5.

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Natalia y Vicente se miraron al uno al otro asustados, como dos adolescentes siendo atrapados por sus padres haciendo algo indebido.

Andrea tomó una postura desafiante, a pesar de su baja estatura, cara angelical y unos ojos verdes que detonaban furia, logró poner nerviosos a dos adultos hechos y de derechos. Colocó sus brazos en jarras y penetró con la mirada a su mamá.

—¿Me puedes explicar qué significa esto, mamá? ¿Qué hacías besándote con el hermanaco mayor?

—Andrea, no es necesario los insultos. Vamos a hablar civilizadamente —Natalia se acercó a su hija—. Te quería hablar de esto.

—¿Me querías hablar de que tienes una relación con este? —señaló a Vicente de arriba a abajo.

Vicente ignoró las palabras ofensivas de Andrea hacia a él y miró a Natalia con vergüenza. Por su culpa, por no poder contenerse, le había provocado un problema con su hija. No sabía si quedarse a enfrentar el problema con ella o debería irse para no empeorar la situación, pues era claro que Andrea no lo soportaba en lo absoluto.

—Vicente —Natalia lo miró—, ¿puedes dejarme a solas con mi hija, por favor?

Él dudó un segundo, pero lo aceptó, así que rápidamente saltó el muro, fue por el vaso de agua que, en primer lugar, había ido a buscar para su hijo y se regresó escaleras arriba.

Estando a solas, Natalia soltó a Andrea y dio unos pasos atrás.

—¿Nos podemos sentar, por favor? —señaló el comedor.

Andrea permaneció de pie, impasible.

Natalia se sentó y escondió su rostro entre sus manos, respirando profundo y acomodando las ideas para poder dirigirse a su hija mayor y que pudiese entenderla

—Andrea —empezó a decir.

—No, mamá —levantó una mano para que hiciese silencio—. No quiero escuchar tus pretextos o que trates de negar lo que yo vi, ¡te estabas besando con Vicente! —elevó la voz y las manos al cielo—. ¿En qué estás pensando?

—Andrea, basta, no me levantes la voz —Natalia se levantó y la enfrentó a su hija y respiró profundo —. Sí —admitió—, me estaba besando con Vicente.

Andrea soltó una risotada cargada de ironía y elevó los ojos al cielo.

—Yo no lo puedo creer, mamá. *Really? ¿Y lo dices tan tranquila? ¡Como si fuese lo más normal estar casada y besando a otro hombre! —espetó.

Natalia abrió la boca sorprendida de lo hiriente e injusta que estaba siendo Andrea. Sí, estaba casada, pero el compromiso con Adrián se había roto desde el minuto uno en el que se enteró que la traicionó con su mejor amiga. El matrimonio era un trámite legal, dicho papel no te garantizaba lealtad y amor eterno, porque si de parte de Natalia lo había sido, para Adrián no.

Le dolía que su hija, aun justificando el impacto que había sido verla tan intimimamente relacionada con Vicente, la señalara de esa manera sabiendo la verdadera situación con su padre.

—Andrea, un matrimonio se basa en la confianza, el respeto y el amor y tu padre ya no sentía ninguna de las tres cosas hacia a mí. No le debo nada. Yo fui fiel hasta el último minuto de su traición —se le quebró la voz—. Un papel no vale nada. ¡Nada! —soltó en un grito ahogado.

Andrea casi quiso disculparse, pero su orgullo no la dejó hacerlo. Le dolió ver a su mamá tan afectada, pero no podía bajar la guardia y hacer parecer que cambiaría su actitud y opinión respecto a su amorío con Vicente.

Andrea, desde que su papá la había abandonado, nunca perdió la esperanza de que él volviese a buscarla, a hablar con ella y explicarle porqué había actuado de esa manera. Creía, en su amor e ingenuidad, que algo poderoso tuvo que orillarlo a dejar a ella, a la persona que más amaba, porque sabía que ella para su papá era lo máximo en el mundo. La confianza que le tenía a su papá era ciega y él tenía que tener una razón poderosa para haberse ido.

Mi Destino Es Amarte | VinaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora