"Miedo"

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—¡No! ¡Déjenme!

Trató de gritar, mas no fue escuchado por nadie. Aquellos trabajadores del restaurante estaban arrancando lentamente todo el interior y exterior del animatrónico que tenía la desdicha de poseer, lastimando a su pequeña y débil alma en el proceso.

Fredbear habría sido catalogado como “inútil” por los nuevos dueños del lugar, quiénes decidieron reconstruirlo de principio a final; destrozándole todo lo que lo hacía Fredbear para transformarlo en una versión más fea de Freddy. Fazbear Entertainment, aquella empresa de nueva aparición, quien, comprando a todos y cada uno de los animatrónicos que FredBear's Family Dinner tenía en su poder, logró catalogarse como una potencial franquicia multimillonaria en un futuro cercano. Sin embargo... Nunca se les pidió su opinión a los pobres niños que, por razones de esta cruel vida, terminaron dentro de esos monstruos hechos de metal. Nunca se les preguntó si estaban bien. Aunque claro, tampoco les importaría de todos modos.

—¡Tengo miedo!

—¡Duele!

—¡Q-quiero a mi mamá!

Gritaban y gritaban desgarradoramente, sus gritos fantasmales llenos de dolor y tristeza. A pesar de los años que habían pasado, el dolor seguía igual que el primer día; dejados de lado entre enormes charcos de fría ssngre carmesí. Solos, completamente solos en este infierno eterno, sin escapatoria, destinados a olvidar sus nombres y vidas pasadas; teniendo solo las esperanzas de, algún día, conseguir una venganza. Matar a quiénes los hicieron sufrir, matar vidas porque ellos ya nunca podrán tener las suyas.

—¡DÉJENME!

Escuchó a una niña gritar, una niña sin ojos, pero con la vista muy alerta.

Cassidy, suponía.

¡NO ME TOQUEN!

Volvió a gritar. Cada sílaba dicha con tanto odio y dolor que hasta esos humanos, aún desbordantes de vida, podrían escucharlos. Lamentos interminables, lágrimas resecas y un carácter fuerte. Tal cual una hermosa rosa llena de espinas, espinas que tarde o temprano terminarían cortándola sin remedio en su mar de silenciadas quejas.

—¡NO!

Ahora Evan gritó con todas sus fuerzas, rompiendo alguna ventana cerca y espantando enormemente a aquellos torturadores de traje.

Habían procedido a sacar más tuercas y metales del cuerpo robótico. Fredbear ya no existía, pero el endoesqueleto que solía ser de su pertenencia, pasó a una nueva vida, un nuevo animal dorado, un nuevo animatrónico; un nuevo nombre para su prisión sangrienta.

Lloraban, lloraban y no podían parar de llorar.

Esos niños, almas lloronas y amigas, vestidos de blanco por el festival de sus lágrimas. Todos siendo cortados una y otra vez, desgarrados por las manos de los trabajadores, torturados por el paso del tiempo. ¡Qué horrible danza del sufrimiento! ¡Qué linda noche llena de desesperación! Armoniosos gritos imparables sin comienzo o final.

Gabriel, Susie, Fritz, Cassidy, Jeremy... ¡Oh, pobres pequeños diablillos! ¡Todos siendo el centro de atención una vez más!

—¡¿POR QUÉ ME HACEN ESTO?!

—¡¿QUÉ LES HICIMOS?!

"Crying Child"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora