Grandes cambios se acercan.
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— Llevas 10 minutos observando la comida, Itadori, ¿Qué pasa? ¿No te gusta el omurice?— Cuestionó un consternado Haibara, que nunca en su vida se había encontrado con alguien a quien no le gustase disfrutar de ese buen omelette de arroz.
— ¡No, no es eso!— Agitó fervientemente sus manos frente a él, un tanto nervioso. —Sólo me quedé pensando en que anoche no dormí bien.— Se excusó rápidamente.
En ese momento se estaba planteando algo que a cualquiera le parecería loco, pero para él podría ser lo más lógico del mundo.
Hace unos días –antes de todo éste incidente temporal– había visto una maratón de películas que trataban sobre la mitología griega, dónde una en específico ahora abarca su mente.
Dicho filme era referente al rapto de Perséfone, y por alguna razón que desconocía ahora resonaba mucho en su cabeza aquella parte donde la diosa de la primavera come semillas de granada, que previamente le provocaría permanecer en el infierno.¿Había alguna posibilidad de que le ocurriera algo similar?
¿Si consumía algo de ahí, por ende se quedaría también?— Entonces come, no creo que esté tibio por mucho tiempo.— Añadió Nanami, tan tranquilo como de costumbre.
— S-sí, tienes razón, bu-buen provecho.— Itadori sujetó sus palillos dispuesto a comer, dirigiendo ya un bocado a sus labios.
Sus manos temblaban irremediablemente. Jamás se había sentido tan angustiado por comer algo, ni siquiera cuando se trataba de un dedo de Sukuna.La porción del suave omurice ya rozaba dubitativamente sus labios, hasta que una fuerte palmada en la espalda de Itadori le hizo tragarlo en un sólo segundo, logrando que el menor se atragantara con éste.
— No sabía que los tontos también comían.— Por detrás, se burló Satoru al ver que su compañero pelirosado tosía con inquietud.
— ¿Entonces tú no comes?— Respondió hábilmente el rubio presente, mientras Haibara auxiliaba a Yuji para que éste pudiera recuperar el aire.
— Esa no es manera de hablarle a tu senpai, Nanamin, deberías respetarme más.— Habló cantarín el albino mientras se apoyaba en la mesa.
— El respeto se gana, Gojo-Senpai, y no haz hecho gran cosa para obtenerlo.
Kento auxilió al pelirosado, brindandole agua para pasar lo que aún podría tener atorado, y aunque Itadori ya se encontraba estable, éste último agradecía por el líquido.
— Está bien, Nanami; sólo fue una broma.— Apenas se escucharon sus palabras, pues ahora eran sofocadas por el sonido de la comida siendo devorada con gran entusiasmo.
De un sólo bocado había probado la gloria, y ahora no podía siquiera recordar sus anteriores preocupaciones, ya que estaba degustando todo a su paso.
Haibara sonrió alegre y rodeó con sus brazos al blondo por sobre sus hombros.
— Relájate, Itadori está bien, además, nuestro senpai ya se disculpó.
— No, no lo hizo.
Satoru por su parte, no podía apartar la vista de aquel chico que comía desesperadamente, pues ciertamente le recordaba a ese adorable personaje rosado que iba por el universo comiendo galaxias enteras; Kirby.
Yuji se sentía observado. Similar a esa sensación de ser acechado desde la penumbra luego de ver una película de terror, y aunque su subconsciente le dijo mil veces que no abriera la boca –más que para comer– aún así lo hizo.
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Timebreaker
RomanceCon el objetivo de encontrar algo en un límite de 11 días para poder regresar a su realidad, Itadori se encuentra en un sueño interminable de vida o muerte, atrapado en un limbo de tonos grisáceos que quedaron en el pasado; conociendo así a un adole...