Bicolor

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Pienso en lo que significa la amistad mientras veo como los copos de nieve rozan las ventanas de mi habitación. Las llamas se extinguieron durante el murmullo del viento que sopla afuera; el gato que dormía sobre una de las butacas, se desperezó ronroneando. Deseaba despertar de una pesadilla, un mal momento del que quisiera olvidarme, pero me equivoqué. Las paredes susurran nuestras aventuras esperando a que alguien las escuche, sonría y pida que las contemos una vez más. Floki corre tras de mí con la pelota en el hocico esperando a que se la lance, Moony sólo se mantiene en su lugar, acostada. Me pregunto cómo es que alguien como tú, terminó siendo parte de mi vida. ¿Cómo es que te convertiste en una compañera entrañable, siendo distintas pero iguales? ¿Cómo pasó? ¿Existe alguien que te permita alcanzar los sueños?

Floki reclama mi atención, se acurruca en mis piernas, y distraídamente acaricio su oreja negra. Nunca creí que me tuviera tanta estima para saber cuándo necesitaba de una compañía tan amena. Moony se cansa de estar en su cojín, también quiere un poco de cariño, entre ronroneos se fue acercando a nosotros. Mi mano derecha acaricia el lomo blanco del perro, mientras que mi mano izquierda, las orejas grises de la gata. No sé si lo recuerdes, pero bastó un saludo para que comenzara nuestra relación. Hechizos, deportes mágicos y un chavo, el mismo que terminó siendo como la mayoría; ese que se convirtió en un bufón para divertirnos a ratos. Ni tú ni yo tuvimos la menor idea de sus planes para recuperarte y he de aceptar que sin él, no hubiéramos construido lo que tenemos hasta ahora. Palabras hechas en mensajes, sonidos mudados en tu voz. Anécdotas y arcanos detalles fuimos compartiendo al pasar las semanas. Aficiones, disgustos, virtudes, pero... ¿En qué ocasión exploramos los defectos? Cuando me abandonaron.

Fue Alejandra, la primera en hacerme cambiar de opinión sobre la verdadera amistad. Hizo fe en añicos por falsas promesas, y esos fragmentos bastaron para ser capaz de salir del olvido en el que me encontraba. Siempre me he mantenido reservada ante mi pasado, porque la memoria hiere. Solía vivir en la soledad, era un vacío que me asfixiaba. Sentía las sombras devorarme con avidez. Ella era una luz brillante, como luciérnaga entre la noche que seguí ciegamente esperando encontrar lo que mi alma anhelaba. Una plática sencilla se fue transformando en algo más fuerte; escuchó mis inseguridades, me motivó lo necesario para lograr salir adelante. Nos acompañamos, conocí sus sueños, busqué la forma de ayudarla a luchar por sus metas, creí conocer sus demonios y poder enfrentarme a cada uno de ellos. ¿Cuál era el sentido de la vida? No supe qué responder. Sin embargo, me mantuve para darle lo que necesitaba, busqué la forma de inyectarle vitalidad, pero no me daba cuenta que tenía un precio, uno que me absorbía. Cargué sus problemas y su infierno se convirtió en el mío, sus demonios comenzaron apoderarse de mí. Desgaste. Tóxico. Eso era todo en mi ser hasta que Alejandra puso un abismo de distancia, el que no fui capaz de superar. La quise demasiado para arriesgarme a caer en un precipicio. Y sólo se fue. Me abandonó. Me lastimó profundamente, aun así le abrí de nuevo mis brazos para acogerla.

Seguí vagando en un camino oscuro, en ocasiones, con matices grisáceos hasta que conocí a Anahí. Ella me hizo saber la importancia que yo tenía en la vida de los demás, al menos de aquellos que valían. Supo apreciar cada sonrisa, cada palabra de aliento que solía darle, pero, sobre todo, supo abrir un corazón encerrado por miles de cerrojos. Creí haber encontrado en ella una compañera de aventuras. Yo era especial... o así lo pensé. Así lo creí y así lo deseaba. Sentimos, y cada latido nos recuerda que respiramos, con problemas o sin ellos. Si caemos, nos levantamos y seguimos las veces que sean necesarias. En solitario o acompañados, pero, Anahí prefería tomar distancia, para luego desaparecer; no tomaba aquel riesgo de dejarse guiar por esos que estaban dispuestos a ir en camino con ella. Se marchó sin dejar una explicación. La iniciativa de arreglar las cosas se esfumó como el humo de un cigarrillo, pero quedando impregnada en mis recuerdos. Una vez. Dos veces. Una segunda oportunidad para mejorar, pero sólo sabía alejarse. Se fue, dejando una marca.

De andanzas a memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora