— Uhhh... Verity... ¿Nunca has visto las quemas de libros?
— No. — dijo ésta, ignorando a todo mundo.
Jackie dio un empujoncito a la rubia.
— Ella es Owyn. — dijo, poniéndola al frente.
— Tienes una cicatriz en la mano, ¡y en la nariz! — dijo la chiquilla, señalando ésta.
— Si. Antes no sabía usar cuchillos. Ahora soy una experta.— dijo Verity, de manera simple. — La de la nariz... Bueno, es harina de otro costal.
Owyn quedó boquiabierta
— ¿Te heriste y por eso acabaste aquí?
Verity rio.
— Si, fueron los Aseguradores.
— ¡ Los que quitaron a Delsea y a Cyssur! — dijo Owyn, haciendo un tierno puchero de enojo
— Efectivamente. Estoy leyendo sobre ellas, en realidad. — dijo Verity, acercándose a la chica.
— Asombroso.. .— dijo Owyn, con los ojos abiertos como platos. — Vaya... El sol se pone...
— Ya debemos irnos. — dijo Maureen — ¿Cuándo te dan de alta?
— Mañana en la mañana — dijo Verity, sonriendo.
— Mañana vendremos. — dijo la Romaní, tomando a la rubiecilla del brazo, y despidiéndose.
Pero la pequeña no durmió. Se ocupó en reflexionar sobre las cosas del día.
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Shcheye: Primera Enmienda
Fiksi IlmiahLa Primera Enmienda cuenta la historia de Jackie, una alegre chica de ascendencia judía con un brazo mecánico y cabello de un púrpura eléctrico, quien vive en el mundo de Shcheye. La Tierra, en su tiempo, ya está difunta, y la humanidad se ha mudado...