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Buen momento para meditar o pedir un deseo.

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— ¡Fushiguro! ¿¡Te encuentras bien?!— Itadori corrió al rescate del pelinegro tan pronto como pudo.
El chico en cuestión se encontraba sangrando por la boca y no dudaba que tuviese un par de fracturas.

— Estoy bien, no te preocupes por mí, Itadori.

No, no estaba bien, le dolía todo el cuerpo. Apenas podía pasar aire a sus pulmones, y al moverse un sólo milímetro sentía sus huesos rotos crujir y pinchar sus músculos por dentro.
No era de sorprenderse ya que se enfrentaban a una maldición de grado especial que contenía uno de los dedos de Sukuna.

La energía maldita de Fushiguro se desvanecía cada vez más al igual que su conciencia.

— ¡Kugisaki! ¡Cuida a Fushiguro, ya hicieron suficiente!— Fue hacia el frente, siendo la defensa de sus amigos. —¡No dejes que cierre los ojos!— Añadió.

La castaña acudió de inmediato al llamado de su compañero, pues tenía razón. Megumi había hecho un buen trabajo manteniendo a salvo a múltiples personas mientras sus compañeros buscaban más posibles rehenes dentro de la instalación.
Por otro lado, Nobara ya había terminado con todos sus clavos y su creciente mareo no era de ayuda.

El pelirosa se lanzó al ataque con una velocidad increíble y sorprendente rendimiento. Luego de unos minutos con ayuda de Megumi a lo lejos usando sus shikigamis, lograron exorcizar a la maldición de manera exitosa, claro, llevándose múltiples heridas y huesos rotos, que para un humano promedio ya habrían acabado en una muerte ineludible.

— Fu-shiguro... Lo tenemos.— Itadori regresó victorioso; sostenía una pequeña caja de cristal donde en su interior residía el objeto maldito.

— ¿Por qué está ahí dentro?— Preguntó la única fémina presente.

El pelinegro que yacía acostado en el frío concreto del suelo, levantó la mirada para observar lo dicho, y en efecto, al dichoso dedo lo rodeaban 6 pequeñas paredes de cristal. Se extrañó por éste hecho, ya que parecía más como si el objeto flotara dentro de su prisión.

— Dáselo a Kugisaki, ella está en mejores condiciones.— Su hilo de voz tan delgado apenas se pudo percibir, pues le ardía la garganta como un infierno clamando una gota de agua caer.

— No, no confies en mí, me siento muy desorientada.— Negó con una mano en la cabeza como tratando de recobrar el balance de su cuerpo.

Iba a dejar la pequeña urna en el suelo, cuando Ijichi apareció para su asistencia.

— Ijichi-San, ¿Podría cuidar ésto por nosotros?— Trató de sonreír pero incluso los músculos de su cara dolían; sólo atinó a hacer una mueca lo más parecido a una sonrisa.

— ¡Necesito llevarlos con la señorita Shoko! Dios mío... Gojo me va a matar si los ve en éste estado.— El asistente apresuró sus pasos hacia los jóvenes.

Lo último que se supo de éstos es que se desmayaron.

Y eso hubiese estado bien, si tan sólo Itadori no hubiese estado de pie y cayera contra el pavimento, soltando lo que tanto les costó.

Todo el cristal quedó hecho pedazos al impactarse en el suelo, liberando una especie de humo púrpura que llenó por completo los pulmones de los estudiantes.

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9 de octubre, 2018.

Los tres alumnos de primer grado de la Escuela Técnica de Hechicería de Tokyo, fueron enviados a una misión de grado especial, donde resultaron gravemente heridos e incapacitados.
Actualmente, se encuentran en recuperación, su diagnóstico indica intoxicación por inhalación de gases nocivos.

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