Capítulo • I •

1.2K 32 0
                                    

Una cuerda trenzada de por lo menos tres centímetros de grosor, se ajustaba perfectamente bien al pálido y delicado cuello de aquel joven de diecisiete años tendido en una cama de las habitaciones del hotel Blue Hour. Eran exactamente las 22:56 de la noche. Domingo. El hombre seguía observando al menor con desgano, esperando alguna que otra reacción por parte de éste.

Sin éxito.

El jovencito respiraba relajante, sin complicaciones. A pesar de haberse resistido al principio cuando su agresor desconocido lo atacara por la espalda y se lo llevara lejos de su hogar, se rindió al cabo de los escasos minutos.

-¿Sigues ahí? -fue lo único que le preguntó al aire, con falsas esperanzas de que su secuestrador le conteste. A pesar de saber que su pregunta volaría por la habitación siendo ignorada, se mantenía alerta en todo momento.

El sonido de una ventana siendo ligeramente abierta dando paso al viento fresco de la noche, lo hizo estremecer. Sintió como su corazón se aceleraba al escuchar unos pasos caminando hacia él; parecían zapatos de cuero.

-Ey. -aquella voz lo paralizó. Tan grave y profunda como se la esperaba. Un clásico de los cuentos de terror que leía con su hermano tres años mayor en sus tiempos de niñez. No podía verlo, pero sí sentirlo. Estaba cerca. Demasiado cerca, y no pudo contenerse a morder su labio inferior con descaro. Su perfume tan masculino invadía sus fosas nasales, completando una imagen de fantasía en su mente.

-Me provocas... Aunque no quieras hacerlo. Una verdadera locura que jamás esperé de tí. -habló cuando estuvo a escasos centímetros de sus labios ligeramente hinchados por morderse con anterioridad. Sus respiraciones chocaban bruscamente contra en otro, esperando algún movimiento.

De pronto, siente como una mano recorre con una lentitud irritable a unos de sus muslos. Los segundos parecían horas por la espera, a lo que se convirtió en desesperación por acabar de una vez con todo ello, su boca quedó entreabierta al toque del contrario. Y su mayor no tardó en sonreír ante tal reacción.

-Y dime corazón... ¿Cuál es tu nombre?

-Pensé que lo sabrías. -interrumpió en seguida. -Digo, ya que soy tu víctima elegida por alguna razón en particular, por lo menos esperaba de tu parte que sepas quién era, ¿No?

El secuestrador se mantuvo callado, anonadado por lo que el descaro del jovencito frente suyo. A pesar de que era el indefenso en ésta escena, parecía bastante confiado en su ataque de palabras.

Toca suavemente aquella soga sobre el cuello que le recorría hasta todo el cuerpo desnudo. Sobre su intimidad. Sus brazos. Sus piernas. Su cintura. Una verdadera belleza ante sus ojos. O eso creía.

-Si piensas, y crees, que haciéndote el listo, eres capaz de chantajearme, estás completamente equivocado. -dijo deteniendo sus dedos sobre la nuca, tocando levemente el cabello. Un escalofrío recorrió desde aquella zona al joven, y un jadeo inesperado se le escapa de sus labios resecos. -Eres hermoso.

No hubo nada más por parte de él. A pesar de estar conteniendo sus ganas de manosearlo por todos lados y hacerlo suyo, tuvo un poco de dignidad y hacerse respetar. No por nada en el mundo era el más grande señor Dimitry Coffins.

-Jonathan.

Y ahí fue cuando un hombre supo que todo valió la pena y un joven cometió el peor de los errores.

Boca ligeramente abierta y un paso hacia delante. Lo suficientemente cerca para que en cualquier movimiento se puedan rozar. Tocarse como ansiaba Coffins o empujar y escapar como planeaba Jonathan. Aunque eso sea imposible, decidió esperar. Aunque el frío lo envolvió de forma brusca, su piel se erizó y sus dedos se arrugaron con fuerza.

-Tranquilo, hermoso. Yo puedo quitarte el frío. -y dicho eso, le devora esos carnosos labios que tiritaban del frío. Danzaban a ritmo descarrilado sin correspondencia por parte del menor, quién seguía estupefacto. Tembló. Tembló cuando sin querer se dejó a merced al abrir la boca y aceptarle el pase al músculo que se enredó salvajemente con su lengua. Tembló porque no le desagradó en absoluto y tuvo miedo. Miedo a que toda esa locura lo vuelva loco.

Unas manos le recorrieron el torso y la espalda, con mucho cuidado. Los dedos congelados le quemaban la piel al pasar. De pronto, su secuestrador se aleja rompiendo el beso que lo estaba aumentando la temperatura corporal.

-Niño travieso. -dice alejándose. Le sonríe a pesar de que no lo pueda ver y se marcha al baño, dejando a Jonathan con un problema entre las piernas.

-Maldición. -se regaña a un nivel muy bajo para que nadie lo escuchara. Era muy vergonzoso. -Esto no me puede estar pasando a mí. Soy un degenerado. -vuelve a hablarse a él mismo apenado.

Un Poco Masoquista ❛Yaoi❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora