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Los tres días ya habían pasado y, con ello ambas doncellas fueron liberadas, Sovieshu había decidido no ir a por la peli plata por consejo de la rubia y así evitar que se viera como una falta de respeto hacia la emperatriz, aunque lo descolocó un poco escuchar que su esposa se había encargado personalmente de Laura.

—¿Me llamó? – dijo una vez ambos se quedaron solos en la habitación.

—Me dijeron que insististe en acompañar personalmente a la muchacha que encerré...

"Encerraste a Laura cuando solo defendía a la emperatriz y estabas dispuesto a dejar libre a Rashta cuando ella le había faltado el respeto. Recuerda, yo hablo de forma informal, pero nunca te he levantado la mano y a la emperatriz nunca la he insultado porque amigas no somos, por favor cuida tus palabras con ella mañana, no arruines el avance que dieron hoy"

》¿Cómo... cómo se encuentra la muchacha? 《

Dijo cambiando por completo las palabras que había pensado en decirle sobre la atención que le había puesto a la dama de compañía a la que había encerrado.

Por unos segundos la neutral expresión en la Trovi cambió por una asombrada, pues se había presentado ante él lista para una pelea.

—Ella... está un poco afectada por el encierro, pero se recuperará luego de una siesta – respondió una vez salió del shock, volviendo a su neutra expresión.

—Me alegro y, emperatriz – Se levantó para tomarla de la mano y besar el dorso de esta – Me disculpo por haberla castigado cuando solo estaba cumpliendo con su trabajo.

Él es un emperador, un líder y un buen líder debía reconocer sus errores, aquella chica no había hecho nada malo, pero aún así la había castigado, al fin lo había logrado comprender.

—Descuide, no hay ningún problema – El azabache se alegró al ver la diminuta sonrisa que su esposa le obsequió – Bueno, me tengo que retirar, aun tengo mucho papeleo que hacer.

》Descanse y... espero que haya estado practicando sus habilidades con el piano, estoy ansiosa por volver a escucharlo tocar《

—La dejaré completamente asombrada, mi emperatriz.

Nunca esperó que Sovieshu se disculpara, pero en verdad le alegró escucharlo pedir perdón y por eso tuvo el impulso de mencionar una posible escapada a la biblioteca como en el pasado, en verdad le hacía ilusión estar con él nuevamente como algo más que dos personas obligadas a casarse.

Cuando la mujer se hubo ido de la habitación optó por recostarse en el enorme sofá, un poco nervioso por pensar en qué le tocaría a la emperatriz cuando fueran a la biblioteca y por su casi metida de pata.

Con la campanita sobre la mesita a su lado llamó a un sirviente con la intención de pedirle algo de comer y que llamara a su nueva amiga rubia, aunque sabía que lo regañaría por casi cometer una estupidez.

—¿Me llamó, su majestad?

Ante él no apareció su sirviente, sino la joven de cabellos plata que había salido de su confinamiento hace unas horas.

—¿Qué haces aquí, Rashta? A ti no te llamé.

La joven fue a sentar a su lado con una enorme sonrisa, cosa que le extrañó pues lo normal sería que estuviera más que enojada con él.

—Bueno, pensé que después de la ayuda que me ofreció y el problema que causé, lo mínimo que podía hacer era servirle.

—¿Así que serás mi sirvienta?

—¡Sí!

—Entonces, por favor ¿Podrías llamar a ___? Necesito hablar con ella – preguntó calmado, viendo como el entusiasmo de la chica decayó un poco al escuchar su petición.

𝕰𝖒𝖕𝖊𝖗𝖆𝖙𝖗𝖎𝖟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora